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    Un Siglo de Humillación

    José Joaquín Casavilla Calvo – el melancólico – 29 de junio de 2022

    El objetivo de este artículo es comprender el siglo de la humillación de China, del mismo modo que la mentalidad de ésta, ya que es un suceso que define la actual identidad del “Reino del centro”, traducción literal de China. No debemos olvidar que nos encontramos ante un pueblo que es muy orgulloso. Y no es para menos, ya que en primera instancia hemos de entender que China es una de las civilizaciones más antiguas del mundo, se ha construido producto de muchos imperios, y éste no ha dejado de ser su modelo, entre las dinastías más destacadas se encuentra la Han, Yuan, o Tang, por citar alguna. 

    En este contexto, tras poner fin a la dinastía Ming, como consecuencia del suicidio del último emperador Ming, ocasionada por la toma del poder de los Manchúes, minoría étnica y cultural del noreste de China, se dio lugar a la llegada de la dinastía Qing, que imperaría desde 1644 hasta el año 1912. Este imperio logró la mayor expansión territorial china, aunque se trataba de un imperio con una estabilidad relativa, debido, entre otras causas, a la oposición de la mayoría de los Han, etnia predominante, era visto con recelo y desconfianza por parte de la mayoría de la población.

    Sin embargo, a lo largo del siglo XIX y XX emerge cierta rivalidad con grandes potencias que le humillarían, iniciándose este proceso en el año 1839 y finalizando en 1849.

    El Imperio Británico importaba una gran cantidad de productos de China, no obstante, esta última estaba cerrada al comercio internacional y aunque tenía un gran mercado potencial del que podía sacar partido, el emperador Daoguang rehusó a ello.

    Los británicos, con la intencionalidad de equilibrar su balanza de pagos, indicador macroeconómico que tiene la funcionalidad de registro de todas las actividades monetarias entre un país y el resto del mundo durante un periodo de tiempo determinado, introdujeron a través del puerto de la actual Guangzhou, que se encontraba abierto a los extranjeros, el opio proveniente del Raj británico, puesto que era una sustancia que generaba bastante adicción y esto hacía que su comercio resultase lucrativo para los británicos. Por ello, China prohibiría su consumo, no obstante, sería en vano, ya que del mismo modo que sucedió durante la Ley Seca en Estados Unidos con el alcohol, el consumo de ésta no cesaba, recurriéndose incluso al contrabando de la misma.

    En 1839 iniciaría la primera guerra del opio contra el Imperio Británico como consecuencia de las tensiones producidas por lo mencionado previamente, que llevaron a China a confiscar el opio. Este conflicto fue humillante pues la China feudal fue aplastada por la Gran Bretaña moderna que sin reparo forzaría a China en el tratado de Nankín, a indemnizar a Reino Unido, del mismo modo que a abrir su comercio a nivel internacional, y a ceder la soberanía de la isla de Hong Kong.

    Esta gran humillación no sería olvidada y pese a una situación de gran inestabilidad en el interior del imperio, finalmente, desembocó en la Segunda Guerra del Opio en 1856, en la que se unieron de la mano del Imperio Británico y el Segundo Imperio Francés. Como resultado de este conflicto, el Imperio Qing fue humillado y saqueado por los anglo-franceses.

    Se llevó a efecto nuevo tratado, conocido como Tratado de Tianjin, por el que se exigía que China pagase la reparación de la guerra, la expansión de Hong Kong en tamaño, la instauración de legaciones diplomáticas (pequeñas embajadas) en Pekín para el Imperio Británico, el Segundo Imperio Francés, Estados Unidos de América y el Imperio Ruso, del mismo modo que tuvo que ceder territorio del norte del río Amur y la costa del mar de Japón a Rusia.      

    Esta guerra fue aún más devastadora y el emperador Xianfeng, murió poco después, dando lugar a la llegada al poder del príncipe Gong, mediante un golpe de Estado, que efectuó varias reformas en el campo militar. No obstante, no logró modernizar el sistema como el país nipón con la Revolución Meiji.

