Habrá nuevo presidente en Brasil. Lula da Silva ha logrado vencer a Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las presidenciales brasileñas, con un 50,8% de los votos, es decir, por la mínima. Tras casi tres años en la cárcel acusado por corrupción, volverá a presidir el país como lo hizo ya entre 2003 y 2010.
Y bien, ¿qué cambiará tanto en Brasil como en la escena internacional con la llegada de Lula, líder del Partido de los Trabajadores? A nivel nacional, promete acabar con el hambre, cosa que es imposible, pero suena bien ante unos treinta y tres millones de habitantes que sufren inseguridad alimentaria. Del mismo modo, busca acabar con la pobreza de cien millones de brasileños.
También ha reivindicado la importancia de recuperar el Amazonas y proteger a los pueblos indígenas que allí viven prohibiendo la deforestación y creando un Ministerio de Pueblos Indígenas. Por otro lado, desea implantar un salario mínimo anual revisable por encima de la inflación, medida que hará que la inflación siga creciendo, así como subir los impuestos a las grandes rentas, lo que causará una fuga de capital hacia otros países, una nueva legislación laboral con mayor protagonismo de sindicatos y patronal, que hará que aumente el desempleo al situar el salario mínimo por encima o debajo del de equilibrio, un aumento de la inversión en educación, y ayudas a la maternidad.
Pone en el centro de las políticas a mujeres y minorías sociales como el colectivo LGBT y la población negra, a los que pretende proteger mejor de los crímenes y considerarlos de forma distinta al resto.
En definitiva, se trata del mismo programa progresista que todos los partidos de izquierda promueven en la actualidad. Bajo mi punto de vista, idealista, desigualitario, cortoplacista, desventajoso, y muy populista.
Y, a nivel internacional, ¿qué cambiará con la llegada en breve de Lula? Se espera un acercamiento a EEUU, que desde la llegada de Biden a la presidencia había disminuido (Bolsonaro era “trumpista”). También se prevé un mayor protagonismo de Brasil en organismos multilaterales como Naciones Unidas, la OEA, o UNASUR, y un incremento de la actividad comercial regional, a través de MERCOSUR, e internacional, lo que rompe con la política comercial proteccionista de Jair.
También ha hecho ya Lula público su deseo de acabar con el derecho de veto del Consejo de Seguridad de NNUU, lo cual tendría sus pros y sus contras, como, entre otros, la disminución de la soberanía nacional de los Estados, y la ruptura del equilibrio internacional.
La Brasil de Lula parece del mismo modo indicar que apoyará firmemente la Agenda 2030 de NNUU y la transición energética, con políticas como la de “0 GEI”, lo que constituye un cambio radical respecto del hacer político de Bolsonaro. Y queda por ver cómo se posiciona sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania, ya que Bolsonaro optó por la neutralidad, llegando a abstenerse en la Resolución sobre la suspensión a Rusia del CS, y manteniendo sus vínculos comerciales y económicos con Rusia.
En conclusión, si echamos un vistazo a todo lo anterior vemos cómo la llegada de da Silva al poder supone un cambio radical tanto en el ámbito nacional como en el internacional, y es una muestra más del ascenso de la izquierda en Latinoamérica, donde las cinco primeras economías, véase Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile están ya gobernadas por líderes progresistas.
Mario Sanz Galacho
«Brasil intentará volver a ser un actor internacional influyente»
Y bien, ¿qué cambiará tanto en Brasil como en la escena internacional con la llegada de Lula, líder del Partido de los Trabajadores? A nivel nacional, promete acabar con el hambre, cosa que es imposible, pero suena bien ante unos treinta y tres millones de habitantes que sufren inseguridad alimentaria. Del mismo modo, busca acabar con la pobreza de cien millones de brasileños.
También ha reivindicado la importancia de recuperar el Amazonas y proteger a los pueblos indígenas que allí viven prohibiendo la deforestación y creando un Ministerio de Pueblos Indígenas. Por otro lado, desea implantar un salario mínimo anual revisable por encima de la inflación, medida que hará que la inflación siga creciendo, así como subir los impuestos a las grandes rentas, lo que causará una fuga de capital hacia otros países, una nueva legislación laboral con mayor protagonismo de sindicatos y patronal, que hará que aumente el desempleo al situar el salario mínimo por encima o debajo del de equilibrio, un aumento de la inversión en educación, y ayudas a la maternidad.
Pone en el centro de las políticas a mujeres y minorías sociales como el colectivo LGBT y la población negra, a los que pretende proteger mejor de los crímenes y considerarlos de forma distinta al resto.
En definitiva, se trata del mismo programa progresista que todos los partidos de izquierda promueven en la actualidad. Bajo mi punto de vista, idealista, desigualitario, cortoplacista, desventajoso, y muy populista.
Y, a nivel internacional, ¿qué cambiará con la llegada en breve de Lula? Se espera un acercamiento a EEUU, que desde la llegada de Biden a la presidencia había disminuido (Bolsonaro era “trumpista”). También se prevé un mayor protagonismo de Brasil en organismos multilaterales como Naciones Unidas, la OEA, o UNASUR, y un incremento de la actividad comercial regional, a través de MERCOSUR, e internacional, lo que rompe con la política comercial proteccionista de Jair.
También ha hecho ya Lula público su deseo de acabar con el derecho de veto del Consejo de Seguridad de NNUU, lo cual tendría sus pros y sus contras, como, entre otros, la disminución de la soberanía nacional de los Estados, y la ruptura del equilibrio internacional.
La Brasil de Lula parece del mismo modo indicar que apoyará firmemente la Agenda 2030 de NNUU y la transición energética, con políticas como la de “0 GEI”, lo que constituye un cambio radical respecto del hacer político de Bolsonaro. Y queda por ver cómo se posiciona sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania, ya que Bolsonaro optó por la neutralidad, llegando a abstenerse en la Resolución sobre la suspensión a Rusia del CS, y manteniendo sus vínculos comerciales y económicos con Rusia.
En conclusión, si echamos un vistazo a todo lo anterior vemos cómo la llegada de da Silva al poder supone un cambio radical tanto en el ámbito nacional como en el internacional, y es una muestra más del ascenso de la izquierda en Latinoamérica, donde las cinco primeras economías, véase Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile están ya gobernadas por líderes progresistas.
Mario Sanz Galacho