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    Morir matando

    Alberto García ChaparroMorir matando21 de febrero de 2022

    La política española puede ser muchas cosas, pero no aburrida. Qué pena que lo entretenida que sea la democracia de un país no sea uno de los criterios que utilizan los inversores extranjeros para dejar su dinero dentro de nuestras fronteras.   El espectáculo al que todos los españoles hemos atendido perplejos estos últimos días, con espías, contratos, reproches y acusaciones de corrupción es más propio de un capítulo de House of Cards que de la política de la cuarta economía del euro. Una vez más, la ciudadanía ve sorprendida desde la barrera cómo nuestros gobernantes invierten el tiempo y el dinero del contribuyente no en debatir sobre la subida de la luz o el desempleo, sino en guerras fratricidas que nada interesan a España. Las consecuencias del harakiri del Partido Popular son nefastas para un país que no puede permitirse cuatro años más de gobierno de Pedro Sánchez. No hay ninguna duda de que la autodestrucción del principal partido de la oposición allana el camino a nuestro vanidoso y omnipotente presidente del Gobierno a habitar una legislatura más el Palacio de la Moncloa.  Llegue o no la sangre al río en Génova 13, el daño, profundo y doloroso, ya existe. Gane Isabel Díaz Ayuso o Pablo Casado este inútil enfrentamiento, será una victoria de plata, ya que el oro aterrizará una vez más en Ferraz.   
     
    La inmolación del centro-derecha en España deja ante nosotros un panorama profundamente desolador, con un Ciudadanos raquítico esperando el pitido final del partido y un Vox que ejerce de agujero negro que atrapa sin miramientos todo el descontento al sanchismo. Dejar trabajar a Teodoro ha supuesto la peor estrategia electoral y política de la historia del Partido Popular desde que el señor Rajoy incumpliera en el gobierno todas y cada una de las promesas con las que se presentó en la campaña de 2011.
    Aún es demasiado pronto como para ver el alcance y la magnitud del desastre, pero la demoscopia ya nos permite saber que el sorpasso de los de Abascal a los populares es una realidad indiscutible. Todo parece indicar que la hemorragia del Partido Popular es de tal calibre que sólo la cabeza de alguno de los implicados puede taponarla.
     
    Suele decirse que no hay peor ciego que el que no quiere ver su propia realidad. Pablo Casado se resiste a admitir que, si él es el candidato del Partido Popular en las próximas elecciones generales, el resultado será catastrófico. Isabel Díaz Ayuso no es Adolfo Suárez, pero es la tuerta en el partido de los ciegos. El desalojo de Casado de la séptima planta de Génova 13 será una realidad más pronto que tarde. Con esto, la duda ahora está en si morirá matando la poca esperanza que existe de mandar a Sánchez a la jubilación en 2023.  

    Ayuso no es Adolfo Suárez, pero es la tuerta en el partido de los ciegos.

    Alberto García Chaparro

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