    A posteriori, destacaría la derrota frente a los franceses en la guerra Sino-Francesa, en la que perdió su influencia total en Vietnam, reconociendo la soberanía absoluta de los franceses de este territorio.

    El Imperio del sol naciente, en el año 1894, arrasaría a China en menos de un año, en la primera guerra Sino-Japonesa, en la que se arrebataría a China su protectorado de Corea, territorio que a posteriori, se anexionarían los japoneses, al igual que la obtención de Taiwán, las Islas Pescadores, o la península de Liaodong, en la China continental, que fueron cedidas en el Tratado de Shimonoseki.

    Sin embargo, la península de Liaodong sería motivo de disputa entre Japón y Rusia, pasando a manos de esta última que se encontraba apoyada por Francia y Alemania, que conformaban la alianza de la triple intervención en la que se dedicaron a reclamar áreas de influencia en China. Entre los que destacaría el papel del Imperio Británico, la Tercera República Francesa, el Imperio Ruso, el Imperio de Japón, y el Segundo Reich Alemán. No obstante el Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Hay, se encargó de que estas potencias no se dividiesen China, mediante la persuasión.       

    El emperador Guangxu ante semejante situación fomentaría numerosas reformas.

    El conjunto de situaciones padecidas por China dio lugar a un fuerte rechazo y desprecio hacia la figura del extranjero, materializándose así en la Rebelión de los Bóxers que se oponía y atacaba a occidentales y chinos cristianos. No obstante, este suceso sería fuertemente reprimido pues Alemania, Reino Unido, Italia, Francia, Japón, Rusia, Austro-Hungría y Estados Unidos se coaligarían contra China, la arrasarían, acribillarían a los Bóxers y tomarían Pekín en menos de un año. Como resultado de este conflicto los vencedores exigirían más concesiones territoriales, al igual que el pago de las reparaciones de guerra. En el norte, Rusia ocuparía Manchuria, siendo este el detonante de la guerra Ruso-Japonesa de 1904 en la que vencería Japón obteniendo así el control de facto de esta región. 

    Tras la muerte del emperador Guangxu, llegaría al poder el emperador Puyi, quien reinaría pocos años.

    Ante las políticas del Imperio Qing que no favorecían a Mongolia, buena parte de ésta exigiría su independencia, mientras que la otra parte, con población Han, optó por mantenerse junto a China. Del mismo modo, el Tíbet también se independizaría.

    Yuan Shikai, primer ministro, forzaría al emperador Puyi, quien era un niño, a abdicar en favor de la emergente República de China con intenciones de modernizar el país que hasta entonces tenía un sistema muy atrasado. Tenía como referente a Estados Unidos, con Sun Yat-Sen como máximo exponente.

    En las primeras elecciones venció Song Jiaoren de la mano del Kuomintang, no obstante, éste fue asesinado.  Yuan Shikai y su primer ministro, Duan Qiru, en 1914, se concederían poderes ilimitados, del mismo modo que concederían el poder a sus seguidores sobre las distintas provincias en las que ejercerían como caudillos locales.

    En 1916 Yuan Shikai se autoproclamaría emperador, a posteriori Sun Yat-Sen restauró la República en 1921.

    Simultáneamente en plena Primera Guerra Mundial, Japón toma los territorios ocupados por Alemania en la China continental, y expande su poderío e influencia sobre China. Con lo que la imagen de Yuan Shikai se vio profundamente damnificada. 

    En 1923 comenzaría a tomar cierto protagonismo el Partido Comunista Chino como consecuencia del movimiento 4 de Mayo, en el que se presentó al Marxismo como una alternativa al Kuomintang que había sido ineficiente de cara a la modernización de China y la confrontación con Japón.  

    En 1925 tras la muerte de Sun Yat-Sen, llegaría al poder Chiang Kai-Shek que haría purgas contra los marxistas quienes conspiraban para deponerle, lo que finalizó con el estallido de una guerra de guerrillas por parte de los marxistas, Lee Sung, o Mao Zedong contra el Kuomintang.  

