AGA – Una especie en extinción – 21 de enero de 2022
Érase una vez un grupo de Ciudadanos, que como tal se hacían llamar, y aunque cada vez eran menos, parecía que se querían reanimar. Buscaban en ellos mismos la fuerza y se animaban los unos a los otros, pero cada vez que preguntaban fuera, si vivos los querrían, se les cerraban las puertas.
“¡Compañeros!”, clamó Inés, “se me ha ocurrido una gran idea. Como por algún motivo que desconocemos, pero evidentemente, no por errores nuestros, ya poca gente nos alaba, no cambiaremos nosotros, sino que nos disfrazaremos.” A lo que sus compañeros asintieron sin rechistar. “¿Cómo será eso?”, replicó Edmundo. “Escuchad, escuchad, ya no nos identificaremos más con la palabra Ciudadanos. Antes bien, tengo entendido que hay una palabra con la que a algunos les gusta identificarse y, más que serlo o no, así nos definiremos y, aunque no quieran, así nos haremos llamar.” Edmundo, sobresaltado por tal maravilla insistió: “¿Y cómo será eso?, pues no conozco tal palabra con la que a placer nos podamos identificar y a las gentes haga entusiasmar.”
Inés, subida a una silla y erigiéndose como líder inició: “Españoles, compañeros, antiguos ciudadanos; a partir de ahora y con ansias de conseguir solo y únicamente la supervivencia, nos llamaremos: LIBERALES”.
“Edmundo tú, recuerda ponerte el disfraz, iras a la comarca la cual denominan capital y allí, a los cuatro vientos, subido a caballo y con la fortaleza que nos caracterizaba, dirás que somos LIBERALES. Y al que por ignorancia o por temor ponga en los isabelinos u otra corriente de entusiasmo sus ojos, este poema les entonarás:
Ciudadanos fuimos, liberales somos. Aunque no sabemos cómo, por sobrevivir vivimos. Y solo el cinco por ciento queremos, ¿para qué?, se preguntará usted. Desconozco si algo seremos, pero usted no se preocupe, después de votarnos se lo diremos. Y ante la incordiante pregunta, ¿con quién pactaremos?, con honestidad le digo, ni nosotros lo sabemos.
Y así fue, queridos lectores, como en la pequeña villa de calle Alcalá 253, iba anocheciendo. El sol ya no se veía y, ante la añoranza de las grandes victorias catalanas por parte de la misma Inés, ya solo quedaba el recuerdo. Un recuerdo que se va y no vuelve, unas victorias que existieron, existieron, existieron. Y los Ciudadanos vuelven a la carga, ahora en tierras de Castilla, bajo el mismo himno y con los mismos personajes que escenificaron su Titanic madrileño. No sabemos si volverán a sonar los violines al son del hundimiento o si serán trompetas de gloria por el resurgir de quienes muchos dan por muertos. Todo dependerá, ¿volverán a encenderse las luces, se descorchará el champán en la calle Alcalá?, o, por el contrario, ¿quedará esa gran fachada como si de unas ruinas se tratase?
Estimado lector, en la madrugada del 14 de febrero nos volveremos a ver sobre tierras castellanas.
«A lo que sus compañeros asintieron sin rechistar»
AGA – Una especie en extinción – 21 de enero de 2022
“¡Compañeros!”, clamó Inés, “se me ha ocurrido una gran idea. Como por algún motivo que desconocemos, pero evidentemente, no por errores nuestros, ya poca gente nos alaba, no cambiaremos nosotros, sino que nos disfrazaremos.” A lo que sus compañeros asintieron sin rechistar. “¿Cómo será eso?”, replicó Edmundo. “Escuchad, escuchad, ya no nos identificaremos más con la palabra Ciudadanos. Antes bien, tengo entendido que hay una palabra con la que a algunos les gusta identificarse y, más que serlo o no, así nos definiremos y, aunque no quieran, así nos haremos llamar.” Edmundo, sobresaltado por tal maravilla insistió: “¿Y cómo será eso?, pues no conozco tal palabra con la que a placer nos podamos identificar y a las gentes haga entusiasmar.”
Inés, subida a una silla y erigiéndose como líder inició: “Españoles, compañeros, antiguos ciudadanos; a partir de ahora y con ansias de conseguir solo y únicamente la supervivencia, nos llamaremos: LIBERALES”.
“Edmundo tú, recuerda ponerte el disfraz, iras a la comarca la cual denominan capital y allí, a los cuatro vientos, subido a caballo y con la fortaleza que nos caracterizaba, dirás que somos LIBERALES. Y al que por ignorancia o por temor ponga en los isabelinos u otra corriente de entusiasmo sus ojos, este poema les entonarás:
Ciudadanos fuimos,
liberales somos.
Aunque no sabemos cómo,
por sobrevivir vivimos.
Y solo el cinco por ciento queremos,
¿para qué?, se preguntará usted.
Desconozco si algo seremos,
pero usted no se preocupe,
después de votarnos se lo diremos.
Y ante la incordiante pregunta,
¿con quién pactaremos?,
con honestidad le digo,
ni nosotros lo sabemos.
Y así fue, queridos lectores, como en la pequeña villa de calle Alcalá 253, iba anocheciendo. El sol ya no se veía y, ante la añoranza de las grandes victorias catalanas por parte de la misma Inés, ya solo quedaba el recuerdo. Un recuerdo que se va y no vuelve, unas victorias que existieron, existieron, existieron. Y los Ciudadanos vuelven a la carga, ahora en tierras de Castilla, bajo el mismo himno y con los mismos personajes que escenificaron su Titanic madrileño. No sabemos si volverán a sonar los violines al son del hundimiento o si serán trompetas de gloria por el resurgir de quienes muchos dan por muertos. Todo dependerá, ¿volverán a encenderse las luces, se descorchará el champán en la calle Alcalá?, o, por el contrario, ¿quedará esa gran fachada como si de unas ruinas se tratase?
Estimado lector, en la madrugada del 14 de febrero nos volveremos a ver sobre tierras castellanas.