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    Juan Manuel Moreno

    Diéguez Álvarez RojasJuan Manuel Moreno17/06/2002

    Juan Manuel Moreno, sonriente hombre de partido, empecinado del ascenso inequívoco del mediocre en el sistema, risa vinatera y feudal del señorito prefabricado. Los andaluces, recuerdo de una España mora, te miran raro. Y es normal, Juanma. Has sido el primero en dar un revés de derecha a los progres y los rojos. Es notable,
    de atención. Brazos extendidos y paternales al pueblo, señal de paz mesiánica. La paz del señorío, pues los andaluces no entienden de otro modo de ordenarse, coño. Eso, claro, no puede decirse, pero se piensa en tu partido. El padrecito Zar de la derecha, de la nueva derecha moderada, la derecha de la justicia social que impone el mercado, sin más ideología que el máximo beneficio, o lo que es lo mismo, carente de idea.

    Te miran raro, Juanma, pero no es por haber derrotado a la izquierda. No saben quién eres. ¿Lo sabes tú? Eso lo decidirá el equipo de marketing, que para eso está. Un producto, como todos. Pero eres el candidato perfecto para esta derecha cobarde. Una sonrisa cuidadosamente ensayada revela un fugaz aire aristocrático de látigo y orden siempre presente en cualquier conservador. ¿Acaso has olvidado el látigo? Sin embargo, la mirada no se maquilla ni se pule. Esquiva, tenue, mediocre, una mirada inculta de escaso decir, pues no tiene nada interesante que contar. Los andaluces lo notan, Juanma, perciben el engaño. Y la mirada es importante, pues muestra el alma propia, tanto así como sus propósitos y convicciones. Con una mirada se conquistó la Galia. Las palabras que usas, empero, no son sino un veneno vertido al oído, una farsa caduca, un discurso redactado por otros. Por eso te miran raro, Juanma. Eres un farsante. No eres auténtico. Un lienzo en blanco en el que se proyecta una idea política. No hablas tú. Lo atisban en tus ojos. Un Zaratustra sin látigo.

    El escaso decir propio se complementa con una estrategia impecable, capaz de aunar a todos bajo una bandera incierta, incolora, interrogante a todas luces; la bandera de la nueva derecha. La clave, no representas ni a los jornaleros ni a los señoritos. No eres nada y eso vende, abarcando todo. El líder faccionado de discurso fuerte y auténtico, pero responsable, murió con la mirada clara, pura e iracunda del Anguita árabe, combativo y utópico. Existen otros iracundos, pero son unos irresponsables. Ustedes, lectores, saben de quiénes hablo.

    Un Dux Bellorum parcial solo logra ocupar una fracción del todo, y eso a la derecha le viene mal en el sur. Hay más jornaleros que señoritos. Así, se cambió de estrategia. Ahora le das la mano al jornalero y al señorito. Al primero con cierta reticencia, pues te observa barbilamapiño, tostado al sol. Un acto descafeinado y deshonesto que concilia forzosamente el agua y el aceite. Las elecciones son pronto, Juanma. Se decide todo. Y con un calor agobiante. El único cobijo, los naranjos a pie de calle, tímida sombra de plata en la fiesta de la mal llamada democracia. Y los ingleses nos roban las naranjas amargas para hacer mermelada. Decía Cela que con el castellano todo puede expresarse a la perfección. Y así no se refleja sino una cultura barbárica, menor. Pero da igual. Antes del proceso, estarás en un espacio fresco, lejos de la chusma. De extrema necesidad se presenta, pues el maquillaje político del que estás hecho revela al calor del sol una verdad mediocre que a nadie gusta. Y si tú caes, cae la idea que representas. Eso es de manual. Tras el voto, el orgasmo del escrutinio. Después, el baño de masas, un par de lágrimas actuadas y la palma abierta y en alza.


    – El puño lo han patentado los progres, joder.

    – Y luego nos dicen a nosotros con la bandera.


    Querido Juanma, nostro amore, que la fortuna decida el porvenir. Tu formación lleva las de ganar. Al menos eso dicen. Las cartas están echadas y tu manga es buena. Sin referirte a nadie y sin ser nada, eres y te refieres a todos. La concreción de lo inconcreto. Órdago final. Todo estará bien si te conservas a la temperatura adecuada y los demás pasan en la jugada. Son mustios, sin ganas de recuperar una plaza en que la izquierda ha sido hegemónica.

    Pero ten cuidado, Juanma. Recuerda que el pueblo no termina de olvidar el sol monárquico, la tierra, la miseria y la muerte en vuestro verdadero cortijo presentes. Te miran raro. De su reticencia puede nacer la observación mayor hacia tus ojos y maquillajes. El sol andaluz, corazón delator, tarde o temprano borra impurezas y medias tintas, despertando el ardor irascible de la conciencia humana. Rintrah ruge, y bate sus fuegos en el ambiente cargado. Por eso has de llevar abanico, Juanma.

    » El sol andaluz, corazón delator, tarde o temprano borra impurezas y medias tintas, despertando el ardor irascible de la conciencia humana. «

    Referencia: https://www.libertaddigital.com/personajes/juan-manuel-moreno/

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