Alfonso L. Galiana – Ángel Tellez: explosión de pureza en San Isidro – 28 de mayo de 2022
Por fin se hizo la luz, y Ángel se elevó en olor de multitudes al cielo venteño, el cuál está reservado sólo a unos pocos tocados con la varita mágica del TOREO, en mayúsculas. Porque lo que ayer se vivió en la calle Alcalá 237 será recordado por aquellos que tuvieron el privilegio de vivirlo como la explosión de un chico que lo tiene todo para convertirse en figura del toreo.
Con tan solo 23 años y poco más de 20 corridas de toros a sus espaldas, Ángel Téllez llegaba a San Isidro por la puerta trasera y sin hacer mucho ruido. Sin apoderado y ayudado por su tío Fernando, consiguió un puesto en la corrida del hierro de Arauz de Robles el pasado 17 de mayo. Eran pocos los que conocían su nombre y sabían de las cualidades de este chaval, la gran mayoría -entre la que me incluyo- nunca habíamos oído hablar de él. No obstante, fue una muy grata sorpresa descubrir la excletente calidad de este joven matador aquella tarde, donde nos dejó un carísimo toreo al natural a un noble ejemplar de Arauz; faena que fue malograda por la espada pero que bastó para que Madrid apuntara su nombre en la lista de aquellos que están bendecidos con el don de la pureza y el temple, cualidades por excelencia del toreo.
Pero la cosa no queda aquí, sino que esas dos series con la mano izquierda le bastaron para que la empresa le otorgara la sustitución de Emilio de Justo en la corrida de Victoriano del Rio del día 27, una de las fechas señaladas en el calendario isidril por todos los aficionados. No les mentiré, la decisión fue muy arriesgada, el extremeño es una de las máximas figuras del escalafón mientras que Téllez, hasta ayer, era un completo desconocido para el público mayoritario que acude a Las Ventas. El cartel no era igual de atractivo que a priori y si la apuesta salía mal las malas lenguas podrían achacar a la empresa esta decisión para así ahorrarse un dinerillo.
Pero Ángel Téllez, consciente de la gran oportunidad que se le presentaba y a la altura de la de la responsabilidad que exigía las circunstancias, no dejó ningún tipo de cabida a la especulación. Desde el primer momento, tanto con el capote como con la muleta, dejó claro que tenía la capacidad y las ganas de ser alguien en el toreo, y nos dio una verdadera lección a todos, demostrando que el que quiere y trabaja para ello, puede.
También se pudo ver clarísimamente la clase de torero que es, pues quedó más que demostrado que por encima de todas sus cualidades destaca la pureza como santo y seña de su toreo, ese toreo eterno que por mucho que pasen los años sigue siendo el concepto que verdaderamente emociona y transmite. Téllez toreó como se tiene que torear, en Madrid y todos los demás sitios, más allá de los viejos y peligrosos mantras de cierto sector de la afición madrileña. Toreando al hilo del pitón, ofreciendo el pecho y ligando los muletazos sobre los talones cuando el toro repetía, siempre con un extraordinario sentido del temple y evitando que el toro le tocara la muleta; y cruzándose al pitón contrario, dándole tiempo al toro para sacarle pases de una catadura muy elevada, cuando este se paraba. En el primero pudimos disfrutar de este toreo, pero fue en el segundo, un toro con menos clase pero con mucha más bravarura (pues la bravura es eso, ir a más, crecerse ante el castigo) en el que verdaderamente rompió la tarde.
Sí, quizás no estuvo acertado con la espada en ninguno de sus toros. Probablemente la primera estocada quedó algo baja y la segunda, tras un pinchazo, un pelín tendida y desprendida. Puede ser que Téllez cometiera pequeños errores, lógicos para un torero con tan poco rodaje. Seguramente, si lo analizamos fríamente, el conjunto de la tarde no era de Puerta Grande debido a los fallos con los aceros. Pero que importa todo eso si Ángel consiguió lo más difícil de todo, emocionar y levantar de sus asiento a 23.000 almas, ponerlas de acuerdo y sellar la actuación más rotunda en esta Feria de San Isidro hasta el momento. Y eso, claro está, solo está reservado para unos pocos elegidos.
Todavía es muy pronto para hacer balances y hablar de triunfadores y mejores faenas, ya llegará. Máxime cuando todavía resta más de una semana de toreo con la corrida extraordinaria de la Beneficencia como principal aliciente de esta. Pero está claro que la tarde de ayer, gracias a Ángel Téllez y a los buenos ejemplares de Victoriano que le tocaron en suerte, va permanecer en la retina y la memoria de los aficionados por un tiempo muy largo, y eso es lo que verdaderamente importa, pues el toreo, al menos como yo lo entiendo, es pasión y sentimiento, no trofeos y estadísticas, y no hay duda de que ayer Ángel Téllez se apasionó y nos apasionó a todos los que le vimos, ya sea en la plaza o en la televisión, lo cuál tiene aún más mérito.
Ahora solo queda esperar y ver que deparará el tiempo a este torero. Es todavía pronto para intentar predecirlo, y tampoco se debe caer en un endiosamiento prematuro. La hoja de ruta debe ser clara y firme. Téllez debe seguir trabajando y creciendo como torero, buscarse un buen apoderado que mire por su interés, pero sobre todo, no precipitarse. Conviene rescatar aquella frase de: “en el toreo, como el vida, todo lo bueno se hace despacio”; y en eso, Téllez demostró ayer que es un experto.
