Arquitectura, estructura o forma con que algo está ordenado, dispuesto o construido. Cuarta acepción de la palabra “arquitectura”, única en la cual se hace referencia a la estructura o forma más que al diseño, proyecto o construcción. Para construir un monumento desde cero, sin precedentes nacionales, primero se debe visionar la estructura y forma que se le desea otorgar para poder, posteriormente, materializarlo.
A finales del siglo pasado, unos electos arquitectos se les fue otorgada la tarea de edificar un despampanante monumento. Tan solo se les entregó un descomunal bloque de piedra fina, un martillo y un clásico cincel. Piedra fina, susceptible de interpretaciones, muy frágil, con capacidad de limarse hasta el detalle, pero con facilidad de desquebrajarse. Aun así, con todos los advenimientos, no era un trading, sino una inversión, cada detalle debía hacerse de manera minuciosa y que, llegado el resultado final agradase a todos. En definitiva, edificar un monumento con unas sólidas y amplias bases, que se sostuviese por si solo para la posteridad, ejerciendo como estandarte nacional.
Los arquitectos en cuestión carecían de un manual de instrucciones, de unos antecedentes sobre los que inspirarse, ni siquiera un objetivo claro al que llegar, tan solo una difusa ilusión que muchos veían como revolución. Así, tras varios años de evolución, se fue llevando al pueblo español hasta lo que hoy día conocemos como Transición. Finalizada la escultura, todos observaban con gratitud lo que “juntos” habían conseguido. Un aplauso general retumbaba sobre las calles españolas, el júbilo desataba, se habían dejado de lado las diferencias en pos de un consenso general. No obstante, los últimos retoques, las últimas partes que se lijaron, no desaparecieron, simplemente cayeron al suelo quedando en el olvido.
La materia ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Por ende, aquellas piedras que desecharon los arquitectos seguían ahí, con sus clamores y reivindicaciones. Asumido por todos era que nadie jamás pensaría en esas piedras, que con contentar a la mayoría sería suficiente y que jamás una minoría condicionaría a la mayoría. La realidad difiere de dicho planteamiento; mientras unos jaleaban con júbilo el nuevo monumento, otros iban recogiendo las sobras y desechos, con visión de construir un nuevo monumento. Construir uno no significa derribar el otro, simplemente es “think out of the box”. Construir un nuevo monumento con lo que muchos detestan, aborrecen y odian. Es, cuarenta años después, edificar un nuevo monumento sin deslegitimar el previo, pero presentando el nuevo como igual de válido, legítimo, atractivo, duradero, consensual, pacífico, ilusionante, inclusivo y progresista. Así, la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. No hay votación que salga adelante sin el beneplácito de EH Bildu. No es una muleta, sino un compañero de viaje, no es un apoyo, sino una roca firme, no es uno más, es el indispensable.
Hemos de reconocer el gran trabajo pedagógico que durante años se ha llevado a cabo para alcanzar la situación actual. Un logro para unos, un desastre para muchos. Es un amigo fiel y duradero, siempre está ahí, porque las piedras nunca se fueron, nunca se destruyeron, tan solo se transformaron. España adquiere un rumbo distinto. Se repite lo mismo de siempre, han convencido y, por tanto, es muy probable, lo analizaremos en detalle cuando llegue el momento, que sigan venciendo.
Es de gran aplicación el dicho popular. Aplicado a la inversa: para que nos vamos a pegar si lo solucionamos hablando.
«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular»
AGA – OINARRI-HARRIA – 15 de julio de 2022
A finales del siglo pasado, unos electos arquitectos se les fue otorgada la tarea de edificar un despampanante monumento. Tan solo se les entregó un descomunal bloque de piedra fina, un martillo y un clásico cincel. Piedra fina, susceptible de interpretaciones, muy frágil, con capacidad de limarse hasta el detalle, pero con facilidad de desquebrajarse. Aun así, con todos los advenimientos, no era un trading, sino una inversión, cada detalle debía hacerse de manera minuciosa y que, llegado el resultado final agradase a todos. En definitiva, edificar un monumento con unas sólidas y amplias bases, que se sostuviese por si solo para la posteridad, ejerciendo como estandarte nacional.
Los arquitectos en cuestión carecían de un manual de instrucciones, de unos antecedentes sobre los que inspirarse, ni siquiera un objetivo claro al que llegar, tan solo una difusa ilusión que muchos veían como revolución. Así, tras varios años de evolución, se fue llevando al pueblo español hasta lo que hoy día conocemos como Transición. Finalizada la escultura, todos observaban con gratitud lo que “juntos” habían conseguido. Un aplauso general retumbaba sobre las calles españolas, el júbilo desataba, se habían dejado de lado las diferencias en pos de un consenso general. No obstante, los últimos retoques, las últimas partes que se lijaron, no desaparecieron, simplemente cayeron al suelo quedando en el olvido.
La materia ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Por ende, aquellas piedras que desecharon los arquitectos seguían ahí, con sus clamores y reivindicaciones. Asumido por todos era que nadie jamás pensaría en esas piedras, que con contentar a la mayoría sería suficiente y que jamás una minoría condicionaría a la mayoría. La realidad difiere de dicho planteamiento; mientras unos jaleaban con júbilo el nuevo monumento, otros iban recogiendo las sobras y desechos, con visión de construir un nuevo monumento. Construir uno no significa derribar el otro, simplemente es “think out of the box”. Construir un nuevo monumento con lo que muchos detestan, aborrecen y odian. Es, cuarenta años después, edificar un nuevo monumento sin deslegitimar el previo, pero presentando el nuevo como igual de válido, legítimo, atractivo, duradero, consensual, pacífico, ilusionante, inclusivo y progresista. Así, la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. No hay votación que salga adelante sin el beneplácito de EH Bildu. No es una muleta, sino un compañero de viaje, no es un apoyo, sino una roca firme, no es uno más, es el indispensable.
Hemos de reconocer el gran trabajo pedagógico que durante años se ha llevado a cabo para alcanzar la situación actual. Un logro para unos, un desastre para muchos. Es un amigo fiel y duradero, siempre está ahí, porque las piedras nunca se fueron, nunca se destruyeron, tan solo se transformaron. España adquiere un rumbo distinto. Se repite lo mismo de siempre, han convencido y, por tanto, es muy probable, lo analizaremos en detalle cuando llegue el momento, que sigan venciendo.
Es de gran aplicación el dicho popular. Aplicado a la inversa: para que nos vamos a pegar si lo solucionamos hablando.