Carlo Stella – Referéndum of Fútbol – 19 de octubre 2022
Me encontraba en un colegio público del barrio de Spinaceto (Roma) con mi prima recogiendo el material electoral de la jornada del 12 junio 2022, en la que se votaron 5 cuestiones sobre materia judicial (derogaciones de leyes principalmente) además de las elecciones locales en 971 municipios. Los electricistas irían al día siguiente, pues en Italia cada cabina electoral tenía una bombilla que no podía faltar: votar parecía algo serio y complejo que contrastaba con la practicidad de los comicios españoles. Una jornada entera tardamos en desmontar las 6 aulas electorales, bajando decenas de kilos de material electoral (cajas, papeletas, carpetillas, manuales, fichas…etc.) al patio del colegio donde al día siguiente pasaría (o se suponía) un camión de la AMA para destruir el material.
Pensé en la organización, dedicación y esfuerzo necesario para organizar unas elecciones o un referéndum. La democracia tenía un coste y puedo asegurar que ese día salimos chorreando de sudor. Pensé en los presidentes de mesa que pasaron la jornada entera en colegios sin aire acondicionado, en la logística, en el coste de la impresión de tanto material electoral…etc. La democracia es compleja, exigente y costosa. Y el mayor sentimiento de frustración ocurre cuando al vivir todo esto uno se da cuenta de que no sirve para nada.
En este caso, con una asistencia del 20%, no se llegó al 50 + 1% requerido para ser considerado, quedando invalidado todo el proceso referendario. Y eso que los pocos que votaron lo hicieron porque votaban para los comicios municipales, sin estos anteriores la asistencia hubiera sido aún menor. En Nápoles la asistencia a las 12:00h no llegaba al 3% y en Palermo más de 50 presidentes de mesa llegaron tarde porque era más importante celebrar la subida a serie B del equipo local de fútbol la noche anterior que tomarse en serio la democracia.
Italia vive una crisis de representatividad política y aunque la figura del Estado sea algo inexistente, incomprendido o ausente para muchos (en las múltiples y fuertes identidades locales de cada zona), la participación en este referéndum evidenciaba que el problema no iba a mejor, sino a peor. Al día siguiente los medios de comunicación guardaron silencio absoluto: el Gobierno no sabía que decir ante tal vacío en la democracia italiana. La oposición (FdI) sin embargo hablaba del enorme boicot de los ciudadanos hacia el gobierno, pero la realidad es que el resultado evidenciaba un desinterés y desencanto generalizado ante la política y Estado.
El referéndum trataba sobre 5 cuestiones de materia judicial: 1. Sobre la abolición de la inhabilitación de los políticos en caso de condena (o la famosa legge Severino que evitaba que políticos condenados sigan ejerciendo cargos públicos); 2. Sobre la limitación de medidas cautelares (para agilizar procesos judiciales y evitar el abuso de la prisión preventiva que eternizaban las resoluciones); 3. Sobre la separación de funciones de los magistrados (para evitar las famosas puertas giratorias); 4. Sobre la participación de miembros laicos (profesores y abogados) en los consejos judiciales de organismos territoriales; y por último, 5. Sobre la reforma del Consiglio superiore della magistratura, CSM (equivalente al CGPJ español) para permitir la postulación de candidatos sin la necesidad de recolectar un mínimo de avales. Además de estas 5 cuestiones se habían presentado otras 3 cuestiones que completarían el referéndum (sobre el cannabis, sobre la eutanasia y sobre la responsabilidad civil de los jueces) pero que no fueron admitidas a consulta pública por parte de la Corte Constitucional, dejando únicamente las 5 de materia judicial.
Todos los sondeos apuntaban a un claro No en las primeras dos preguntas y a un claro SI en las tres posteriores. Era lo lógico pues si nos fijamos en la primera pregunta, derogar la legge Severino significaba destrozar la democracia: esta ley era la responsable de inhabilitar a políticos con procesos judiciales pendientes, aplicada en los múltiples casos del expresidente Silvio Berlusconi, el exalcalde de Nápoles o el exalcalde de Salerno. Pero para otros esta ley resultaba ser “anticonstitucional” y debía derogarse. De la misma manera la reducción de las medidas cautelares propuesta en segunda cuestión no garantizaba que se agilizaran los procesos, es más podía tener el efecto contrario al dictar resoluciones incorrectas bajo la presión temporal. Por lo tanto -con mi criterio- las cuestiones que debían salir adelante eran las tres últimas.
