Víctor Pla – Luces y sombras en el Sahel – 11 de noviembre de 2022
La comunidad internacional, liderada por la República Francesa, ha anunciado el fin de la Operación Barkhane, operativa desde 2014 hasta 2022.
Tras ocho años, tres meses, nueve días y más de cuatro mil muertos, Mali perderá la misión internacional de construcción de la paz. La casus belli de la misma fue la erradicación de las fuerzas insurgentes en la zona del Sahel, en otras palabras, erradicar el yihadismo. Según diversas fuentes, en 2014 había unos seis mil combatientes islámicos (la mayoría de grupos/células adheridos al Estado Islámico). Al finalizar la operación, se estima que aún perduran cuatro mil. Es decir, el contingente extranjero acabó con dos mil terroristas.
Francia ha liderado el contingente extranjero debido a cuestiones históricas y geopolíticas. Históricamente en tanto que gran parte de ése territorio eran colonias francesas (la francofonía). La huella de los franceses nunca se ha marchado de África, y, a día de hoy, aún perdura. El fin de la misión debe suponer el inicio de la diplomacia. Es de bien sabido que la población maliense ha rechazado a viva voz la presencia armada gala. ¿Qué se puede aprender de ello? Pues, en términos generales, que la infraestructura ganará a la guerra. Dicho de otro modo, la diplomacia efectiva está siendo la empleada por China, y no por los Europeos.
La iniciativa asiática Belt and Road ha propuesto la construcción de aeropuertos, puertos, carreteras y similares. China ofrece desarrollo socioeconómico, frente a una Europa que ofrece bases militares, helicópteros, munición y soldados. Es imperativo – hoy más que nunca – un replanteamiento de los Ministerios de Asuntos Exteriores y de su trabajo. Siempre que, por supuesto, Europa quiera seguir siendo un actor estratégico de relevancia allí dónde actúe.
Y, tras finalizar la operación, aún queda otra pregunta sobre la mesa: ¿Qué pasará con el Sahel?
El fin de la misión debe suponer el inicio de la diplomacia.
Víctor Pla – Luces y sombras en el Sahel – 11 de noviembre de 2022
La comunidad internacional, liderada por la República Francesa, ha anunciado el fin de la Operación Barkhane, operativa desde 2014 hasta 2022.
Tras ocho años, tres meses, nueve días y más de cuatro mil muertos, Mali perderá la misión internacional de construcción de la paz. La casus belli de la misma fue la erradicación de las fuerzas insurgentes en la zona del Sahel, en otras palabras, erradicar el yihadismo. Según diversas fuentes, en 2014 había unos seis mil combatientes islámicos (la mayoría de grupos/células adheridos al Estado Islámico). Al finalizar la operación, se estima que aún perduran cuatro mil. Es decir, el contingente extranjero acabó con dos mil terroristas.
Francia ha liderado el contingente extranjero debido a cuestiones históricas y geopolíticas. Históricamente en tanto que gran parte de ése territorio eran colonias francesas (la francofonía). La huella de los franceses nunca se ha marchado de África, y, a día de hoy, aún perdura. El fin de la misión debe suponer el inicio de la diplomacia. Es de bien sabido que la población maliense ha rechazado a viva voz la presencia armada gala. ¿Qué se puede aprender de ello? Pues, en términos generales, que la infraestructura ganará a la guerra. Dicho de otro modo, la diplomacia efectiva está siendo la empleada por China, y no por los Europeos.
La iniciativa asiática Belt and Road ha propuesto la construcción de aeropuertos, puertos, carreteras y similares. China ofrece desarrollo socioeconómico, frente a una Europa que ofrece bases militares, helicópteros, munición y soldados. Es imperativo – hoy más que nunca – un replanteamiento de los Ministerios de Asuntos Exteriores y de su trabajo. Siempre que, por supuesto, Europa quiera seguir siendo un actor estratégico de relevancia allí dónde actúe.
Y, tras finalizar la operación, aún queda otra pregunta sobre la mesa: ¿Qué pasará con el Sahel?