El próximo domingo 25 de septiembre se darán cita los italianos en las urnas, en la que serán unas elecciones atípicas, por la salida de un Mario Draghi ampliamente querido entre los italianos, la continuada subida de la inflación y el aumento de la pobreza que supone, y el actual debate en el seno de la Unión Europea sobre si las sanciones económicas a Rusia son o no efectivas a la hora de obligar a Putin a detener el conflicto.
Primero de todo, conviene analizar cuál es la razón de que se celebren elecciones el domingo, y no es otra que la presentación de la dimisión de Draghi al presidente de la República, Sergio Mattarella, tras el cese de confianza recibido el pasado 20 de julio en el Senado por parte de los principales partidos de la coalición, véase la Liga, Forza Italia, y el Movimiento 5 Estrellas.
Y antes de pasar a analizar qué dicen las encuestas a día de hoy, veremos cómo es el sistema electoral italiano, conocido como “Rosatellum”, que se compone de un sistema mixto mayoritario y un sistema proporcional, que es el que nosotros conocemos. El sistema mixto mayoritario, a través del cual se designarán el 37% de los escaños, véase 147 de 400 en la Cámara dei Diputati y 74 de 200 en el Senato, dependerá de quién gane en los colegios uninominales, los cuales son elegidos por densidad de población. Es decir, el partido político que gane en este tipo de colegios adquirirá automáticamente un escaño.
Este sistema novedoso hace que los partidos tiendan a formar alianzas preelectorales, conociendo la dificultad de predecir el voto en estos colegios que sin duda marcarán el resultado final.
Y bien, ¿qué resultado se prevee? Todo apunta a que ganará las elecciones Giogia Meloni (25%), líder de Hermanos de Italia, partido ultraderechista, y el más radical, seguido del Partido Democrático de Enrico Letta (21,5%), equivalente al partido socialista español. Por detrás de estos, y distanciados en votos de los dos primeros, estarán el M5S de Giuseppe Conte, (13,5%), y la Liga de Matteo Salvini (12%). Y a la cola, Forza Italia, de Silvio Berlusconi (7,5%), y equivalente al partido de Feijóo. También se prevee una abstención elevada, superior al de las elecciones de los últimos años, y hay un alto porcentaje de italianos que no han decidido aún su voto, lo que favorece a los candidatos más extremistas, Hermanos de Italia y el M5S.
Luego todo parece indicar que el bloque de derechas, conformado por Hermanos de Italia, la Liga, y Forza Italia obtendrá la mayoría absoluta en la cámara baja y en el Senado. Una muestra más del ascenso de la extrema derecha en Europa, que hace once días fue la segunda fuerza más votada en Suecia y causó la dimisón de la primera ministra Magdalena Andersson. Sumándose a la Polonia de Andrzej Duda y a la Hungría de Viktor Orbán, configura un panorama político complicado, en el peor momento posible. Cuando más necesaria es la “Unión” de los veintisiete para luchar contra la invasión rusa de Ucrania, más discrepancias está habiendo, ¡y habrá!
Para finalizar, me gustaría citar las principales repercusiones de la muy probable victoria del bloque de derechas italiano, o mejor dicho, de la entrada de Hermanos de Italia y la Liga en el Gobierno.
A nivel nacional, podría darse un retroceso de derechos y libertades, un aumento de la discriminación racial y de comportamientos racistas y xenófobos, y una fracturación de la sociedad italiana, lo que repercutiría negativamente en la productividad del país.
Por otro lado, a nivel internacional, podríamos destacar un aumento del euroescepticismo, una profundización de la división en la UE, lo que devendría en un fortacimiento de Putin o cualquiera que fuese su sucesor, un debilitamiento del mercado común europeo, y un aumento del clima bélico, siendo fiel creyente de que el nacionalismo conduce a la guerra.
En conclusión, estamos ante unas elecciones decisivas no sólo para el futuro de los italianos, sino también de los europeos. Y aunque “todos los caminos conduzcan a Roma”, y en concreto al Palazzo Chigi, el camino que escojan los italianos para su primer ministro tendrá una gran repercusión sobre el resto del continente europeo.