En cuanto a los resultados salió un SI en las cinco cuestiones, diferenciando entre la intensidad (>70%) para las tres últimas y cercanía a la paridad (53-56%) de las dos primeras cuestiones. Esto indicaba claramente que muchas personas no sabían lo que votaban bajo la lógica “un SÍ a todo y ya está” y los que sí tenían noción habían logrado empujar el umbral del NO hacia arriba en las dos primeras cuestiones que más polémica suscitaban.
Pero, ¿tiene sentido tan siquiera hablar de todo? Al final todo ha quedado en el aire, en la nulidad, no ha servido para nada. Pero al día siguiente todo se había olvidado atendiendo la gente sus siguientes prioridades: el reality de turno o el siguiente partido de fútbol. No pasaba nada, nunca pasaba nada en Italia, ¿quién se iba a acordar?
Volviendo al coste de la democracia, semejante evento anula el esfuerzo y trabajo que conlleva montar y desmontar el proceso electoral, en un despliegue de recursos inútiles. Más allá del coste económico que supone, es un fracaso para el sistema representativo. De ahí la importancia que tiene acudir a votar.
La bajísima asistencia, el desinterés, la indiferencia y la incapacidad de sacar adelante cinco cuestiones importantísimas demuestran una herida en la democracia italiana mucho más grave de lo que uno se puede a simple vista imaginar.
Sobre los eventos tanto de las elecciones municipales como el referéndum se pronunció la ministra del interior Luciana Lamorgese al día siguiente:
“Es gravísimo que, en Palermo, sin ningún preaviso un elevado número de presidentes de mesa no se hayan presentado, o directamente renunciado al encargo, retrasando el inicio de las operaciones de voto. Semejante conducta exprime una absoluta falta de respeto para las instituciones y para los ciudadanos llamados en esta jornada electoral y referendaria a ejercitar un derecho constitucional fundamental para la vida democrática del País.”
Lamentablemente este proceso electoral ha sido como “arar en el mar” (frase de Simón Bolívar en referencia al fracaso de las independencias latinoamericanas). Cuando falta un sentido cívico de pertenencia ante un Estado o un respeto a las instituciones, la democracia no es más que una cortina de humo de seriedad. Y mientras sea más importante celebrar el fútbol, irse a la playa u atender otras prioridades familiares o personales, la democracia italiana seguirá siendo un enigma en Europa: incomprensible e inexplicable.
Referéndum Nacional Italiano del 12 de junio 2022
Carlo Stella – Referéndum of Fútbol – 19 de octubre 2022
Me encontraba en un colegio público del barrio de Spinaceto (Roma) con mi prima recogiendo el material electoral de la jornada del 12 junio 2022, en la que se votaron 5 cuestiones sobre materia judicial (derogaciones de leyes principalmente) además de las elecciones locales en 971 municipios. Los electricistas irían al día siguiente, pues en Italia cada cabina electoral tenía una bombilla que no podía faltar: votar parecía algo serio y complejo que contrastaba con la practicidad de los comicios españoles. Una jornada entera tardamos en desmontar las 6 aulas electorales, bajando decenas de kilos de material electoral (cajas, papeletas, carpetillas, manuales, fichas…etc.) al patio del colegio donde al día siguiente pasaría (o se suponía) un camión de la AMA para destruir el material.
Pensé en la organización, dedicación y esfuerzo necesario para organizar unas elecciones o un referéndum. La democracia tenía un coste y puedo asegurar que ese día salimos chorreando de sudor. Pensé en los presidentes de mesa que pasaron la jornada entera en colegios sin aire acondicionado, en la logística, en el coste de la impresión de tanto material electoral…etc. La democracia es compleja, exigente y costosa. Y el mayor sentimiento de frustración ocurre cuando al vivir todo esto uno se da cuenta de que no sirve para nada.
En este caso, con una asistencia del 20%, no se llegó al 50 + 1% requerido para ser considerado, quedando invalidado todo el proceso referendario. Y eso que los pocos que votaron lo hicieron porque votaban para los comicios municipales, sin estos anteriores la asistencia hubiera sido aún menor. En Nápoles la asistencia a las 12:00h no llegaba al 3% y en Palermo más de 50 presidentes de mesa llegaron tarde porque era más importante celebrar la subida a serie B del equipo local de fútbol la noche anterior que tomarse en serio la democracia.
Italia vive una crisis de representatividad política y aunque la figura del Estado sea algo inexistente, incomprendido o ausente para muchos (en las múltiples y fuertes identidades locales de cada zona), la participación en este referéndum evidenciaba que el problema no iba a mejor, sino a peor. Al día siguiente los medios de comunicación guardaron silencio absoluto: el Gobierno no sabía que decir ante tal vacío en la democracia italiana. La oposición (FdI) sin embargo hablaba del enorme boicot de los ciudadanos hacia el gobierno, pero la realidad es que el resultado evidenciaba un desinterés y desencanto generalizado ante la política y Estado.
