Francisco Provenzano Viñuales- Una crítica del futbol moderno– 10 de Diciembre de 2022
La celebración de la Copa Mundial de fútbol en Qatar, un estado con escasa tradición futbolística, que no respeta ni los más mínimos estándares en lo que respecta a la democracia y los derechos humanos y que además es culpable de la muerte de miles trabajadores extranjeros durante la construcción de la infraestructura necesaria para albergar esta competición. Es una muestra más de hasta dónde está dispuesta a llegar la FIFA con tal de incrementar sus ganancias y las de sus dirigentes. Porque no debemos de olvidar, que el proceso eleccionario que acabó con la elección del emirato como sede, ha estado estrechamente relacionado con la corrupción y la compra de voluntades.
Esta situación no constituye un caso puntual, sino que es parte de un fenómeno de mercantilización mucho más amplio que abarca al fútbol en su totalidad. Desde hace ya varias décadas, el deporte rey se ha ido convirtiendo en un gran negocio, que genera miles de millones de dólares cada año y esto ha provocado la concentración del poder en unas pocas manos. En las manos de quienes tienen el dinero suficiente para hacerse con los “clubes” y hacer con estas instituciones lo que les apetece, actuando con la impunidad que les otorga una legislación en materia deportiva que favorece a los grandes capitales y a las sociedades anónimas, en detrimento de los clubes concebidos como entidades sociales que son la esencia del fútbol y la estructura organizativa original de dicho deporte.
En un fenómeno tan popular y universal como lo es el fútbol, se ven reflejadas las características sociales, políticas, económicas, históricas e identitarias de cada sociedad. A lo largo de la historia los estadios han sido de los pocos sitios donde confluían personas de diferentes orígenes y estratos sociales para celebrar y llorar de manera conjunta las victorias y derrotas de sus respectivos equipos. Esta popularidad brinda a los futbolistas la oportunidad de expresar sus inquietudes políticas y reclamos sociales frente a una audiencia multitudinaria. Muchos han sido los jugadores y equipos que han decidido utilizar la atracción que genera el ruedo del balón para realizar ciertas reivindicaciones sociopolíticas y erigirse como luchadores y representantes de sus respectivas sociedades. Fue en un campo de fútbol donde comenzó a disolverse Yugoslavia durante la disputa de un derbi que enfrentaba al Dinamo Zagreb croata y al Estrella Roja serbio, durante el cual el jugador del Dinamo Zagreb Zvonimir Boban le propició una patada a un policía yugoslavo al ver como este participaba de la represión contra los aficionados croatas. El derbi fue suspendido a los pocos minutos de comenzado el encuentro, un hecho que evidenció las grandes divisiones étnicas y políticas que se vivían entre las diferentes nacionalidades que conformaban el estado yugoslavo, que a los pocos meses desencadenarían en una sangrienta guerra.
El Corinthians de Brasil y su modelo de autogestión puesto en práctica durante la década de los 80’s en plena dictadura militar, es otro claro ejemplo de la capacidad que ostenta este deporte para transformar la realidad social. Los liderados por el mítico Sócrates además de organizarse de manera alternativa otorgándole a los futbolistas el mismo peso a la hora de tomar decisiones que el que correspondía al entrenador y los dirigentes. También lucían pancartas y camisetas durante los partidos a favor de la democracia y la convocatoria a elecciones. De esta manera abanderaban la causa de los ideales democráticos en un contexto muy adverso para el pueblo brasileño. A este movimiento se lo denominó Democracia Corinthiana.
El destino y la voluntad de millones de trabajadores del Brasil decidieron que años después un trabajador y sindicalista de la industria metalúrgica ferviente aficionado de su amado Corinthians como lo es Luiz Inácio Lula da Silva alcanzara el poder con su Partido de los Trabajadores (en el que militaba Sócrates desde su fundación) y lograra alcanzar una serie de avances sociales, por los que habían luchado los jugadores del club paulista años antes. El mismo Lula que comentaba los partidos del pasado Mundial desde la cárcel, hoy grita los goles de su selección nacional como presidente electo de la República Federativa de Brasil. Al hablar de Lula me es muy difícil no aclarar, que fue encarcelado cuando lideraba todas las encuestas para las elecciones presidenciales, por el magistrado Sergio Moro que luego se convertiría en ministro de Justicia y Seguridad Pública durante el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Otro ejemplo con el que estamos más familiarizados, y a través del cual se puede observar la capacidad del fútbol para actuar como herramienta para expresar el descontento social, es la recordada final de copa entre el Athletic Club y el Fútbol Club Barcelona donde ambas aficiones pitaron de manera conjunta el himno español en presencia del Jefe del Estado. Los aficionados presentes en el estadio aprovecharon la oportunidad, para demostrar su inconformidad para con un modelo de estado representado en la figura del monarca, con la cual sus respectivos pueblos no se sienten identificados.
