Ignacio Jiménez Alonso – No me pegues después de leer esto – 5 de mayo de 2022
¡Me encanta debatir! Es una de mis muchas (muchísimas, ‘demasiadas’ tal y como dicen los que me conocen) pasiones. Y si debato con alguien que sabe más que yo, lo disfruto aún más porque aprendo, reflexiono y pongo a prueba mi capacidad de argumentación aún más.
En esta ocasión debatí con un gran amigo mío sobre una película muy reciente: The Batman (2022). Él es un gran entendido en el universo DC y un apasionado experto de Batman (por algo es su superhéroe favorito). Fue una interesante batalla amistosa, por lo que mi “error” no fue enfrentarme dialécticamente contra él, fue tener una opinión totalmente diferente a lo que el público en masa y, tristemente, una parte de la crítica defendían.
“Espectacular” decía The HuffPost; lo compro. “Obra maestra” decía El País; lo comparto y lo defiendo. “El mejor Batman hasta la fecha”… ¿¡Cómo!? Lo siento, querido lector, si te duele leer esto, pero Robert Pattinson no ha encarnado al ‘mejor Batman hasta la fecha’ ni de lejos.
Lo primero y más importante, no podemos olvidarnos del origen de Batman: un detective enmascarado (de ahí el nombre de DC: Detective Comics) con gadgets muy molones que aparece por primera vez en un cómic de 1939. No obstante, a partir de la década de los 80, se explota cada vez más la imagen de superhéroe que hoy conocemos, ya que la imagen de detective dejó de ser atractiva para los lectores. Por tanto, para poder afirmar lo escrito más arriba, me baso en la concepción de lo que es un ‘superhéroe’, inherente al personaje de Batman. Se llama superhéroe a aquel que es más que un héroe. Es decir, aquel que realiza hazañas que nadie más podría hacer, ya que héroes podemos ser todos: un ciudadano que rescata a una anciana atrapada en un piso en llamas, un transeúnte que para en seco un carrito de bebé descontrolado calle abajo, incluso tú, querido lector, eres un héroe cuando te comes todos los guisantes, como dice el anuncio de Findus®. Además, el superhéroe siempre es guiado por una serie de nobles valores: la justicia, la búsqueda del bien… poniendo en relieve sus virtudes humanas más ejemplares. ‘La venganza’, la frase más repetida en este filme, no es ni un noble valor ni una ejemplar virtud, y eso es lo que representa -hasta los últimos 5 minutos de la película en los que el personaje alcanza su desarrollo dramático y entiende su verdadero rol en la historia- el Batman de Pattinson. En resumen, un superhéroe es aquel que, realizando heroicidades de manera superlativa, proezas necesarias que nadie puede hacer, constituye nuestro alter ego, nuestro ejemplo a seguir, ya que todos estamos llamados a cultivar y anhelar las virtudes humanas.
Para gustos, colores: habrá quien prefiera a un detective disfrazado de murciélago que, persiguiendo un oscuro sentimiento vengativo por la muerte de sus padres, resuelve los crímenes agenciados a una comisaría de policía en la que todos parecen ineptos, en vez de a un superhéroe cuyo objetivo es salvar a toda una ciudad. Eso sí, quien crea que el concepto de ‘superhéroe’ predomina sobre el de ‘detective’ en el personaje de Batman (visión que aparece notablemente en las historias de éste llevadas a la gran pantalla), no me puede decir que el protagonista de la película policiaca de Matt Reeves es ‘el mejor Batman hasta la fecha’. Es por ello que, a lo largo de este artículo, echaré mano de la comparación entre los elementos de la trilogía de El Caballero Oscuro (2005, 2008, 2012) de Christopher Nolan y los elementos de The Batman, ya que las primeras sí son, en mi humilde opinión, las mejores películas de Batman.