El referéndum trataba sobre 5 cuestiones de materia judicial: 1. Sobre la abolición de la inhabilitación de los políticos en caso de condena (o la famosa legge Severino que evitaba que políticos condenados sigan ejerciendo cargos públicos); 2. Sobre la limitación de medidas cautelares (para agilizar procesos judiciales y evitar el abuso de la prisión preventiva que eternizaban las resoluciones); 3. Sobre la separación de funciones de los magistrados (para evitar las famosas puertas giratorias); 4. Sobre la participación de miembros laicos (profesores y abogados) en los consejos judiciales de organismos territoriales; y por último, 5. Sobre la reforma del Consiglio superiore della magistratura, CSM (equivalente al CGPJ español) para permitir la postulación de candidatos sin la necesidad de recolectar un mínimo de avales. Además de estas 5 cuestiones se habían presentado otras 3 cuestiones que completarían el referéndum (sobre el cannabis, sobre la eutanasia y sobre la responsabilidad civil de los jueces) pero que no fueron admitidas a consulta pública por parte de la Corte Constitucional, dejando únicamente las 5 de materia judicial.
Todos los sondeos apuntaban a un claro No en las primeras dos preguntas y a un claro SI en las tres posteriores. Era lo lógico pues si nos fijamos en la primera pregunta, derogar la legge Severino significaba destrozar la democracia: esta ley era la responsable de inhabilitar a políticos con procesos judiciales pendientes, aplicada en los múltiples casos del expresidente Silvio Berlusconi, el exalcalde de Nápoles o el exalcalde de Salerno. Pero para otros esta ley resultaba ser “anticonstitucional” y debía derogarse. De la misma manera la reducción de las medidas cautelares propuesta en segunda cuestión no garantizaba que se agilizaran los procesos, es más podía tener el efecto contrario al dictar resoluciones incorrectas bajo la presión temporal. Por lo tanto -con mi criterio- las cuestiones que debían salir adelante eran las tres últimas.
En cuanto a los resultados salió un SI en las cinco cuestiones, diferenciando entre la intensidad (>70%) para las tres últimas y cercanía a la paridad (53-56%) de las dos primeras cuestiones. Esto indicaba claramente que muchas personas no sabían lo que votaban bajo la lógica “un SÍ a todo y ya está” y los que sí tenían noción habían logrado empujar el umbral del NO hacia arriba en las dos primeras cuestiones que más polémica suscitaban.
Pero, ¿tiene sentido tan siquiera hablar de todo? Al final todo ha quedado en el aire, en la nulidad, no ha servido para nada. Pero al día siguiente todo se había olvidado atendiendo la gente sus siguientes prioridades: el reality de turno o el siguiente partido de fútbol. No pasaba nada, nunca pasaba nada en Italia, ¿quién se iba a acordar?
Volviendo al coste de la democracia, semejante evento anula el esfuerzo y trabajo que conlleva montar y desmontar el proceso electoral, en un despliegue de recursos inútiles. Más allá del coste económico que supone, es un fracaso para el sistema representativo. De ahí la importancia que tiene acudir a votar.
La bajísima asistencia, el desinterés, la indiferencia y la incapacidad de sacar adelante cinco cuestiones importantísimas demuestran una herida en la democracia italiana mucho más grave de lo que uno se puede a simple vista imaginar.
Sobre los eventos tanto de las elecciones municipales como el referéndum se pronunció la ministra del interior Luciana Lamorgese al día siguiente:
“Es gravísimo que, en Palermo, sin ningún preaviso un elevado número de presidentes de mesa no se hayan presentado, o directamente renunciado al encargo, retrasando el inicio de las operaciones de voto. Semejante conducta exprime una absoluta falta de respeto para las instituciones y para los ciudadanos llamados en esta jornada electoral y referendaria a ejercitar un derecho constitucional fundamental para la vida democrática del País.”
Lamentablemente este proceso electoral ha sido como “arar en el mar” (frase de Simón Bolívar en referencia al fracaso de las independencias latinoamericanas). Cuando falta un sentido cívico de pertenencia ante un Estado o un respeto a las instituciones, la democracia no es más que una cortina de humo de seriedad. Y mientras sea más importante celebrar el fútbol, irse a la playa u atender otras prioridades familiares o personales, la democracia italiana seguirá siendo un enigma en Europa: incomprensible e inexplicable.