Andaba un hombre sediento, muy sediento, por el desierto. Merodeando sin destino, andando sin tiento. El hombre andaba y andaba, en busca de un lugar donde saciar su inexorable sed.
Tras largas horas de recorrido, el andante se encontró con otro señor al que, suplicando le dijo: “Señor, ¿tiene usted agua?”. A lo que el interpelado respondió: “no caballero, no tengo agua, pero si lo desease le puedo vender una corbata azul. Mire, tengo muchas”.
El andante, frustrado, siguió su camino por el desierto, notando la sequía en su garganta, pero sin perder el gran anhelo de beber, beber y beber. Vio a lo lejos otra persona, a la que tras correr hacia esta interpeló jadeando: “disculpe, ¿tiene usted agua?”. A lo que el preguntado respondió: “no señor, no tengo agua, pero tengo muchas corbatas azules; le puedo vender una”. El sediento, casi perdiendo las formas dijo: “pero porqué tantas corbatas y corbatas, solo quiero mucha agua».
El enfado del sediento se acumulaba, la boca se secaba, pero sus esperanzas de beber eran insaciables. Para el asombro del sediento, visualizó a lo lejos un grandioso manantial de agua. La alegría y la ilusión no cabían en él, por fin iba a poder saciarse y beber hasta explotar. Corrí, corría y corría, el sudor se adentraba en sus ojos, pero la visión del manantial era lo que movía sus anhelos.
Cuando se acercaba al manantial, vio una gran puerta. La puerta con la que llevaba años soñando y solo en imágenes había visto. No obstante, cuando tan solo unos pasos lo separaban del manantial, un gran hombre le preguntó: “¿estimado sediento, tiene usted una corbata azul?”. “No”, respondió el ilusionado sediento. “En ese caso, estimado caballero, sin corbata azul, no puede entrar a la fuente de la saciedad, no puede usted entrar al manantial”.
Si el partido azul llega en los años venideros a sumar una mayoría electoral, será solo quien tenga la corbata azul, a quien se le abrirán las puertas de la Moncloa. Pero solo uno puede llevar la corbata azul, no es algo ni posible de compartir ni que se desee compartir. Llevarla es único, debe ser visto como un deber, no como un privilegio, como un instrumento, no como un fin. A pesar de esto, para desgracia nuestra, no todos lo ven o saben verlo así.
Las guerras, no solo hay que observarlas, también hay que entenderlas. La corbata azul es necesaria, pero llegar a ella es vital. Para quienes entiendan o quieran entender; el sediento llega a un manantial, no a un mar, ni a MÁR, aunque podría ser similar. Ojalá las guerras fueran por medidas, por ideologías, por mejorar la situación actual. No sobre quien compra el tornillo más fuerte y afilado para incrustarse a un sillón, por grande y poderoso que parezca.
Esta es la guerra actual, la corbata azul es una gran reliquia, que en cuanto se ata a un cuello, lo llena de anhelos, deseos, poder, capacidades y, sobre todo, poder. El cual, como todo, hay que saber usar. El verdadero objetivo no es planta 7, es maletín presidencial. Por eso, en vista a que el verdadero poder se puede llegar mediante la tenencia de la corbata podemos concluir que: “El poder desgasta solo a quien no lo posee”.
Estimado 2023, no te conocen pero ya te desean.
«La corbata es un medio, no el fin. Pero es el medio para llegar al fin»
AGA – La corbata azul – 18 de febrero de 2022
Tras largas horas de recorrido, el andante se encontró con otro señor al que, suplicando le dijo: “Señor, ¿tiene usted agua?”. A lo que el interpelado respondió: “no caballero, no tengo agua, pero si lo desease le puedo vender una corbata azul. Mire, tengo muchas”.
El andante, frustrado, siguió su camino por el desierto, notando la sequía en su garganta, pero sin perder el gran anhelo de beber, beber y beber. Vio a lo lejos otra persona, a la que tras correr hacia esta interpeló jadeando: “disculpe, ¿tiene usted agua?”. A lo que el preguntado respondió: “no señor, no tengo agua, pero tengo muchas corbatas azules; le puedo vender una”. El sediento, casi perdiendo las formas dijo: “pero porqué tantas corbatas y corbatas, solo quiero mucha agua».
El enfado del sediento se acumulaba, la boca se secaba, pero sus esperanzas de beber eran insaciables. Para el asombro del sediento, visualizó a lo lejos un grandioso manantial de agua. La alegría y la ilusión no cabían en él, por fin iba a poder saciarse y beber hasta explotar. Corrí, corría y corría, el sudor se adentraba en sus ojos, pero la visión del manantial era lo que movía sus anhelos.
Cuando se acercaba al manantial, vio una gran puerta. La puerta con la que llevaba años soñando y solo en imágenes había visto. No obstante, cuando tan solo unos pasos lo separaban del manantial, un gran hombre le preguntó: “¿estimado sediento, tiene usted una corbata azul?”. “No”, respondió el ilusionado sediento. “En ese caso, estimado caballero, sin corbata azul, no puede entrar a la fuente de la saciedad, no puede usted entrar al manantial”.
Si el partido azul llega en los años venideros a sumar una mayoría electoral, será solo quien tenga la corbata azul, a quien se le abrirán las puertas de la Moncloa. Pero solo uno puede llevar la corbata azul, no es algo ni posible de compartir ni que se desee compartir. Llevarla es único, debe ser visto como un deber, no como un privilegio, como un instrumento, no como un fin. A pesar de esto, para desgracia nuestra, no todos lo ven o saben verlo así.
Génova 13, planta 7, objetivo inicial. La Moncloa, maletín presidencial, objetivo final.
Las guerras, no solo hay que observarlas, también hay que entenderlas. La corbata azul es necesaria, pero llegar a ella es vital. Para quienes entiendan o quieran entender; el sediento llega a un manantial, no a un mar, ni a MÁR, aunque podría ser similar.
Ojalá las guerras fueran por medidas, por ideologías, por mejorar la situación actual. No sobre quien compra el tornillo más fuerte y afilado para incrustarse a un sillón, por grande y poderoso que parezca.
Esta es la guerra actual, la corbata azul es una gran reliquia, que en cuanto se ata a un cuello, lo llena de anhelos, deseos, poder, capacidades y, sobre todo, poder. El cual, como todo, hay que saber usar. El verdadero objetivo no es planta 7, es maletín presidencial. Por eso, en vista a que el verdadero poder se puede llegar mediante la tenencia de la corbata podemos concluir que: “El poder desgasta solo a quien no lo posee”.
Estimado 2023, no te conocen pero ya te desean.