Mientras, Putin y su círculo se frotan las manos a la vez que presencian cómo su quehacer político-diplomático otorga los frutos esperados.
Primero de todo, conviene analizar cuál es la razón de que se celebren elecciones el domingo, y no es otra que la presentación de la dimisión de Draghi al presidente de la República, Sergio Mattarella, tras el cese de confianza recibido el pasado 20 de julio en el Senado por parte de los principales partidos de la coalición, véase la Liga, Forza Italia, y el Movimiento 5 Estrellas.
Y antes de pasar a analizar qué dicen las encuestas a día de hoy, veremos cómo es el sistema electoral italiano, conocido como “Rosatellum”, que se compone de un sistema mixto mayoritario y un sistema proporcional, que es el que nosotros conocemos. El sistema mixto mayoritario, a través del cual se designarán el 37% de los escaños, véase 147 de 400 en la Cámara dei Diputati y 74 de 200 en el Senato, dependerá de quién gane en los colegios uninominales, los cuales son elegidos por densidad de población. Es decir, el partido político que gane en este tipo de colegios adquirirá automáticamente un escaño.
Este sistema novedoso hace que los partidos tiendan a formar alianzas preelectorales, conociendo la dificultad de predecir el voto en estos colegios que sin duda marcarán el resultado final.
Y bien, ¿qué resultado se prevee? Todo apunta a que ganará las elecciones Giogia Meloni (25%), líder de Hermanos de Italia, partido ultraderechista, y el más radical, seguido del Partido Democrático de Enrico Letta (21,5%), equivalente al partido socialista español. Por detrás de estos, y distanciados en votos de los dos primeros, estarán el M5S de Giuseppe Conte, (13,5%), y la Liga de Matteo Salvini (12%). Y a la cola, Forza Italia, de Silvio Berlusconi (7,5%), y equivalente al partido de Feijóo. También se prevee una abstención elevada, superior al de las elecciones de los últimos años, y hay un alto porcentaje de italianos que no han decidido aún su voto, lo que favorece a los candidatos más extremistas, Hermanos de Italia y el M5S.
Luego todo parece indicar que el bloque de derechas, conformado por Hermanos de Italia, la Liga, y Forza Italia obtendrá la mayoría absoluta en la cámara baja y en el Senado. Una muestra más del ascenso de la extrema derecha en Europa, que hace once días fue la segunda fuerza más votada en Suecia y causó la dimisón de la primera ministra Magdalena Andersson. Sumándose a la Polonia de Andrzej Duda y a la Hungría de Viktor Orbán, configura un panorama político complicado, en el peor momento posible. Cuando más necesaria es la “Unión” de los veintisiete para luchar contra la invasión rusa de Ucrania, más discrepancias está habiendo, ¡y habrá!
Para finalizar, me gustaría citar las principales repercusiones de la muy probable victoria del bloque de derechas italiano, o mejor dicho, de la entrada de Hermanos de Italia y la Liga en el Gobierno.
A nivel nacional, podría darse un retroceso de derechos y libertades, un aumento de la discriminación racial y de comportamientos racistas y xenófobos, y una fracturación de la sociedad italiana, lo que repercutiría negativamente en la productividad del país.
Por otro lado, a nivel internacional, podríamos destacar un aumento del euroescepticismo, una profundización de la división en la UE, lo que devendría en un fortacimiento de Putin o cualquiera que fuese su sucesor, un debilitamiento del mercado común europeo, y un aumento del clima bélico, siendo fiel creyente de que el nacionalismo conduce a la guerra.
En conclusión, estamos ante unas elecciones decisivas no sólo para el futuro de los italianos, sino también de los europeos. Y aunque “todos los caminos conduzcan a Roma”, y en concreto al Palazzo Chigi, el camino que escojan los italianos para su primer ministro tendrá una gran repercusión sobre el resto del continente europeo.
Mientras, Putin y su círculo se frotan las manos a la vez que presencian cómo su quehacer político-diplomático otorga los frutos esperados.
Mario Sanz Galacho