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    De resaca

    AGA De resaca8 de julio de 2022

    Nunca he entendido el sentido de llamar fiesta a aquello que no supone más que un desmadre y dejarse llevar por los impulsos más humanos del gozo sin, en cierto modo, festejar nada.

    Pues es intrínseco al hombre el anhelo del ocio, de evadir el trabajo, la constancia, perseverancia y sacrificio. El placer constante es el objetivo de muchos, representa la laxitud en su total plenitud, así como la dejadez en toda su magnitud. Así como se dice de oca en oca y tiro porque me toca, también es aplicable a de fiesta en fiesta y lo dejo porque me cuesta. Porque la disciplina es virtud de unos pocos, el sacrificio grita con su constancia y la constancia clama en favor del esfuerzo.

    La más horrenda de las piedras puede convertirse en las más preciosa de las estatuas. Aun siglos después, nos siguen sorprendiendo las esculturas griegas y romanas en las que hasta el más ínfimo de los detalles ha sido esculpido con la mayor delicadeza y precisión.  De igual modo, los líderes no nacen, se forjan, se esculpen y se liman. Cada cual se tiene a sí mismo y el pasar del tiempo va tallando. El viento, la lluvia y las inclemencias van deteriorando la magnificente escultura que, además de con el relato, se ha formado. Pero frente a viento, lluvia y marea, el cincel debe seguir igual de afilado y el martillo igual de robusto. Solo así se podrán ir limando y recomponiendo las heridas que el tiempo genere.

    El cincel es la inteligencia y el martillo el esfuerzo. Ninguna de ambas puede faltar, las dos son igual de imprescindibles para forjar e ir perfeccionando nuestra propia edificación. Cada acto tiene causas y consecuencias. El propio acto está vinculado de manera directa a un antecedente y un porvenir. La misma causa es fruto de otra consecuencia distinta que a su vez tiene su causa.
    Así sucesivamente, es el camino que siguen todos los procesos, es lo que nos hace partir de cero y llegar al fin. Toda marca y determina lo que lo precede y lleva a un desenlace que no podemos, en plenitud, prever.

    El cincel puede ser magnífico, pero sin un sólido martillo es imposible esculpir una gran y admirable escultura. Con un envidiable martillo, con un decente cincel, es posible alcanzar la excelencia. Aunque una complementa la otra, la una ni sustituye ni se sobrepone a la otra. Así, un robusto martillo es lo que cimienta la base de la estatua, una cimentada base, una férrea disciplina, una fuerte constancia, un cimentado esfuerzo y una larga constancia. Sobre ello se construye, se edifica, se rige. Sobre la buena base es sobre la que se empieza a tallar, a esculpir, a limpiar cada detalle, a trazar el plan final y determinar el camino a seguir.

    Un buen martillo lleva implícito buenas virtudes, hábitos, los cuales empujan el cincel. Un buen martillo evade el placer y ocio constante, puesto que antepone el desarrollo personal, el dejar de lado la concupiscencia para inclinarse hacia el devenir.
    No se deja llevar por los festines lúdicos. Festeja, solo, lo que es digno de festejarse, con mesura, pero determinación.

    En el número 10 ha habido demasiada fiesta sin nada que festejar, demasiados vasos partidos por pequeñas astillas, mentiras para señalar al mismo muñeco y tantas máscaras que se ha perdido la fachada real. En definitiva, demasiado alcohol para tan poca fiesta. Ahora, al igual que en la zona ibérica, se establece, un cambio, un lavado de cara. ¿Una recomposición? ¿Una reestructuración? ¿Un cambio de rumbo nacional? ¿o tan solo un panfleto distinto para dar a los electores?

    Borrachera, amanecer de resaca, lavado de cara y a funcionar.

    «Demasiado alcohol para tan poca fiesta»

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