Víctor Pla Cid – Un mes después – 14 de octubre de 2022
Hace exactamente treinta días que la República Islámica de Irán se vió inmersa en una serie de manifestaciones, que fueron inicialmente apaciguadas con fuertes represiones por parte de la policía y fuerzas armadas.
Si ponemos nuestro marco de acción un mes atrás, podemos entender el origen, la (verdadera) raíz y el futuro que aguarda al país de Oriente Medio. La policía de la moral (creada en 2005 para asegurarse de la correcta conducta islámica de los ciudadanos) detuvo a Mahsa Amini. Tres días después de su detención Amini murió. La causa de la detención fué que no llevaba el velo correctamente puesto, motivo suficiente para (aparentemente) provocar su detención.
Las manifestaciones han dejado un reguero de sangre de más de 200 personas. Y, más aún, el Estado podría seguir aumentando los niveles represivos si fuera necesario en aras de garantizar “el orden legal”. Ante ello, la inexorable frustración de los iraníes frente a un régimen autoritario no perecerá. Éstas manifestaciones anti-establishment no sólo concurren en Teherán, la capital, sino también en los flancos kurdos. Ahora mismo, el movimiento ya no es sólo por Amini, es una respuesta a la revolución de Ruollah Jomeini (la revolución de 1979).
Éste giro político también está siendo encabezado por el conglomerado estudiantil, que demanda un futuro con oportunidades.
Aún así, mucho me temo que las manifestaciones perdurarán lo que el gobierno quiera. Al final del día, el estado controla el poder ejecutivo que, en malas manos, se convierte en la mejor herramienta de represión. Está claro que el gobierno usará el ejército de la peor forma posible para acabar con las protestas. Una posible reestructuración – a peor – de la normativa islámica sería una acción consecuente contra todas las mujeres que, en señal de protesta, decidieron retirarse el hijab.
la inexorable frustración de los iraníes frente a un régimen autoritario no perecerá.
Víctor Pla Cid – Un mes después – 14 de octubre de 2022
Hace exactamente treinta días que la República Islámica de Irán se vió inmersa en una serie de manifestaciones, que fueron inicialmente apaciguadas con fuertes represiones por parte de la policía y fuerzas armadas.
Si ponemos nuestro marco de acción un mes atrás, podemos entender el origen, la (verdadera) raíz y el futuro que aguarda al país de Oriente Medio. La policía de la moral (creada en 2005 para asegurarse de la correcta conducta islámica de los ciudadanos) detuvo a Mahsa Amini. Tres días después de su detención Amini murió. La causa de la detención fué que no llevaba el velo correctamente puesto, motivo suficiente para (aparentemente) provocar su detención.
Las manifestaciones han dejado un reguero de sangre de más de 200 personas. Y, más aún, el Estado podría seguir aumentando los niveles represivos si fuera necesario en aras de garantizar “el orden legal”. Ante ello, la inexorable frustración de los iraníes frente a un régimen autoritario no perecerá. Éstas manifestaciones anti-establishment no sólo concurren en Teherán, la capital, sino también en los flancos kurdos. Ahora mismo, el movimiento ya no es sólo por Amini, es una respuesta a la revolución de Ruollah Jomeini (la revolución de 1979).
Éste giro político también está siendo encabezado por el conglomerado estudiantil, que demanda un futuro con oportunidades.
Aún así, mucho me temo que las manifestaciones perdurarán lo que el gobierno quiera. Al final del día, el estado controla el poder ejecutivo que, en malas manos, se convierte en la mejor herramienta de represión. Está claro que el gobierno usará el ejército de la peor forma posible para acabar con las protestas. Una posible reestructuración – a peor – de la normativa islámica sería una acción consecuente contra todas las mujeres que, en señal de protesta, decidieron retirarse el hijab.