Teniendo en cuenta esto, podemos afirmar sin miedo a la exageración que Christian Bale es mucho mejor Batman -el superhéroe- que Robert Pattinson. Lo primero en lo que uno se fija para sostener este argumento es en el aspecto físico. En una de las muchas entrevistas que le hicieron, Pattinson confesó que exigió no seguir ninguna dieta ni ninguna rutina de ejercicio durante el rodaje de The Batman,que “Batman era lo que él podía mostrar”. No sé, querido lector, si a ti te habrá pasado al ver la película, pero a mí me resulta imposible creer que un tirillas flacucho, de aspecto enfermizo, de pómulos y sienes demasiado marcadas y pálido como la leche, pueda imponer justicia a base de mamporros y sostenerse en pie recibiendo todo lo que recibe Batman. Se me podrá recriminar que me baso en un estereotipo; no lo niego, pero el mismo que me recrimina eso, me dirá que Pattinson es mejor Batman, pero para ser mejor tendría que superar el estereotipo, no empeorar la imagen del Justiciero de la Noche, tal y como lo hace el actor de Crepúsculo. Por otro lado, se aprecia y disfruta la experiencia en esto de ser actor que Bale le saca a Pattinson: la manera de expresar una emoción, de moverse, de respetar un silencio sin exagerarlo… de encarnar al excéntrico millonario Bruce Wayne y al implacable Caballero Oscuro. Simple y llanamente mejor. Como broche final a este apartado, creo que es justicia decir que se cumple eso de que ‘un actor lastra toda su vida, para bien o para mal, con la actuación de su primera película de éxito’. Por ejemplo, Al Pacino lastra con su magnífica interpretación de mafioso y gánster en la saga de El Padrino (1972); y Robert Pattinson lleva a cuestas su papel de vampiro adolescente en la saga de Crepúsculo (2008), de ahí que encarnar a un murciélago diferente le haya venido grande.
¿Y qué sería Batman sin sus emblemáticos villanos? En la trilogía de Christopher Nolan se nos presentan increíbles supervillanos a la altura de un increíble superhéroe: un Espantapájaros inteligente y meticuloso, características que hacen de su plan algo extremadamente malévolo; un Joker de Oscar, completamente loco y estrambótico que hipnotiza a todo tipo de espectadores; un Dos Caras con un desarrollo dramático apoteósico; y un Ra’s al Ghul y un Bane perversamente escalofriantes. Personajes increíbles, en el sentido más literal de la palabra, con muchos ‘fuegos artificiales’, mucho ingenio, desarrollo y drama, interpretados por actores increíbles. En cambio, en The Batman, Paul Dano hace una interpretación soberbia, sublime, magnífica… pero que se encuentra embutida, metida a calzador, en un personaje muy normal, un malo que no es tan malo, un psicópata cualquiera que no asusta, ni intriga, ni emociona al espectador. Con un plan más que predecible, una justicia demagógica que confunde a los que pensamos en política incluso viendo una película de “superhéroes”, y un vestuario y una historia que dejan un poco que desear, el verdadero Enigma de Matt Reeves es por qué no desarrolló la maldad y excentricidad del villano en pos de emocionar al espectador y atarle boquiabierto a la butaca, tal y como lo hace Nolan con los ‘fuegos artificiales’ de sus supervillanos.
Por último, la ambientación. “En el justo medio está la virtud” decía Aristóteles, frase dirigida, sin duda alguna, a Matt Reeves, Greig Fraser (director de fotografía) y Michael Giacchino (compositor de la banda sonora). The Batman se excede en el tono oscuro y tétrico, en la ambientación ‘emo’ y lánguida. A pesar de que en muchas escenas juegan espléndidamente bien con las luces y las sombras -sobre todo con estas últimas-, la cinta es engullida por completo por la oscuridad y la negrura de un corazón que solo busca venganza. En cambio, el contraste entre los vivos tonos de los escenarios (los días de sol, el rojo anaranjado del fuego, el mármol blanco de la Mansión Wayne), con el traje negro del Caballero Oscuro, llena las películas de Nolan de dinamismo, emoción, magnificencia y, por qué no, alegría. Pasa lo mismo con la banda sonora: Giacchino coge la Marcha fúnebre de Frederic Chopin y le introduce unos bajos que retumban dentro del cuerpo del espectador, destruyendo hasta las ganas de vivir. Y, en este punto, The Batman se excede en el uso de los dos temas predominantes, a cada cual más triste y desesperante: “WaterTower”, el tema principal, y “Something in the way”, la canción de Nirvana. Por otro lado, la esperanza y la solemnidad son palpables en las notas de las emocionantes partituras de Hans Zimmer, creando así una banda sonora que no cansa por mucho que se escuche, porque avisa de que Batman está cerca, de que la justicia, la salvación de la ciudad, están cerca, y ante estas sensaciones no podemos hacer otra cosa que levantarnos del sofá con la piel de gallina y los pelos como escarpias. En cualquier otra película no habría puesto pegas, pero, ¿en una película sobre Batman? Que sí, que es un superhéroe muy relacionado con la noche, pero sigue siendo el adalid de la esperanza, no solo para los habitantes de Gotham, sino para todos nosotros, y la esperanza ni es oscura, ni triste, ni escucha a Nirvana.
