AGA – Carta de un padre a su hijo – 30 de septiembre de 2022
Estimado hijo, te hago llegar estas letras, dada la penumbra que me cubre, sucumbido por la añoranza de tiempos de antaño, abatido y preocupado por tu porvenir.
Desde que un sueño vi hacerse realidad, con la noticia de que tú, hijo mío, me estabas dando el mayor regalo que a un hombre se le puede otorgar, entendí que vivir ya no sería por mí, sino servir para ti. Desde el corazón, querido hijo, puedo decir, que el tiempo es el mayor regalo que se puede dar y que desde el silencio es desde donde las mayores lecciones se pueden dar. Es desde el obrar la mejor forma de enseñar, con el ejemplo la mayor vía para legitimar y es preferible callar y forjar que gritar y lamentar.
Aun tengo grabados, hijo mío, tus ojos resplandecientes de ilusión cuando, sentado en mi regazo, leíamos fantásticas historias, soñar era lo que a los dos llenaba. Un anhelo, una joven libertad, un deseo sin límite y un afán sinigual.
Aquello sí era soñar despiertos, tan era así, que nos quedábamos dormidos viendo lo que queríamos lograr y vivíamos soñando lo que queríamos alcanzar. Jamás habíamos leído la definición de libertad, pero era el nombre que dábamos a aquello que nos rebosaba al, mirando al futuro, anhelábamos en el presente.
No obstante, hijo mío, descansado reposo con el pleno conocimiento que por mucho que hayamos vivido, jamás seré yo, ni cualquier persona que te acompañe en cada etapa de tu vida, quien te muestre las grandes lecciones de la misma. Será esta la que te abra y cierre los ojos, la que te haga llorar, amar, reír, disfrutar y cerrar.
Con pesar puede que recuerdes mi afición por las esculturas, las que detallan el cuerpo humano, la magnanimidad y excelencia intrínseca que este arte encarna pues, en definitiva, retratan el resultado de la vida humana. No obstante, no como causa sino como cualidad de lo que reflejan las esculturas, puede que observarlas desde posiciones diferentes otorgue una perspectiva que diverja de las demás. Aun así, no apreciar lo mismo no es igual a ver resultados diferentes. Ambos vemos lo mismo, desde distintas perspectivas, no hay que asumir la apreciación del prójimo ni como cierta ni como igual de válida que la propia. El objetivo último es apreciar la totalidad de la escultura, separarse del árbol para ver el bosque, dejarse vislumbrar por el detalle con plena conciencia de la plenitud de lo apreciado.
Cundo con insaciable insistencia te animaba a acompañarme a estos museos, eran escasas las ocasiones en las que el privilegio de tu compañía me concebías. Espero que en estos momentos recuerdes, pues el resultado de la vida misma, palpable en cada una de las esculturas es aquello que te quería enseñar.
Sucumbido por el desánimo dijo Ortega y Gasset “No es esto, no es esto”. Y en efecto, hijo mío, no es esto. No es esta aparente libertad que hoy cuentan aquella con la que juntos soñábamos. No se asemeja esta artificial plenitud a la que sentíamos con cada historia que leíamos. No es esto, en efecto no es esto. No te dejes llevar por las falsas libertades, pues la vida no es una ficción, ni la que tu te imagines ni la que te quieran hacer imaginar. Hay cosas que nadie te podrá enseñar, tan solo un buen cincel te podrá forjar. De aquí en adelante duda de quien pregone libertad, no cojas el marfil que te ofrecen ministerialmente, ni el porvenir que algunos enseñan.
Mira la vida como una escultura, construida a base de golpes. La realidad siempre supera la ficción.
“Las grandes esculturas son fruto de multitud de golpes, porque la realidad siempre supera la ficción.”
AGA – Carta de un padre a su hijo – 30 de septiembre de 2022
Desde que un sueño vi hacerse realidad, con la noticia de que tú, hijo mío, me estabas dando el mayor regalo que a un hombre se le puede otorgar, entendí que vivir ya no sería por mí, sino servir para ti. Desde el corazón, querido hijo, puedo decir, que el tiempo es el mayor regalo que se puede dar y que desde el silencio es desde donde las mayores lecciones se pueden dar. Es desde el obrar la mejor forma de enseñar, con el ejemplo la mayor vía para legitimar y es preferible callar y forjar que gritar y lamentar.
Aun tengo grabados, hijo mío, tus ojos resplandecientes de ilusión cuando, sentado en mi regazo, leíamos fantásticas historias, soñar era lo que a los dos llenaba. Un anhelo, una joven libertad, un deseo sin límite y un afán sinigual.
Aquello sí era soñar despiertos, tan era así, que nos quedábamos dormidos viendo lo que queríamos lograr y vivíamos soñando lo que queríamos alcanzar. Jamás habíamos leído la definición de libertad, pero era el nombre que dábamos a aquello que nos rebosaba al, mirando al futuro, anhelábamos en el presente.
No obstante, hijo mío, descansado reposo con el pleno conocimiento que por mucho que hayamos vivido, jamás seré yo, ni cualquier persona que te acompañe en cada etapa de tu vida, quien te muestre las grandes lecciones de la misma. Será esta la que te abra y cierre los ojos, la que te haga llorar, amar, reír, disfrutar y cerrar.
Con pesar puede que recuerdes mi afición por las esculturas, las que detallan el cuerpo humano, la magnanimidad y excelencia intrínseca que este arte encarna pues, en definitiva, retratan el resultado de la vida humana. No obstante, no como causa sino como cualidad de lo que reflejan las esculturas, puede que observarlas desde posiciones diferentes otorgue una perspectiva que diverja de las demás. Aun así, no apreciar lo mismo no es igual a ver resultados diferentes. Ambos vemos lo mismo, desde distintas perspectivas, no hay que asumir la apreciación del prójimo ni como cierta ni como igual de válida que la propia. El objetivo último es apreciar la totalidad de la escultura, separarse del árbol para ver el bosque, dejarse vislumbrar por el detalle con plena conciencia de la plenitud de lo apreciado.
Cundo con insaciable insistencia te animaba a acompañarme a estos museos, eran escasas las ocasiones en las que el privilegio de tu compañía me concebías. Espero que en estos momentos recuerdes, pues el resultado de la vida misma, palpable en cada una de las esculturas es aquello que te quería enseñar.
Sucumbido por el desánimo dijo Ortega y Gasset “No es esto, no es esto”. Y en efecto, hijo mío, no es esto. No es esta aparente libertad que hoy cuentan aquella con la que juntos soñábamos. No se asemeja esta artificial plenitud a la que sentíamos con cada historia que leíamos. No es esto, en efecto no es esto. No te dejes llevar por las falsas libertades, pues la vida no es una ficción, ni la que tu te imagines ni la que te quieran hacer imaginar. Hay cosas que nadie te podrá enseñar, tan solo un buen cincel te podrá forjar. De aquí en adelante duda de quien pregone libertad, no cojas el marfil que te ofrecen ministerialmente, ni el porvenir que algunos enseñan.
Mira la vida como una escultura, construida a base de golpes. La realidad siempre supera la ficción.