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    Pienso, luego soy libre

    AGA – Pienso, luego soy libre – 4 de marzo de 2022

    Pienso, sigo pensando, vuelvo a pensar, luego, tal vez exista.

    Hay libros que sencillamente son obras de arte, cuya lectura enriquece, dispone y forma al ser humano. La mente necesita de vez en cuando ser agitada, nuestra forma de percibir la realidad precisa frecuentemente de ser agitada, de aquí que muchos, tras agitarse, empiecen a pensar.

    Hay palabras que por si solas dicen demasiado: pensar. No es fácil, si lo fuese cualquiera lo haría, es escaso, pues no todos lo hacen, y es un arte, pues también hay que saber hacerlo. No obstante, la naturaleza humana no siempre es proclive ni a la reflexión, ni al análisis ni al pensamiento. No solo por ser el propio instinto guía constante del ser humano, sino, además, por los tiempos que corren.

    A día de hoy, para muchos, leer tan solo un artículo supone un esfuerzo desproporcionado; por no hablar de un libro, la contraportada se hace eterna. Esto no debería pasarnos desapercibido, la impaciencia no es mala, pero, cuando se establece como fundamento de la sociedad, es un gran problema de presente y de futuro. La impaciencia, aunque no sea fácil de apreciar, atonta al individuo y empobrece la sociedad. El individuo pasa a, no solo desear, sino exigir y demandar lo corto y rápido. En consecuencia, como las empresas y medios de comunicación tienen al consumidor como eje central, también caen en esta misma trampa. En definitiva, un bucle que deteriora la sociedad.

    Frente a la inmediatez, la sencillez y la mediocridad instalada en nuestros días están el detenimiento, pensar y leer. Lo arduo, lo pesado, es complicado; como afirmaba Blaise Pascal: “nuestros males derivan de una sola causa, nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. Porque pensar implica responsabilidad, implica tiempo, voluntad, incluso, a veces, necesidad.

    Un cuadro se puede ver, una majestuosa pieza musical se puede escuchar, un exquisito plato de comida se puede degustar, pero hay formas de arte que tan solo uno mismo puede experimentar. En el caso de pensar, sus consecuencias sí se pueden leer, escuchar y saborear, pero lo verdaderamente enriquecedor, es experimentarlo. Por su enriquecimiento, por lo que en uno genera. Pensar es libertas, pensar es saber, pensar hace llorar, hace gritar, hace reflexionar,hace experimentar. En definitiva, pensar es una de las acciones más dignas y fructíferas que el ser humano puede llevar a cabo. Pensar eleva al ser humano, por eso es arte. Todo lo que verdaderamente es arte, eleva al ser humano, de lo contrario, lo denigra y, por ende, a la sociedad en su conjunto.

    Pensar lleva al ser humano a poder gobernarse, a no depender de otros. Los tontos, incultos e ignorantes, por desgracia no escasean, son los que se acaban convirtiendo en rebaño. No son capaces de pensar por sí mismos, necesitan que otros piensen por ellos. En definitiva, como dice Jorge Freire en Agitación, “quien no sabe gobernarse, pide ser gobernado”.

    Por esto, por todo esto, por todo lo que esconde el libro si son capaces de ir más allá de la portada, no puedo estar más en concordancia con el señor d. Carles Francino: “este libro hace algo tan rompedor como pararnos a pensar”.

    «Quien no sabe gobernarse, pide ser gobernado»

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