AGA – Voluntad general. Las Bases – 19 de enero de 2022
No solo debemos saber observar lo que nos rodea, algo fundamental. Debemos conocer nuestra sociedad, su pasado y entender su presente. Al fin y al cabo, es la que tenemos.
En la historia de todas las naciones, sea cual sea la que estudiemos, en todas ellas hay periodos de conflictos bélicos, disputas y enfrentamientos sociales. De todos ellos, de forma prácticamente inmediata o, en ocasiones, de manera paulatina y sosegada, se llega a unas bases. Estas bases, estos consensos, se mantengan o no como algo meramente consuetudinario, pasan a ser reconocidas y acatadas desde la máxima autoridad, hasta el más humilde ciudadano. En estos consensos radican el orden, el progreso y la estabilidad de los cuales las naciones gozan en décadas posteriores. En unos casos duran hasta siglos, en otros, no sobrepasa el par de décadas.
Para cualquier acto o pensamiento que llevemos a cabo, la máxima que debe primar sobre los mismos debe ser la siguiente: porqué y para qué. En definitiva, todo tiene unas causas, un objetivo y un fin. En este caso, no es menos, debemos plantearnos sin temor y reflexionar entorno a porqué consideramos un consenso de base como algo preeminente y de suma envergadura.
Un consenso, el dotarnos a todos, a esta sociedad que tenemos, de unos principios, de unos valores, de unos derechos y libertades, pero también de unas fronteras, límites y prohibiciones, es fundamental y debe ser la piedra angular sobre la que se edifique nuestra comunidad política.
Y aunque haya arquitectos que la deseen desechar, es obligación de cada uno el afianzarse, defender y enarbolar estos principios que primen en cada región. Se presenta de suma relevancia la acción individual, en definitiva, como les expuse en mi primera columna, la suma de todos. Pues debemos ser cautos y precavidos, no dejarnos llevar por, cómo definiría Aristóteles, ¨los viciosos¨ gobernantes, arquitectos, que pretendan, no solo acabar con las bases de nuestra casa, sino, aun queriendo cimentarnos sobre otra, deseen empezar a construirla ni siquiera por el tejado.
No solo porque antepuesto a la existencia de consensos está la anarquía, el poderío del más fuerte o poderoso, sino además porque sería un camino directo a, volviendo al filósofo de Estagira, los gobiernos viciosos. Y aunque, como afirma Rousseau, es más fácil encontrar una voluntad general en sociedades compactas y homogéneas, debe existir un punto de encuentro entre las bases populares y la voluntad de la sociedad.
Aun así, frente a la heterogeneización palpable de las sociedades actuales, no podemos justificar en esto la dinamitación de las mismas, sino arraigar las bases que han erigido a las respectivas naciones y mantener su grandeza en el tiempo.
«Un consenso, unos principios, derechos y obligaciones, deben ser la piedra angular de nuestra comunidad política»
AGA – Voluntad general. Las Bases – 19 de enero de 2022
En la historia de todas las naciones, sea cual sea la que estudiemos, en todas ellas hay periodos de conflictos bélicos, disputas y enfrentamientos sociales. De todos ellos, de forma prácticamente inmediata o, en ocasiones, de manera paulatina y sosegada, se llega a unas bases. Estas bases, estos consensos, se mantengan o no como algo meramente consuetudinario, pasan a ser reconocidas y acatadas desde la máxima autoridad, hasta el más humilde ciudadano. En estos consensos radican el orden, el progreso y la estabilidad de los cuales las naciones gozan en décadas posteriores. En unos casos duran hasta siglos, en otros, no sobrepasa el par de décadas.
Para cualquier acto o pensamiento que llevemos a cabo, la máxima que debe primar sobre los mismos debe ser la siguiente: porqué y para qué. En definitiva, todo tiene unas causas, un objetivo y un fin. En este caso, no es menos, debemos plantearnos sin temor y reflexionar entorno a porqué consideramos un consenso de base como algo preeminente y de suma envergadura.
Un consenso, el dotarnos a todos, a esta sociedad que tenemos, de unos principios, de unos valores, de unos derechos y libertades, pero también de unas fronteras, límites y prohibiciones, es fundamental y debe ser la piedra angular sobre la que se edifique nuestra comunidad política.
Y aunque haya arquitectos que la deseen desechar, es obligación de cada uno el afianzarse, defender y enarbolar estos principios que primen en cada región. Se presenta de suma relevancia la acción individual, en definitiva, como les expuse en mi primera columna, la suma de todos. Pues debemos ser cautos y precavidos, no dejarnos llevar por, cómo definiría Aristóteles, ¨los viciosos¨ gobernantes, arquitectos, que pretendan, no solo acabar con las bases de nuestra casa, sino, aun queriendo cimentarnos sobre otra, deseen empezar a construirla ni siquiera por el tejado.
No solo porque antepuesto a la existencia de consensos está la anarquía, el poderío del más fuerte o poderoso, sino además porque sería un camino directo a, volviendo al filósofo de Estagira, los gobiernos viciosos. Y aunque, como afirma Rousseau, es más fácil encontrar una voluntad general en sociedades compactas y homogéneas, debe existir un punto de encuentro entre las bases populares y la voluntad de la sociedad.
Aun así, frente a la heterogeneización palpable de las sociedades actuales, no podemos justificar en esto la dinamitación de las mismas, sino arraigar las bases que han erigido a las respectivas naciones y mantener su grandeza en el tiempo.