Por supuesto, que The Batman no sea la mejor película sobre el Hombre Murciélago, como bien se puede demostrar, no significa que no sea una gran película con la que poder disfrutar gustosamente. A mí me encantó porque es una película muy buena; no la mejor, pero sí muy buena. A mi parecer, Reeves consigue llevar el personaje original de Batman -el detective- al cine noir a través de una ambientación oscura y gótica, tal y como lo es la ciudad de Gotham (‘Ciudad Gótica’ llamada en los países latinoamericanos). No obstante, el posible “error” que cometí fue verla con las expectativas a la altura de la opinión de casi todo el público. Unas expectativas que la posicionaban por encima de una trilogía cuidada al detalle, por delante de una saga de películas, como son las dirigidas por Christopher Nolan, que son auténticas joyas cinematográficas en todos los aspectos (fotografía, música, efectos visuales, guión, actuación…). Pero The Batman se queda en lo que es: una especie de reposición expresionista de Zodiac (2007) con un toque ‘trash’, ‘grunge’, al estilo de Kurt Cobain y las maquilladas caritas de pena de Robert Pattinson. Aun así, aplaudí al terminar la película porque verdaderamente lo merece.
Lo dicho, querido lector: ¡me encanta debatir! Y cómo me gustaría oír tu opinión y debatir contigo acerca de esta obra maestra, pero, por favor, no me pegues después de leer esto. Espero y deseo haber generado en ti ganas de reflexionar. De debatir. De pensar.
No puedo poner punto y final a este artículo sin agradecer antes a este gran amigo mío, Guillermo Izquierdo de Cabo, quien, además de compartir la opinión escrita y argumentada en este pequeño ensayo al finalizar nuestro debate, me ha enseñado mucho.
«Espero y deseo haber generado en ti ganas de reflexionar. De debatir. De pensar»
Ignacio Jiménez Alonso – No me pegues después de leer esto – 5 de mayo de 2022
¡Me encanta debatir! Es una de mis muchas (muchísimas, ‘demasiadas’ tal y como dicen los que me conocen) pasiones. Y si debato con alguien que sabe más que yo, lo disfruto aún más porque aprendo, reflexiono y pongo a prueba mi capacidad de argumentación aún más.
En esta ocasión debatí con un gran amigo mío sobre una película muy reciente: The Batman (2022). Él es un gran entendido en el universo DC y un apasionado experto de Batman (por algo es su superhéroe favorito). Fue una interesante batalla amistosa, por lo que mi “error” no fue enfrentarme dialécticamente contra él, fue tener una opinión totalmente diferente a lo que el público en masa y, tristemente, una parte de la crítica defendían.
“Espectacular” decía The HuffPost; lo compro. “Obra maestra” decía El País; lo comparto y lo defiendo. “El mejor Batman hasta la fecha”… ¿¡Cómo!? Lo siento, querido lector, si te duele leer esto, pero Robert Pattinson no ha encarnado al ‘mejor Batman hasta la fecha’ ni de lejos.
Lo primero y más importante, no podemos olvidarnos del origen de Batman: un detective enmascarado (de ahí el nombre de DC: Detective Comics) con gadgets muy molones que aparece por primera vez en un cómic de 1939. No obstante, a partir de la década de los 80, se explota cada vez más la imagen de superhéroe que hoy conocemos, ya que la imagen de detective dejó de ser atractiva para los lectores. Por tanto, para poder afirmar lo escrito más arriba, me baso en la concepción de lo que es un ‘superhéroe’, inherente al personaje de Batman. Se llama superhéroe a aquel que es más que un héroe. Es decir, aquel que realiza hazañas que nadie más podría hacer, ya que héroes podemos ser todos: un ciudadano que rescata a una anciana atrapada en un piso en llamas, un transeúnte que para en seco un carrito de bebé descontrolado calle abajo, incluso tú, querido lector, eres un héroe cuando te comes todos los guisantes, como dice el anuncio de Findus®. Además, el superhéroe siempre es guiado por una serie de nobles valores: la justicia, la búsqueda del bien… poniendo en relieve sus virtudes humanas más ejemplares. ‘La venganza’, la frase más repetida en este filme, no es ni un noble valor ni una ejemplar virtud, y eso es lo que representa -hasta los últimos 5 minutos de la película en los que el personaje alcanza su desarrollo dramático y entiende su verdadero rol en la historia- el Batman de Pattinson. En resumen, un superhéroe es aquel que, realizando heroicidades de manera superlativa, proezas necesarias que nadie puede hacer, constituye nuestro alter ego, nuestro ejemplo a seguir, ya que todos estamos llamados a cultivar y anhelar las virtudes humanas.