“Téllez consiguió lo más difícil de todo: emocionar y levantar de su asiento a más de 23.000 almas, ponerlas de acuerdo y sellar la actuación más rotunda en lo que va de feria”
Alfonso L. Galiana – Ángel Tellez: explosión de pureza en San Isidro – 28 de mayo de 2022
Por fin se hizo la luz, y Ángel se elevó en olor de multitudes al cielo venteño, el cuál está reservado sólo a unos pocos tocados con la varita mágica del TOREO, en mayúsculas. Porque lo que ayer se vivió en la calle Alcalá 237 será recordado por aquellos que tuvieron el privilegio de vivirlo como la explosión de un chico que lo tiene todo para convertirse en figura del toreo.
Con tan solo 23 años y poco más de 20 corridas de toros a sus espaldas, Ángel Téllez llegaba a San Isidro por la puerta trasera y sin hacer mucho ruido. Sin apoderado y ayudado por su tío Fernando, consiguió un puesto en la corrida del hierro de Arauz de Robles el pasado 17 de mayo. Eran pocos los que conocían su nombre y sabían de las cualidades de este chaval, la gran mayoría -entre la que me incluyo- nunca habíamos oído hablar de él. No obstante, fue una muy grata sorpresa descubrir la excletente calidad de este joven matador aquella tarde, donde nos dejó un carísimo toreo al natural a un noble ejemplar de Arauz; faena que fue malograda por la espada pero que bastó para que Madrid apuntara su nombre en la lista de aquellos que están bendecidos con el don de la pureza y el temple, cualidades por excelencia del toreo.
Pero la cosa no queda aquí, sino que esas dos series con la mano izquierda le bastaron para que la empresa le otorgara la sustitución de Emilio de Justo en la corrida de Victoriano del Rio del día 27, una de las fechas señaladas en el calendario isidril por todos los aficionados. No les mentiré, la decisión fue muy arriesgada, el extremeño es una de las máximas figuras del escalafón mientras que Téllez, hasta ayer, era un completo desconocido para el público mayoritario que acude a Las Ventas. El cartel no era igual de atractivo que a priori y si la apuesta salía mal las malas lenguas podrían achacar a la empresa esta decisión para así ahorrarse un dinerillo.
Pero Ángel Téllez, consciente de la gran oportunidad que se le presentaba y a la altura de la de la responsabilidad que exigía las circunstancias, no dejó ningún tipo de cabida a la especulación. Desde el primer momento, tanto con el capote como con la muleta, dejó claro que tenía la capacidad y las ganas de ser alguien en el toreo, y nos dio una verdadera lección a todos, demostrando que el que quiere y trabaja para ello, puede.
También se pudo ver clarísimamente la clase de torero que es, pues quedó más que demostrado que por encima de todas sus cualidades destaca la pureza como santo y seña de su toreo, ese toreo eterno que por mucho que pasen los años sigue siendo el concepto que verdaderamente emociona y transmite. Téllez toreó como se tiene que torear, en Madrid y todos los demás sitios, más allá de los viejos y peligrosos mantras de cierto sector de la afición madrileña. Toreando al hilo del pitón, ofreciendo el pecho y ligando los muletazos sobre los talones cuando el toro repetía, siempre con un extraordinario sentido del temple y evitando que el toro le tocara la muleta; y cruzándose al pitón contrario, dándole tiempo al toro para sacarle pases de una catadura muy elevada, cuando este se paraba. En el primero pudimos disfrutar de este toreo, pero fue en el segundo, un toro con menos clase pero con mucha más bravarura (pues la bravura es eso, ir a más, crecerse ante el castigo) en el que verdaderamente rompió la tarde.
Sí, quizás no estuvo acertado con la espada en ninguno de sus toros. Probablemente la primera estocada quedó algo baja y la segunda, tras un pinchazo, un pelín tendida y desprendida. Puede ser que Téllez cometiera pequeños errores, lógicos para un torero con tan poco rodaje. Seguramente, si lo analizamos fríamente, el conjunto de la tarde no era de Puerta Grande debido a los fallos con los aceros. Pero que importa todo eso si Ángel consiguió lo más difícil de todo, emocionar y levantar de sus asiento a 23.000 almas, ponerlas de acuerdo y sellar la actuación más rotunda en esta Feria de San Isidro hasta el momento. Y eso, claro está, solo está reservado para unos pocos elegidos.
Todavía es muy pronto para hacer balances y hablar de triunfadores y mejores faenas, ya llegará. Máxime cuando todavía resta más de una semana de toreo con la corrida extraordinaria de la Beneficencia como principal aliciente de esta. Pero está claro que la tarde de ayer, gracias a Ángel Téllez y a los buenos ejemplares de Victoriano que le tocaron en suerte, va permanecer en la retina y la memoria de los aficionados por un tiempo muy largo, y eso es lo que verdaderamente importa, pues el toreo, al menos como yo lo entiendo, es pasión y sentimiento, no trofeos y estadísticas, y no hay duda de que ayer Ángel Téllez se apasionó y nos apasionó a todos los que le vimos, ya sea en la plaza o en la televisión, lo cuál tiene aún más mérito.
Ahora solo queda esperar y ver que deparará el tiempo a este torero. Es todavía pronto para intentar predecirlo, y tampoco se debe caer en un endiosamiento prematuro. La hoja de ruta debe ser clara y firme. Téllez debe seguir trabajando y creciendo como torero, buscarse un buen apoderado que mire por su interés, pero sobre todo, no precipitarse. Conviene rescatar aquella frase de: “en el toreo, como el vida, todo lo bueno se hace despacio”; y en eso, Téllez demostró ayer que es un experto.