España se encuentra hoy ante la mayor crisis política e institucional desde la Transición.
La imperiosa necesidad de nuestro presidente del gobierno por perpetuarse en el poder ha terminado por cristalizar en el mayor abandono de la defensa de los intereses generales que cualquiera de nosotros puede recordar.
Muchos eran los que hace no tantos años creían que jamás podríamos ver cómo el Partido Socialista se arrodillaba ante el independentismo catalán desmantelando el delito de sedición, arrancando a nuestro ya frágil Estado de derecho, una de sus armas.
¡Qué difícil era creer que el socialismo, supuesto adalid de la lucha contra la corrupción, recurría a cambalaches jurídicos y mediáticos para suavizar el delito de malversación en favor de condenados por apropiarse de dinero para parados en mi tierra y por organizar consultas inconstitucionales!
Lejos quedan ya aquellas líneas rojas de pactos con filo etarras; rápido se evaporaron aquellas promesas de aprobar tipos penales que específicamente condenar a la celebración de referéndums ilegales.
Insignificantes son hoy aquellas propuestas para despolitizar la justicia a las que tanto se recurría cuando se ocupaba la cómoda bancada de la oposición.
Como joven ciudadano de este gran país y futuro jurista veo con absoluta perplejidad como los medios de comunicación hablan de magistrados conservadores o progresistas, rojos o azules, buenos o malos.
Nos quieren espectadores y no actores en esta fúnebre obra de teatro.
El próximo sábado 21 de enero en la plaza de Cibeles tendremos la oportunidad de salir a la calle para recordarles que seguimos ahí, de pie, que no nos hemos rendido.
Estamos dispuestos a recordarles, alto y claro, aquellos que están desmantelando nuestra nación, que España no se vende. Ni unos ni a otros.
A una sociedad civil inundada por el altavoz de su clase política; a una juventud amargada por la incertidumbre en un futuro sin ilusión, por esto nos vemos el sábado en Cibeles.
España se encuentra hoy ante la mayor crisis política e institucional desde la Transición.
La imperiosa necesidad de nuestro presidente del gobierno por perpetuarse en el poder ha terminado por cristalizar en el mayor abandono de la defensa de los intereses generales que cualquiera de nosotros puede recordar.
Muchos eran los que hace no tantos años creían que jamás podríamos ver cómo el Partido Socialista se arrodillaba ante el independentismo catalán desmantelando el delito de sedición, arrancando a nuestro ya frágil Estado de derecho, una de sus armas.
¡Qué difícil era creer que el socialismo, supuesto adalid de la lucha contra la corrupción, recurría a cambalaches jurídicos y mediáticos para suavizar el delito de malversación en favor de condenados por apropiarse de dinero para parados en mi tierra y por organizar consultas inconstitucionales!
Lejos quedan ya aquellas líneas rojas de pactos con filo etarras; rápido se evaporaron aquellas promesas de aprobar tipos penales que específicamente condenar a la celebración de referéndums ilegales.
Insignificantes son hoy aquellas propuestas para despolitizar la justicia a las que tanto se recurría cuando se ocupaba la cómoda bancada de la oposición.
Como joven ciudadano de este gran país y futuro jurista veo con absoluta perplejidad como los medios de comunicación hablan de magistrados conservadores o progresistas, rojos o azules, buenos o malos.
Nos quieren espectadores y no actores en esta fúnebre obra de teatro.
El próximo sábado 21 de enero en la plaza de Cibeles tendremos la oportunidad de salir a la calle para recordarles que seguimos ahí, de pie, que no nos hemos rendido.
Estamos dispuestos a recordarles, alto y claro, aquellos que están desmantelando nuestra nación, que España no se vende. Ni unos ni a otros.
A una sociedad civil inundada por el altavoz de su clase política; a una juventud amargada por la incertidumbre en un futuro sin ilusión, por esto nos vemos el sábado en Cibeles.
Alberto García Chaparro