Sin embargo, los diferentes casos mencionados no dejan de ser meras excepciones dentro del ámbito futbolístico. En la actualidad desde la FIFA y las respectivas federaciones nacionales que la componen, se busca desincentivar cualquier tipo de manifestación política o social a través de la imposición de sanciones a quienes participen de las mismas. Estas entidades actúan con el único afán de maximizar los ingresos obtenidos, y es por esto por lo que evitan permitir ciertas expresiones que puedan ofender a los diferentes patrocinadores o inversores.
Estas últimas semanas hemos sido testigos de las tímidas iniciativas tomadas por algunos de los protagonistas del mundial, competición que atrae la atención del mundo entero, para hacer público su rechazo a ciertas políticas discriminatorias llevadas a cabo por el régimen catarí. El seleccionado alemán ha mostrado con un gesto colectivo durante el posado para la imagen oficial, previa al inicio del primer partido, su disconformidad con la decisión de la FIFA de no permitir que los capitanes tenga la posibilidad de portar un brazalete que incluya cualquier tipo de consigna, símbolo o mensaje con contenido alejado de los eslóganes promovidos por la federación internacional. Personalmente considero que los participantes han dejado pasar una oportunidad histórica de denunciar las continuas violaciones de los derechos humanos en el país anfitrión, como también la posibilidad de expresar apoyo o rechazo con respecto a otras cuestiones relevantes del actual panorama mundial.
Sin dudas la decisión del seleccionado serbio de exhibir una bandera con un mapa que incluía la región de Kosovo como parte integral del estado serbio, en la previa de un partido, ha sido la acción más transgresora de toda la competición hasta la fecha. Junto con las provocaciones lanzadas de manera reciproca entre los representantes de los seleccionados de Serbia y Suiza durante el partido que los enfrentó. La polémica surgió debido a la presencia de jugadores de origen albanokosovar en el combinado helvético como Xhaka y Shaquiri que en el pasado mundial habían celebrado sus goles frente a Serbia realizando un gesto que representaba el águila albanesa, símbolo de Albania y de los albanokosovares que constituyen la mayoría étnica en Kosovo.
El análisis y la reflexión acerca del estado actual del fútbol como fenómeno social y del comportamiento de los protagonistas durante la competición que se está diputando en el emirato catarí, me ha llevado a pensar acerca de cuáles son los motivos que alejan a los jugadores, entrenadores y dirigentes de utilizar este evento como caja de resonancia para expresar sus opiniones y reclamos con respecto a cuestiones sociales y políticas. En primer lugar, creo que los participantes se encuentran en una situación de evidente privilegio dentro del sistema y no están dispuestos a perder esta posición en pos de enfrentarse a la entidad organizadora y sus grandes promotores. Y por último y sin ánimo de generalizar, creo que la mayoría de los futbolistas viven totalmente aislados de la realidad que afecta a sus respectivas sociedades y por ende de los problemas a los que se enfrentan la mayoría de sus conciudadanos.
Como he mencionado anteriormente el fútbol pertenece al pueblo. Y por eso hay que luchar para evitar que unos pocos personajes, cuyo único interés es utilizar a los clubes y las federaciones para obtener su propio beneficio, nos roben la ilusión a millones de aficionados que no queremos que pierda la esencia que lo caracteriza. Pero la belleza que emana este deporte también tiene que ver con la posibilidad de utilizar su alcance, como plataforma para expresar las inquietudes de la sociedad y las demandas transformadoras que emergen de ella. A los grandes poderes del fútbol les interesa mantener a los jugadores, a las aficiones, a los clubes y a las selecciones alejados de la política para de esta manera evitar que ciertas cuestiones relacionadas con sus privilegios sean cuestionadas. El deber de quienes entendemos que la esencia del fútbol surge de su relación con el pueblo, consiste en pensar, reflexionar y actuar para lograr poner en práctica el modelo de fútbol en el que creemos.