Para gustos, colores: habrá quien prefiera a un detective disfrazado de murciélago que, persiguiendo un oscuro sentimiento vengativo por la muerte de sus padres, resuelve los crímenes agenciados a una comisaría de policía en la que todos parecen ineptos, en vez de a un superhéroe cuyo objetivo es salvar a toda una ciudad. Eso sí, quien crea que el concepto de ‘superhéroe’ predomina sobre el de ‘detective’ en el personaje de Batman (visión que aparece notablemente en las historias de éste llevadas a la gran pantalla), no me puede decir que el protagonista de la película policiaca de Matt Reeves es ‘el mejor Batman hasta la fecha’. Es por ello que, a lo largo de este artículo, echaré mano de la comparación entre los elementos de la trilogía de El Caballero Oscuro (2005, 2008, 2012) de Christopher Nolan y los elementos de The Batman, ya que las primeras sí son, en mi humilde opinión, las mejores películas de Batman.
Teniendo en cuenta esto, podemos afirmar sin miedo a la exageración que Christian Bale es mucho mejor Batman -el superhéroe- que Robert Pattinson. Lo primero en lo que uno se fija para sostener este argumento es en el aspecto físico. En una de las muchas entrevistas que le hicieron, Pattinson confesó que exigió no seguir ninguna dieta ni ninguna rutina de ejercicio durante el rodaje de The Batman,que “Batman era lo que él podía mostrar”. No sé, querido lector, si a ti te habrá pasado al ver la película, pero a mí me resulta imposible creer que un tirillas flacucho, de aspecto enfermizo, de pómulos y sienes demasiado marcadas y pálido como la leche, pueda imponer justicia a base de mamporros y sostenerse en pie recibiendo todo lo que recibe Batman. Se me podrá recriminar que me baso en un estereotipo; no lo niego, pero el mismo que me recrimina eso, me dirá que Pattinson es mejor Batman, pero para ser mejor tendría que superar el estereotipo, no empeorar la imagen del Justiciero de la Noche, tal y como lo hace el actor de Crepúsculo. Por otro lado, se aprecia y disfruta la experiencia en esto de ser actor que Bale le saca a Pattinson: la manera de expresar una emoción, de moverse, de respetar un silencio sin exagerarlo… de encarnar al excéntrico millonario Bruce Wayne y al implacable Caballero Oscuro. Simple y llanamente mejor. Como broche final a este apartado, creo que es justicia decir que se cumple eso de que ‘un actor lastra toda su vida, para bien o para mal, con la actuación de su primera película de éxito’. Por ejemplo, Al Pacino lastra con su magnífica interpretación de mafioso y gánster en la saga de El Padrino (1972); y Robert Pattinson lleva a cuestas su papel de vampiro adolescente en la saga de Crepúsculo (2008), de ahí que encarnar a un murciélago diferente le haya venido grande.
¿Y qué sería Batman sin sus emblemáticos villanos? En la trilogía de Christopher Nolan se nos presentan increíbles supervillanos a la altura de un increíble superhéroe: un Espantapájaros inteligente y meticuloso, características que hacen de su plan algo extremadamente malévolo; un Joker de Oscar, completamente loco y estrambótico que hipnotiza a todo tipo de espectadores; un Dos Caras con un desarrollo dramático apoteósico; y un Ra’s al Ghul y un Bane perversamente escalofriantes. Personajes increíbles, en el sentido más literal de la palabra, con muchos ‘fuegos artificiales’, mucho ingenio, desarrollo y drama, interpretados por actores increíbles. En cambio, en The Batman, Paul Dano hace una interpretación soberbia, sublime, magnífica… pero que se encuentra embutida, metida a calzador, en un personaje muy normal, un malo que no es tan malo, un psicópata cualquiera que no asusta, ni intriga, ni emociona al espectador. Con un plan más que predecible, una justicia demagógica que confunde a los que pensamos en política incluso viendo una película de “superhéroes”, y un vestuario y una historia que dejan un poco que desear, el verdadero Enigma de Matt Reeves es por qué no desarrolló la maldad y excentricidad del villano en pos de emocionar al espectador y atarle boquiabierto a la butaca, tal y como lo hace Nolan con los ‘fuegos artificiales’ de sus supervillanos.
