Víctor Pla Cid – La moralidad de Catar – 18 de noviembre de 2022
Del domingo 20 de noviembre hasta el 18 de diciembre, Catar acogerá el evento más importante del mundo deportivo: el Mundial de la FIFA 2022.
Organizado cada cuatro años, es considerado como la vanguardia de la competición futbolística. A la vez, es una herramienta de generar rendimientos económicos a un paso más que acelerado. Los gobiernos locales, encargados de la infraestructura de la organización, sufren un grandísimo desarrollo técnico y económico. Un claro ejemplo del mismo sería el desarrollo que tuvo Barcelona durante la alcaldía de Pasqual Maragall, precisamente por la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.
Alejándonos de la materia deportiva y centrándonos en la política, ésta competición ha atraído las miradas (indiscretas) de organismos internacionales y ONGs. ¿Por qué debería el fútbol preocupar a una ONG?
Según datos proporcionados por medios internacionales – DW y The Guardian -, unas 6.500 personas habrían perdido la vida en la construcción de infraestructuras para la celebración de la competición. En ellas, encontramos la construcción de estadios de fútbol (como el de Lusail, que será derribado al acabar), pero también de complejos hoteleros, carreteras, puentes y similares.
Según un informe de Amnistía Internacional, cerca de 15.000 personas habrían fallecido. Ésta cifra dobla a las suposiciones de DW. El gobierno catarí se escuda en que las muertes son, mayoritariamente, por causas naturales. Lógicamente trabajar 12 horas al día bajo el sol del Golfo Pérsico, sin ningún tipo de condiciones laborales, promueven un incremento en fallos cardíacos, por ejemplo.
Aún así, la FIFA no se ha querido responsabilizar e incluso han afirmado públicamente que los datos son erróneos, ya que las muertes para 2022 se podrían contar “con los dedos de la mano”.
La mayoría de esas muertes provienen de trabajadores migrantes, generalmente de Bangladesh, Pakistán, India y similares. Para el recuento de las cifras oficiales no se han tenido en cuenta los trabajadores de origen africano. Ningún argumento ha sido puesto sobre la mesa para ello. El total de muertes es aún más alto de lo que imaginamos, ya que no se ha recopilado información del último trimestre de 2020. Y la crítica del artículo que usted lee no se centra simplemente en las muertes que se podrían haber evitado, ya que aún podemos hablar de derechos humanos.
La situación de la comunidad LGTB, y de las mujeres, es deplorable. El régimen de Catar niega sistemáticamente la aprobación de medidas “pro-homosexuales” en aras de la defensa de los valores islámicos y de la tradición. Éstos valores – más o menos tolerables – son asimétricos a los aparentes objetivos de la FIFA. ¿Dónde han quedado las campañas en contra de la homofobia? ¿Ha sido todo una gran cortina de humo?
La historia juzgará a la FIFA. Y muy probablemente lo hará de pésima manera.
Gianni Infantino (Presidente de la organización) ha tenido en sus manos el poder de dejar un legado positivo. Pero Infantino ha preferido dejar un reguero de sangre a una historia con final feliz.
No obstante, parte de la culpa debe ser asumida por cada Selección que, si bien es su trabajo, no están exentos de participar en la defensa de la pluralidad democrática y los derechos de las personas.
Ésta competición ha atraído las miradas (indiscretas) de organismos internacionales y ONGs.
Víctor Pla Cid – La moralidad de Catar – 18 de noviembre de 2022
Del domingo 20 de noviembre hasta el 18 de diciembre, Catar acogerá el evento más importante del mundo deportivo: el Mundial de la FIFA 2022.
Organizado cada cuatro años, es considerado como la vanguardia de la competición futbolística. A la vez, es una herramienta de generar rendimientos económicos a un paso más que acelerado. Los gobiernos locales, encargados de la infraestructura de la organización, sufren un grandísimo desarrollo técnico y económico. Un claro ejemplo del mismo sería el desarrollo que tuvo Barcelona durante la alcaldía de Pasqual Maragall, precisamente por la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.
Alejándonos de la materia deportiva y centrándonos en la política, ésta competición ha atraído las miradas (indiscretas) de organismos internacionales y ONGs. ¿Por qué debería el fútbol preocupar a una ONG?
Según datos proporcionados por medios internacionales – DW y The Guardian -, unas 6.500 personas habrían perdido la vida en la construcción de infraestructuras para la celebración de la competición. En ellas, encontramos la construcción de estadios de fútbol (como el de Lusail, que será derribado al acabar), pero también de complejos hoteleros, carreteras, puentes y similares.
Según un informe de Amnistía Internacional, cerca de 15.000 personas habrían fallecido. Ésta cifra dobla a las suposiciones de DW. El gobierno catarí se escuda en que las muertes son, mayoritariamente, por causas naturales. Lógicamente trabajar 12 horas al día bajo el sol del Golfo Pérsico, sin ningún tipo de condiciones laborales, promueven un incremento en fallos cardíacos, por ejemplo.
Aún así, la FIFA no se ha querido responsabilizar e incluso han afirmado públicamente que los datos son erróneos, ya que las muertes para 2022 se podrían contar “con los dedos de la mano”.
La mayoría de esas muertes provienen de trabajadores migrantes, generalmente de Bangladesh, Pakistán, India y similares. Para el recuento de las cifras oficiales no se han tenido en cuenta los trabajadores de origen africano. Ningún argumento ha sido puesto sobre la mesa para ello. El total de muertes es aún más alto de lo que imaginamos, ya que no se ha recopilado información del último trimestre de 2020. Y la crítica del artículo que usted lee no se centra simplemente en las muertes que se podrían haber evitado, ya que aún podemos hablar de derechos humanos.
La situación de la comunidad LGTB, y de las mujeres, es deplorable. El régimen de Catar niega sistemáticamente la aprobación de medidas “pro-homosexuales” en aras de la defensa de los valores islámicos y de la tradición. Éstos valores – más o menos tolerables – son asimétricos a los aparentes objetivos de la FIFA. ¿Dónde han quedado las campañas en contra de la homofobia? ¿Ha sido todo una gran cortina de humo?
La historia juzgará a la FIFA. Y muy probablemente lo hará de pésima manera.
Gianni Infantino (Presidente de la organización) ha tenido en sus manos el poder de dejar un legado positivo. Pero Infantino ha preferido dejar un reguero de sangre a una historia con final feliz.
No obstante, parte de la culpa debe ser asumida por cada Selección que, si bien es su trabajo, no están exentos de participar en la defensa de la pluralidad democrática y los derechos de las personas.