« La belleza del futbol también esta relacionada con la posibilidad de utilizar su popularidad para expresar las inquietudes de la sociedad y las demandas transformadoras que emergen de ella »
Francisco Provenzano Viñuales- Una crítica del futbol moderno– 10 de Diciembre de 2022
La celebración de la Copa Mundial de fútbol en Qatar, un estado con escasa tradición futbolística, que no respeta ni los más mínimos estándares en lo que respecta a la democracia y los derechos humanos y que además es culpable de la muerte de miles trabajadores extranjeros durante la construcción de la infraestructura necesaria para albergar esta competición. Es una muestra más de hasta dónde está dispuesta a llegar la FIFA con tal de incrementar sus ganancias y las de sus dirigentes. Porque no debemos de olvidar, que el proceso eleccionario que acabó con la elección del emirato como sede, ha estado estrechamente relacionado con la corrupción y la compra de voluntades.
Esta situación no constituye un caso puntual, sino que es parte de un fenómeno de mercantilización mucho más amplio que abarca al fútbol en su totalidad. Desde hace ya varias décadas, el deporte rey se ha ido convirtiendo en un gran negocio, que genera miles de millones de dólares cada año y esto ha provocado la concentración del poder en unas pocas manos. En las manos de quienes tienen el dinero suficiente para hacerse con los “clubes” y hacer con estas instituciones lo que les apetece, actuando con la impunidad que les otorga una legislación en materia deportiva que favorece a los grandes capitales y a las sociedades anónimas, en detrimento de los clubes concebidos como entidades sociales que son la esencia del fútbol y la estructura organizativa original de dicho deporte.
En un fenómeno tan popular y universal como lo es el fútbol, se ven reflejadas las características sociales, políticas, económicas, históricas e identitarias de cada sociedad. A lo largo de la historia los estadios han sido de los pocos sitios donde confluían personas de diferentes orígenes y estratos sociales para celebrar y llorar de manera conjunta las victorias y derrotas de sus respectivos equipos. Esta popularidad brinda a los futbolistas la oportunidad de expresar sus inquietudes políticas y reclamos sociales frente a una audiencia multitudinaria. Muchos han sido los jugadores y equipos que han decidido utilizar la atracción que genera el ruedo del balón para realizar ciertas reivindicaciones sociopolíticas y erigirse como luchadores y representantes de sus respectivas sociedades. Fue en un campo de fútbol donde comenzó a disolverse Yugoslavia durante la disputa de un derbi que enfrentaba al Dinamo Zagreb croata y al Estrella Roja serbio, durante el cual el jugador del Dinamo Zagreb Zvonimir Boban le propició una patada a un policía yugoslavo al ver como este participaba de la represión contra los aficionados croatas. El derbi fue suspendido a los pocos minutos de comenzado el encuentro, un hecho que evidenció las grandes divisiones étnicas y políticas que se vivían entre las diferentes nacionalidades que conformaban el estado yugoslavo, que a los pocos meses desencadenarían en una sangrienta guerra.
El Corinthians de Brasil y su modelo de autogestión puesto en práctica durante la década de los 80’s en plena dictadura militar, es otro claro ejemplo de la capacidad que ostenta este deporte para transformar la realidad social. Los liderados por el mítico Sócrates además de organizarse de manera alternativa otorgándole a los futbolistas el mismo peso a la hora de tomar decisiones que el que correspondía al entrenador y los dirigentes. También lucían pancartas y camisetas durante los partidos a favor de la democracia y la convocatoria a elecciones. De esta manera abanderaban la causa de los ideales democráticos en un contexto muy adverso para el pueblo brasileño. A este movimiento se lo denominó Democracia Corinthiana.
El destino y la voluntad de millones de trabajadores del Brasil decidieron que años después un trabajador y sindicalista de la industria metalúrgica ferviente aficionado de su amado Corinthians como lo es Luiz Inácio Lula da Silva alcanzara el poder con su Partido de los Trabajadores (en el que militaba Sócrates desde su fundación) y lograra alcanzar una serie de avances sociales, por los que habían luchado los jugadores del club paulista años antes. El mismo Lula que comentaba los partidos del pasado Mundial desde la cárcel, hoy grita los goles de su selección nacional como presidente electo de la República Federativa de Brasil. Al hablar de Lula me es muy difícil no aclarar, que fue encarcelado cuando lideraba todas las encuestas para las elecciones presidenciales, por el magistrado Sergio Moro que luego se convertiría en ministro de Justicia y Seguridad Pública durante el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Otro ejemplo con el que estamos más familiarizados, y a través del cual se puede observar la capacidad del fútbol para actuar como herramienta para expresar el descontento social, es la recordada final de copa entre el Athletic Club y el Fútbol Club Barcelona donde ambas aficiones pitaron de manera conjunta el himno español en presencia del Jefe del Estado. Los aficionados presentes en el estadio aprovecharon la oportunidad, para demostrar su inconformidad para con un modelo de estado representado en la figura del monarca, con la cual sus respectivos pueblos no se sienten identificados.
