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    Un banco huérfano

    AGA Un banco huérfano10 de junio de 2022

    Los ojos ven, los oídos oyen y la mente recuerda. No solo recuerda, sino que también olvida.

    Lo vivido nos alienta, nos empuja, nos entristece, nos grita y nos susurra. No obstante, manteniendo las distancias con las calificaciones y sus respectivas conclusiones, la mejor forma de definir lo vivido es: lo vivido. Porque nadie más que tú, nadie más que yo, nadie más allá que el sujeto en cuestión conoce las curvas que han diseñado nuestro recto camino. No en la mañana, tampoco en el atardecer. Solo una vez el tiempo ha pasado, podemos verdaderamente ver lo que a nosotros nos ha forjado.

    ¿Es olvidar una actividad intrínseca a la naturaleza intelectual humana? Dentro de la minuciosa complejidad que la pregunta en cuestión plantea, la más acertada de las respuestas es que ”solo sé que no se nada”. Pues si algo sabemos es porque aun no lo hemos olvidado y si algo no recordamos es porque, aun habiéndolo vivido, ya le hemos olvidado. No obstante, lo que aun recordamos es probable que lo lleguemos a olvidar y lo que ya no recordamos puede algún día lo volvamos a recordar. Lo que quiere decir que lo que no recordamos lo podemos volver a recordar, aun ya no acordándonos, pero recordándonos de que ya no lo recordamos. Por ende, recordemos lo que recordemos será porque aún recordamos aquello que aun ya no recordando aun alcanzamos a recordar.

    A lo que surge la siguiente pregunta: ¿es posible olvidar lo primero que vivimos, que por tanto es lo primero que algún día recordamos? Lo primero vivido es, incurriendo en sonada redundancia, lo primero. Es decir, el origen, el principio. Se haya entre lo a priori y lo a posteriori, es el momento culmen en el que comenzamos a ser. A ser no aquello que nos define o que nos sentimos, sino aquello que, en esencia, somos, eres y soy.

    Un partido político no surge con su acta fundacional, tampoco con su primer mitin ni con sus primeros escaños, sino con el escueto instante en que a un zoon politikon discierne la necesidad del mismo. Las formas de llevarlo a cabo podrán divergir, el modo de trasladar un mismo u opuesto mensaje podrá competir uno con otro e incluso, la alineación con las normas preestablecidas puede ni llegarse a dar. A su vez, una candidatura electoral, una campaña política, dentro de la abismal complejidad y responsabilidad que esta presenta, tiene un origen, un objetivo, unas formas, unos equipos, unos aliados y unos enemigos. Unas barreras, unas elecciones, en tanto que decisiones a tomar y un plan a custodiar. Todo ello no debe ser olvidado, para cuando llegue el momento de recordar, recordarse de aquello que no debe ser olvidado ya que solo en el recuerdo quedará.    

    En la semana que vamos concluyendo, dos determinantes hombres tuvieron como identidad un banco. Para uno, vuelta a su origen, para otro, recordar lo que pocos han olvidado. El primero, en busca de consolidar y hacer avanzar un “cambio real”, para el segundo, una cuasi sentencia a quien “la fiesta del Brexit” casi le sale a pagar. Ambos empezaron sus andaduras en un banco, uno alzando la “vox” con un megáfono, otro “stemming” algo tan complejo en un simple “Get Brexit Done”.

    En definitiva, cada cual, con su pertinente discurso, cuyo desenlace común podría haber sido:
     
    “Porque fueron somos, porque somos serán”



    «Recordemos lo que recordemos, será porque aun recordamos aquello que, aun ya no recordando, aun alcanzamos a recordar»

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