    La Guerra Civil China se produce entre los años 1927 y 1949, con un periodo de alto el fuego entre ambos bloques el Nacionalista, con capital en Nankín, en el que destaca Chiang Kai Shek de la mano del resto de los señores de la guerra. Este frente era una representación de la China aristócrata que buscaba una modernización y mayor industrialización para confrontar a las potencias próximas como el Imperio Japonés y la Unión Soviética. 

    No obstante, también destacaba el otro bando, conocido como el Frente Popular, con capital en Yan´an, a cuya cabeza se encontraba Mao Zedong, de la mano del Partido Comunista de China y el ejército de liberación popular con destacados generales al mando como Lin Biao. Otros ocho partidos políticos: el Comité Revolucionario del Guomindang de China, la Liga Democrática de China, Asociación de la Construcción Democrática China, Asociación para la Proclamación de la Democracia en China, Partido Democrático Campesino y Obrero de China, Zhigongdang de China, Sociedad 3 de Septiembre/ Sociedad Jisuan y la Liga para la Democracia y la Autonomía de Taiwán se unieron a este frente.

    Esta coalición representaba a la población campesina de China, que era la mayoritaria, pues no podemos olvidar que el pueblo chino históricamente ha sido campesino, y éste se encontraba en una situación precaria, con hambrunas y desamparado por el gobierno, lo que en buena medida motivó que abrazaran el comunismo despreciando buena parte de los valores nacionalistas del Kuomintang.

    Al mismo tiempo la soberanía de ambos frentes se veía amenazada por el expansionismo Japonés que se esparcía por la China continental con protectorados como el de Manchukuo, que fue establecido tras la invasión en 1931, en la región norte de Manchuria, con el heredero al trono de la dinastía Qing, el emperador Puyi,, cuyo objetivo principal era la formación de un títere de China y con otro protectorado en la región de Mongolia Interior llamado Mengjiang, que tenía la finalidad de instaurar un títere en Mongolia que en aquel momento era a su vez una marioneta en manos de la URSS. 

    El Imperio de Japón cuyo Emperador era Hirohito, era liderado por el Primer Ministro Hideki Tojo en la Segunda Guerra Mundial y éste llevó a cabo una política por la que extendería su dominio en China, estallando el conflicto tras el suceso del puente de Marco Polo en 1937, que finalmente provocaría la Segunda Guerra Sino-Japonesa. Destacan las tácticas del general de fuerzas terrestres, Tomoyuki Yamashita, y a su vez se produjeron crímenes de guerra por parte de miembros del ejército imperial con masacres y brutalidades cometidas en Nanking ante hombres, mujeres y niños, del mismo modo que la experimentación con seres humanos por parte del Escuadrón 731.

    El Japón Imperial se alineó con el Eje al que pertenecían múltiples potencias entre las que las más destacables eran el Tercer Reich Alemán del Führer Adolf Hitler y la Italia Fascista del Duce Benito Mussolini, que serían derrotados por las potencias aliadas, EEUU, Gran Bretaña, Francia, entre muchísimas otras, en las que se pueden incluir a miembros del Comintern, como la URSS.   

    Tras la expulsión del territorio continental chino de los japoneses, la región de Manchuria sería ocupada por la URSS. Resultó fundamental y decisivo para el desenlace la guerra civil por el número de fábricas que tenía, que cedería esta región a sus aliados de la República Popular China, para que ésta pudiese proseguir su enfrentamiento contra la República de China hasta la victoria final de los primeros, en el año 1949. Consagrándose en el poder de la República Popular China, Mao Zedong, mientras que Chiang Kai-Shek y el Kuomintang se exilaría en la isla de Taiwán, también conocida como la Republica China.

    Durante el gobierno de 30 años de Mao Zedong decenas de millones de personas morirían de hambrunas, y a día de hoy esto genera un debate sobre si Mao contribuyó al desarrollo de China, o si, por el contrario, contribuyó a su retroceso, no obstante, Mao es visto como uno de los padres fundadores de la República Popular China.

     En resumen, y después de haber relatado tantas guerras y contiendas sangrientas, como diría Fyodor Dostoyevsky.

    “La gente habla a veces sobre la crueldad bestial del hombre, pero eso es una terrible injusticia para las bestias, ningún animal podría ser tan cruel como el hombre.”.

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