Ignacio Jiménez Alonso – Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor – 29 de septiembre de 2022
En el mundo del cine hay multitud de buenos discursos. Esos monólogos que, puestos normalmente en boca del protagonista, emocionan al espectador y encierran una profunda reflexión sobre el ser humano y lo que le caracteriza, haciéndonos pensar.
Personalmente, los mejores soliloquios del cine se encuentran en la trilogía de El Señor de los Anillos (2001, 2002, 2003), aunque dedicaré otros artículos a estas magníficas obras de arte. Con este artículo que estás ahora leyendo, querido lector, quiero poner bajo la luz de la reflexión el discurso que Mark Wahlberg dirige al espectador en Día de patriotas (2016).
Esta película dirigida por Peter Berg narra los hechos de los atentados en la Maratón de Boston de 2012 en los que murieron 3 personas y casi 300 resultaron heridas. El film se centra más en representar con imagen y sonido el trabajo (tantas veces silencioso y desapercibido) que realizaron todas las Fuerzas del Orden: la Policía de Boston, el FBI, el cuerpo de bomberos… para ayudar a tanta gente en unos momentos tan terribles y dolorosos. Mark Wahlberg hace de protagonista interpretando al sargento Tommy Saunders, quien, mediada la tercera parte de la película, lanza al superintendente William Evans, interpretado por James Colby, una magnífica disertación sobre la guerra entre el Bien y el Mal inherente al ser humano.
El speech se detona cuando su compañero, exhausto y cansado de perseguir a los sospechosos que pusieron las bombas caseras, pregunta casi retóricamente “¿Esto es evitable?”. Con una mirada anegada en dolor, el sargento comienza explicando la trágica razón por la que él y su mujer no pueden tener hijos, y el desafortunado encuentro con las hijas pequeñas de unos vecinos justo después de la mala noticia, lo cual ocasionó un gutural quejido por parte de la mujer. “El sonido que emitió Karol no era de llorar” sigue diciendo, “era más profundo. La miré a los ojos y no era dolor, era una guerra, como una guerra entre el Bien y el Mal”. Todos, al igual que Karol, hemos sentido ese momento de debilidad en el que la afrenta, la lucha entre la tentación de hacer algo mal (siempre fácil) y el querer hacerlo bien (mucho más costoso) se hace más agónica. “Cuando el Diablo (o la idea del Mal) te ataca así, solo tienes un arma: el Amor” continúa el sargento Saunders, “eso es lo único que puede vencerle. ¿Qué hacemos? ¿Acorralarlos? ¿Capturarlos? ¿Matarlos?” refiriéndose no solo a los terroristas que estaban buscando en ese momento, sino a todos aquellos que, con maldad, intentan hacer de este mundo un sitio peor. “Eso es imposible que sea del todo evitable. Tenemos que abrazarnos. Dejemos que el Amor nos impulse, nos alimente, y así nunca les dejaremos ganar” termina este emotivo y, a la vez, reflexivo discurso.
En el verso 20 del Cantar de Mio Cid (1200), cuando se relata la salida de Rodrigo Díaz de Vivar de la ciudad de Burgos, el autor plasma la tristeza de aquellos que le ven irse en una frase que encierra un significado tan asombroso como veraz: “[…] todos dezían una razóne: Dios, qué buen vassallo -si oviesse buen señore”. El significado al que me refiero es el mismo tanto para el conocido refrán ‘¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!’, como para la reflexión en voz alta del policía interpretado por Wahlberg. Dios, o el Bien, o el Amor, como quieras llamarlo querido lector, es nuestro siervo, nuestro vasallo. Pero nosotros somos muy malos señores; no sabemos apreciar ese servilismo que solo trae felicidad y beneficios a nuestras vidas; detestamos su ayuda, no lo tomamos en cuenta y terminamos por apartarlo de nuestros objetivos vitales, de nuestros corazones. Por esto existe el Mal. El Mal que causa el odio, la guerra, la confrontación, está provocado por “la ausencia de Dios (o la idea del Bien) en el corazón de los hombres” como decía Albert Einstein, está provocado por no dejarnos impulsar, alimentar por el Amor como decía el sargento de policía Tommy Saunders.
Querido lector, el Bien tiene que vencer al Mal, y eso solo se consigue si nosotros abogamos por el Amor, si preferimos hacer las cosas bien aunque ello suponga un titánico esfuerzo, si nos inclinamos por amar y respetar, por entregarse total y gratuitamente a los demás.
Te recomiendo exhaustivamente, querido lector, que veas Día de patriotas. Esta escena de la que hablo, que no dura más de tres minutos, es la prueba fehaciente de que el cine no sirve solo para entretenerse o para desconectar. Sirve para hacernos reflexionar, para pensar, para aprender, para disfrutar, para apreciar la belleza, para discernir entre el bien y el mal… en definitiva, para ser más humanos.