Por último, la ambientación. “En el justo medio está la virtud” decía Aristóteles, frase dirigida, sin duda alguna, a Matt Reeves, Greig Fraser (director de fotografía) y Michael Giacchino (compositor de la banda sonora). The Batman se excede en el tono oscuro y tétrico, en la ambientación ‘emo’ y lánguida. A pesar de que en muchas escenas juegan espléndidamente bien con las luces y las sombras -sobre todo con estas últimas-, la cinta es engullida por completo por la oscuridad y la negrura de un corazón que solo busca venganza. En cambio, el contraste entre los vivos tonos de los escenarios (los días de sol, el rojo anaranjado del fuego, el mármol blanco de la Mansión Wayne), con el traje negro del Caballero Oscuro, llena las películas de Nolan de dinamismo, emoción, magnificencia y, por qué no, alegría. Pasa lo mismo con la banda sonora: Giacchino coge la Marcha fúnebre de Frederic Chopin y le introduce unos bajos que retumban dentro del cuerpo del espectador, destruyendo hasta las ganas de vivir. Y, en este punto, The Batman se excede en el uso de los dos temas predominantes, a cada cual más triste y desesperante: “WaterTower”, el tema principal, y “Something in the way”, la canción de Nirvana. Por otro lado, la esperanza y la solemnidad son palpables en las notas de las emocionantes partituras de Hans Zimmer, creando así una banda sonora que no cansa por mucho que se escuche, porque avisa de que Batman está cerca, de que la justicia, la salvación de la ciudad, están cerca, y ante estas sensaciones no podemos hacer otra cosa que levantarnos del sofá con la piel de gallina y los pelos como escarpias. En cualquier otra película no habría puesto pegas, pero, ¿en una película sobre Batman? Que sí, que es un superhéroe muy relacionado con la noche, pero sigue siendo el adalid de la esperanza, no solo para los habitantes de Gotham, sino para todos nosotros, y la esperanza ni es oscura, ni triste, ni escucha a Nirvana.
Por supuesto, que The Batman no sea la mejor película sobre el Hombre Murciélago, como bien se puede demostrar, no significa que no sea una gran película con la que poder disfrutar gustosamente. A mí me encantó porque es una película muy buena; no la mejor, pero sí muy buena. A mi parecer, Reeves consigue llevar el personaje original de Batman -el detective- al cine noir a través de una ambientación oscura y gótica, tal y como lo es la ciudad de Gotham (‘Ciudad Gótica’ llamada en los países latinoamericanos). No obstante, el posible “error” que cometí fue verla con las expectativas a la altura de la opinión de casi todo el público. Unas expectativas que la posicionaban por encima de una trilogía cuidada al detalle, por delante de una saga de películas, como son las dirigidas por Christopher Nolan, que son auténticas joyas cinematográficas en todos los aspectos (fotografía, música, efectos visuales, guión, actuación…). Pero The Batman se queda en lo que es: una especie de reposición expresionista de Zodiac (2007) con un toque ‘trash’, ‘grunge’, al estilo de Kurt Cobain y las maquilladas caritas de pena de Robert Pattinson. Aun así, aplaudí al terminar la película porque verdaderamente lo merece.
Lo dicho, querido lector: ¡me encanta debatir! Y cómo me gustaría oír tu opinión y debatir contigo acerca de esta obra maestra, pero, por favor, no me pegues después de leer esto. Espero y deseo haber generado en ti ganas de reflexionar. De debatir. De pensar.
No puedo poner punto y final a este artículo sin agradecer antes a este gran amigo mío, Guillermo Izquierdo de Cabo, quien, además de compartir la opinión escrita y argumentada en este pequeño ensayo al finalizar nuestro debate, me ha enseñado mucho.