Violines al son del hundimiento, mismo himno y personajes que escenificaron el Titanic madrileño; calle Alcalá 253 empieza a parecer un edificio en ruinas más que una sede de grupo parlamentario. La justificación de la derrota no es tarea fácil, está solo al alcance de unos pocos. De hecho, solo los grandes expertos en comunicación política, solo los mejores comunicadores, son los que saben y consiguen que, por muy feo que sea el regalo, el lazo y el envoltorio lo hagan parecer una maravilla.
Mientras unos celebran victorias y se afianzan en el mainstream político, a estos se les van cayendo los gajos de la sólida naranja que un día fueron. Evidente y lamentablemente, la autocrítica no es algo a esperar por los ciudadanos de calle Alcalá 253. Ellos son los necesarios, nadie mejor que ellos sabe hacer política, aunque sea con un único diputado en Castilla y León o con menos fuerza, en cuanto a escaños, que Esquerra Republicana de Cataluña.
Tal vez, al ser yo “un observador”, les insisto en exceso en la necesidad de hacer esto. No obstante, empieza a ser evidente que quienes observan y, por ende, analizan, vencen, y quienes no, sencillamente, ni vencen ni convencen. Para algunos iba a ser próspera la decisión de dejar de denominarse Ciudadanos, para pasar a venderse como Liberales. Mi más sincera enhorabuena a quien haya dado con tan magnífico acierto, descalabro y fechoría.
Más allá de señalar culpables, salida fácil y errónea, lo acertado es pensar: por qué. Sea como fuere, tal vez la siguiente reflexión tenga cierta cabida: “que no te vote nadie y decir que eres más necesario que nunca. No sé, le veo lagunas”. Este partido afirma ser y definirse como “de centro”. A lo que surge la natural pregunta, ¿qué es eso? Históricamente las ideologías y planteamientos políticos se han diferenciado, con mayor o menor acierto, como de izquierdas o el lado opuesto; dicho lo mismo, de derechas o su opuesto. Aunque la formación anaranjada ha procurado vender que el centro es ir a uno y otro lado, damas y caballeros, les traigo una sorpresa; en el centro hay nada.
Juntar dos partes independientes, por mucho que se acerquen, no genera un centro; en dicha posición hay siempre un vacío cuyo contenido es tan sólido como la nada. Más allá de metáforas espaciosas, la realidad es que quien poco tiene que vender, pocos compradores le van a querer. Tal vez el mensaje de Ciudadanos se haya quedado hueco, sea idéntico o muy similar a otras formaciones, no lo sepan comunicar o, sencillamente, mi afirmación de hace unas semanas con respecto a este partido cobre hoy más sentido: “Desconozco si algo seremos, pero usted no se preocupe, después de votarnos de lo diremos. Y ante la incordiante pregunta, ¿con quién pactaremos? Con honestidad le digo, ni nosotros lo sabemos.”
Ya ni para pactos se les tiene en cuenta, este partido, por lo menos en la actualidad, ha alcanzado es estatus de partido regionalista, cuyo único interés para los demás puede ser un efímero “sí”.
Estimados Ciudadanos, por los vientos que soplan, su tiempo se acaba. Diciéndolo de la forma más sutil: “Estimados Ciudadanos, se levanta la sesión”
AGA – Ciudadano, sin s – 15 de febrero de 2022
Mientras unos celebran victorias y se afianzan en el mainstream político, a estos se les van cayendo los gajos de la sólida naranja que un día fueron. Evidente y lamentablemente, la autocrítica no es algo a esperar por los ciudadanos de calle Alcalá 253. Ellos son los necesarios, nadie mejor que ellos sabe hacer política, aunque sea con un único diputado en Castilla y León o con menos fuerza, en cuanto a escaños, que Esquerra Republicana de Cataluña.
Tal vez, al ser yo “un observador”, les insisto en exceso en la necesidad de hacer esto. No obstante, empieza a ser evidente que quienes observan y, por ende, analizan, vencen, y quienes no, sencillamente, ni vencen ni convencen. Para algunos iba a ser próspera la decisión de dejar de denominarse Ciudadanos, para pasar a venderse como Liberales. Mi más sincera enhorabuena a quien haya dado con tan magnífico acierto, descalabro y fechoría.
Más allá de señalar culpables, salida fácil y errónea, lo acertado es pensar: por qué. Sea como fuere, tal vez la siguiente reflexión tenga cierta cabida: “que no te vote nadie y decir que eres más necesario que nunca. No sé, le veo lagunas”. Este partido afirma ser y definirse como “de centro”. A lo que surge la natural pregunta, ¿qué es eso? Históricamente las ideologías y planteamientos políticos se han diferenciado, con mayor o menor acierto, como de izquierdas o el lado opuesto; dicho lo mismo, de derechas o su opuesto. Aunque la formación anaranjada ha procurado vender que el centro es ir a uno y otro lado, damas y caballeros, les traigo una sorpresa; en el centro hay nada.
Juntar dos partes independientes, por mucho que se acerquen, no genera un centro; en dicha posición hay siempre un vacío cuyo contenido es tan sólido como la nada. Más allá de metáforas espaciosas, la realidad es que quien poco tiene que vender, pocos compradores le van a querer. Tal vez el mensaje de Ciudadanos se haya quedado hueco, sea idéntico o muy similar a otras formaciones, no lo sepan comunicar o, sencillamente, mi afirmación de hace unas semanas con respecto a este partido cobre hoy más sentido: “Desconozco si algo seremos, pero usted no se preocupe, después de votarnos de lo diremos. Y ante la incordiante pregunta, ¿con quién pactaremos? Con honestidad le digo, ni nosotros lo sabemos.”
Ya ni para pactos se les tiene en cuenta, este partido, por lo menos en la actualidad, ha alcanzado es estatus de partido regionalista, cuyo único interés para los demás puede ser un efímero “sí”.
Estimados Ciudadanos, por los vientos que soplan, su tiempo se acaba. Diciéndolo de la forma más sutil: “Estimados Ciudadanos, se levanta la sesión”