«QUERIDO LECTOR, EL BIEN TIENE QUE VENCER AL MAL, Y ESO SOLO SE CONSIGUE SI NOSOTROS ABOGAMOS POR EL AMOR»
Ignacio Jiménez Alonso – Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor – 29 de septiembre de 2022
En el mundo del cine hay multitud de buenos discursos. Esos monólogos que, puestos normalmente en boca del protagonista, emocionan al espectador y encierran una profunda reflexión sobre el ser humano y lo que le caracteriza, haciéndonos pensar.
Personalmente, los mejores soliloquios del cine se encuentran en la trilogía de El Señor de los Anillos (2001, 2002, 2003), aunque dedicaré otros artículos a estas magníficas obras de arte. Con este artículo que estás ahora leyendo, querido lector, quiero poner bajo la luz de la reflexión el discurso que Mark Wahlberg dirige al espectador en Día de patriotas (2016).
Esta película dirigida por Peter Berg narra los hechos de los atentados en la Maratón de Boston de 2012 en los que murieron 3 personas y casi 300 resultaron heridas. El film se centra más en representar con imagen y sonido el trabajo (tantas veces silencioso y desapercibido) que realizaron todas las Fuerzas del Orden: la Policía de Boston, el FBI, el cuerpo de bomberos… para ayudar a tanta gente en unos momentos tan terribles y dolorosos. Mark Wahlberg hace de protagonista interpretando al sargento Tommy Saunders, quien, mediada la tercera parte de la película, lanza al superintendente William Evans, interpretado por James Colby, una magnífica disertación sobre la guerra entre el Bien y el Mal inherente al ser humano.
El speech se detona cuando su compañero, exhausto y cansado de perseguir a los sospechosos que pusieron las bombas caseras, pregunta casi retóricamente “¿Esto es evitable?”. Con una mirada anegada en dolor, el sargento comienza explicando la trágica razón por la que él y su mujer no pueden tener hijos, y el desafortunado encuentro con las hijas pequeñas de unos vecinos justo después de la mala noticia, lo cual ocasionó un gutural quejido por parte de la mujer. “El sonido que emitió Karol no era de llorar” sigue diciendo, “era más profundo. La miré a los ojos y no era dolor, era una guerra, como una guerra entre el Bien y el Mal”. Todos, al igual que Karol, hemos sentido ese momento de debilidad en el que la afrenta, la lucha entre la tentación de hacer algo mal (siempre fácil) y el querer hacerlo bien (mucho más costoso) se hace más agónica. “Cuando el Diablo (o la idea del Mal) te ataca así, solo tienes un arma: el Amor” continúa el sargento Saunders, “eso es lo único que puede vencerle. ¿Qué hacemos? ¿Acorralarlos? ¿Capturarlos? ¿Matarlos?” refiriéndose no solo a los terroristas que estaban buscando en ese momento, sino a todos aquellos que, con maldad, intentan hacer de este mundo un sitio peor. “Eso es imposible que sea del todo evitable. Tenemos que abrazarnos. Dejemos que el Amor nos impulse, nos alimente, y así nunca les dejaremos ganar” termina este emotivo y, a la vez, reflexivo discurso.
En el verso 20 del Cantar de Mio Cid (1200), cuando se relata la salida de Rodrigo Díaz de Vivar de la ciudad de Burgos, el autor plasma la tristeza de aquellos que le ven irse en una frase que encierra un significado tan asombroso como veraz: “[…] todos dezían una razóne: Dios, qué buen vassallo -si oviesse buen señore”. El significado al que me refiero es el mismo tanto para el conocido refrán ‘¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!’, como para la reflexión en voz alta del policía interpretado por Wahlberg. Dios, o el Bien, o el Amor, como quieras llamarlo querido lector, es nuestro siervo, nuestro vasallo. Pero nosotros somos muy malos señores; no sabemos apreciar ese servilismo que solo trae felicidad y beneficios a nuestras vidas; detestamos su ayuda, no lo tomamos en cuenta y terminamos por apartarlo de nuestros objetivos vitales, de nuestros corazones. Por esto existe el Mal. El Mal que causa el odio, la guerra, la confrontación, está provocado por “la ausencia de Dios (o la idea del Bien) en el corazón de los hombres” como decía Albert Einstein, está provocado por no dejarnos impulsar, alimentar por el Amor como decía el sargento de policía Tommy Saunders.
Querido lector, el Bien tiene que vencer al Mal, y eso solo se consigue si nosotros abogamos por el Amor, si preferimos hacer las cosas bien aunque ello suponga un titánico esfuerzo, si nos inclinamos por amar y respetar, por entregarse total y gratuitamente a los demás.
Te recomiendo exhaustivamente, querido lector, que veas Día de patriotas. Esta escena de la que hablo, que no dura más de tres minutos, es la prueba fehaciente de que el cine no sirve solo para entretenerse o para desconectar. Sirve para hacernos reflexionar, para pensar, para aprender, para disfrutar, para apreciar la belleza, para discernir entre el bien y el mal… en definitiva, para ser más humanos.
«QUERIDO LECTOR, EL BIEN TIENE QUE VENCER AL MAL, Y ESO SOLO SE CONSIGUE SI NOSOTROS ABOGAMOS POR EL AMOR»