Sin embargo, los diferentes casos mencionados no dejan de ser meras excepciones dentro del ámbito futbolístico. En la actualidad desde la FIFA y las respectivas federaciones nacionales que la componen, se busca desincentivar cualquier tipo de manifestación política o social a través de la imposición de sanciones a quienes participen de las mismas. Estas entidades actúan con el único afán de maximizar los ingresos obtenidos, y es por esto por lo que evitan permitir ciertas expresiones que puedan ofender a los diferentes patrocinadores o inversores.
Estas últimas semanas hemos sido testigos de las tímidas iniciativas tomadas por algunos de los protagonistas del mundial, competición que atrae la atención del mundo entero, para hacer público su rechazo a ciertas políticas discriminatorias llevadas a cabo por el régimen catarí. El seleccionado alemán ha mostrado con un gesto colectivo durante el posado para la imagen oficial, previa al inicio del primer partido, su disconformidad con la decisión de la FIFA de no permitir que los capitanes tenga la posibilidad de portar un brazalete que incluya cualquier tipo de consigna, símbolo o mensaje con contenido alejado de los eslóganes promovidos por la federación internacional. Personalmente considero que los participantes han dejado pasar una oportunidad histórica de denunciar las continuas violaciones de los derechos humanos en el país anfitrión, como también la posibilidad de expresar apoyo o rechazo con respecto a otras cuestiones relevantes del actual panorama mundial.
Sin dudas la decisión del seleccionado serbio de exhibir una bandera con un mapa que incluía la región de Kosovo como parte integral del estado serbio, en la previa de un partido, ha sido la acción más transgresora de toda la competición hasta la fecha. Junto con las provocaciones lanzadas de manera reciproca entre los representantes de los seleccionados de Serbia y Suiza durante el partido que los enfrentó. La polémica surgió debido a la presencia de jugadores de origen albanokosovar en el combinado helvético como Xhaka y Shaquiri que en el pasado mundial habían celebrado sus goles frente a Serbia realizando un gesto que representaba el águila albanesa, símbolo de Albania y de los albanokosovares que constituyen la mayoría étnica en Kosovo.
El análisis y la reflexión acerca del estado actual del fútbol como fenómeno social y del comportamiento de los protagonistas durante la competición que se está diputando en el emirato catarí, me ha llevado a pensar acerca de cuáles son los motivos que alejan a los jugadores, entrenadores y dirigentes de utilizar este evento como caja de resonancia para expresar sus opiniones y reclamos con respecto a cuestiones sociales y políticas. En primer lugar, creo que los participantes se encuentran en una situación de evidente privilegio dentro del sistema y no están dispuestos a perder esta posición en pos de enfrentarse a la entidad organizadora y sus grandes promotores. Y por último y sin ánimo de generalizar, creo que la mayoría de los futbolistas viven totalmente aislados de la realidad que afecta a sus respectivas sociedades y por ende de los problemas a los que se enfrentan la mayoría de sus conciudadanos.
Como he mencionado anteriormente el fútbol pertenece al pueblo. Y por eso hay que luchar para evitar que unos pocos personajes, cuyo único interés es utilizar a los clubes y las federaciones para obtener su propio beneficio, nos roben la ilusión a millones de aficionados que no queremos que pierda la esencia que lo caracteriza. Pero la belleza que emana este deporte también tiene que ver con la posibilidad de utilizar su alcance, como plataforma para expresar las inquietudes de la sociedad y las demandas transformadoras que emergen de ella. A los grandes poderes del fútbol les interesa mantener a los jugadores, a las aficiones, a los clubes y a las selecciones alejados de la política para de esta manera evitar que ciertas cuestiones relacionadas con sus privilegios sean cuestionadas. El deber de quienes entendemos que la esencia del fútbol surge de su relación con el pueblo, consiste en pensar, reflexionar y actuar para lograr poner en práctica el modelo de fútbol en el que creemos.