More

    Francia y Alemania: eternos rivales 

    Cuando pensamos en Alemania y en Francia se nos viene a la cabeza dos Estados relevantes en el panorama internacional, con mucha historia común, con idiomas significantes, con unas gentes muy orgullosas de una parte u otra de su historia, pero, sobre todo, con una vocación universal. 

    Son dos gigantes históricos, nunca países en vías de desarrollo, los cuales han escrito buena parte de la historia mientras su pueblo moría. Enfrentados en tres guerras con victoria por 2-1 en favor de Francia. Imposible de olvidar por muchos tratados y acuerdos bilaterales y multilaterales que se firmen o comunidades europeas se creen. Imposible a pesar del estudio del idioma en el país vecino, imposible aun impulsando asignaturas sobre la importancia de llevarse bien. Imposible aun existiendo un ejército común de 5600 soldados o participando en operaciones militares conjuntas en el extranjero a través del Eurocuerpo. Imposible a pesar de los acuerdos económicos, comerciales y empresariales existentes. Imposible ni creando un Consejo de ministros franco-alemán, o una Asamblea parlamentaria franco-alemana con cincuenta diputados de cada parlamento nacional. Imposible ni con un presidente de la República y un 
    canciller federal afines políticamente hablando. 

    Podría seguir citando ejemplos de cooperación en materia política, económica, militar, social, educativa, o cultural pero me llevaría a no hablar de lo importante, de lo que quiero que conozcáis hoy, que es el mal estado de la relación actual entre los dos países más importantes de Europa y de los más importantes más allá también de nuestro continente. 

    La sintonía entre Macron y Scholz no es buena, y no lo es porque hay cuestiones trascendentales en las que difieren: la solución a la crisis energética, la autonomía estratégica de la UE, o las prioridades políticas-económicas de los Ejecutivos.
     
    En cuanto a la energía, Francia apuesta por limitar el precio del gas ruso mientras que Alemania se sitúa en contra por miedo a que Putin cierre los gaseoductos Nord Stream 1 y 2. Por otro lado, Alemania apostaba por mantener el gaseoducto MIDCAT que exporta gas de la Península a Europa occidental a bajo coste a la vez que Francia prefería sustituirlo por un gaseoducto de hidrógeno, la renovable de moda, ganando la negociación y presentando el proyecto BarMar que dejará a España sin beneficios económicos importantes. Y por último, en plena lucha por la independencia energética de Europa, Alemania ha vendido a China una participación del 24,9% del puerto de Hamburgo, lo que evidentemente no ha sentado bien ni en Bruselas ni más aún en Francia, que está dispuesta a sacrificarse por el interés comunitario mientras Alemania aprovecha para dejarla cada vez más atrás. 

    Con respecto a la autonomía estratégica, conocida es la reticencia alemana a la creación de un ejército europeo que conceda a Europa independencia militar con respecto a Estados Unidos. Alemania se siente cómoda dentro de la OTAN y siguiendo aquello que la Casa Blanca dictamina. Sin embargo, Francia, desde tiempos de De Gaulle y su “politique de grandeur”, se ha mostrado más crítica con las decisiones de Washington (“no” de Jacques Chirac a la intervención aliada en Irak). A este distinto posicionamiento se suma la reciente firma de Alemania del “European Sky Shield Initiative”, acuerdo para la defensa aérea con otros catorce países, dentro de la OTAN, pero sin Francia. Al mismo tiempo, esta trabaja con Italia en la creación del escudo antimisiles “Mamba”. 

    Y en tercer lugar, aunque ya lo hemos mencionado anteriormente, la política individualista y ventajista de Alemania, desmarcándose de la voluntad general de los veintisiete, que contrasta con la vocación europeísta y globalista de Francia desde la llegada de Macron al Eliseo en 2017, la cual es criticada duramente por los propios ciudadanos franceses. 

    Ejemplo de este comportamiento es la ayuda económica de 200.000 millones de euros del gobierno alemán a sus paisanos y empresas para hacer frente a la subida del precio de la electricidad y el gas. Medida tomada sin avisar ni a Francia, país que alberga más de 4.000 empresas alemanas que se verán claramente beneficiadas, ni al resto de Estados miembro de la UE. 

    Y es que la idea de “unión de Estados iguales entre sí” se encuentra en el origen del proceso de unificación europeo, y es el principio fundamental del mismo, es decir, garantizar la igualdad de Estados europeos y evitar que se produzca una carrera por la supremacía y que unos se sitúen por delante de otros. Ya sabían entonces que cuando esto se produjese, las relaciones entre los Estados europeos se tensarían y la paz peligraría, aunque lo veamos ahora muy lejano. 

    Mario Sanz Galacho 



    la relación franco-alemana debe preocuparnos a todos

    Artículos más recientes

    spot_img
    Artículo anterior¡A por él! Por enésima vez.
    Artículo siguienteDe patria al amor

    Related articles

    Deja tu comentario

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí