Iker González Rodríguez-Priego – Reforma de las pensiones españolas – 17 de abril de 2023
Desde hace varios años, los gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo han estado explorando la posibilidad de emitir monedas digitales, y el euro y el dólar no son la excepción. Los defensores argumentan que el euro y el dólar digital tienen el potencial de democratizar el acceso financiero, reducir la dependencia del efectivo y hacer que las transacciones sean más rápidas y seguras.
Sin embargo, otros temen que estas nuevas formas de moneda puedan amenazar la privacidad financiera de los usuarios y exacerbar la brecha entre los ricos y los pobres. En este artículo, exploraremos los pros y los contras del euro y el dólar digital, y evaluaremos si representan un paso hacia la igualdad financiera o una amenaza para la privacidad.
Cuando por primera vez se empezó a hablar de crear una moneda centralizada por parte de los gobiernos centrales, mi primera reacción fue de indignación, no ya por las consecuencias catastróficas que pueden traer, sino por la campaña masiva por parte de los gobiernos en contra de las criptomonedas. El mensaje que me mandaron fue el de “Haz lo que digo, pero no lo que hago”.
Desde Bruselas, intentan justificar esta transición mostrando la cara bonita de las cosas diciéndonos cosas como “ofrecería un medio de pago electrónico que cualquier persona podría utilizar en la zona del euro. Sería seguro y fácil de usar, al igual que el efectivo en la actualidad” o “Estamos considerando introducir una moneda digital de banco central en Europa para responder a la creciente demanda de pagos electrónicos seguros y fiables” y mi favorita y la más peligrosa “Disponer de dinero digital emitido por el banco central constituiría un ancla para la estabilidad de los sistemas de pago y de los sistemas monetarios. Un euro digital también reforzaría la soberanía monetaria de la zona del euro y fomentaría la competencia y la eficiencia en el sector de pagos europeo”.
Según los diferentes proyectos, nos encontramos que, en Europa, la implantación llegará a su fin en octubre de 2023 y a partir de allí se decidirá si se pasa o no la siguiente fase: el desarrollo de servicios integrados, una actividad que podría tardar otros 3 años.
Por otro lado, la FED estudia la implementación en la llegada del dólar digital de la mano de la red de responsabilidad regulada que permitiría acelerar las transacciones y «crear oportunidades de innovación para mejorar los acuerdos financieros» aunque todavía es un proyecto que se está estudiando y no han proporcionado ninguna fecha en concreto.
En cuanto a China, el yuan digital ya es una realidad. Desde su lanzamiento en 2020, el programa del yuan digital sigue siendo un proyecto piloto, que ha conseguido llegar a diferentes regiones chinas, en concreto a 16 regiones dentro del país y que está diseñado para ser una herramienta que compita con el dólar estadounidense.
De las primeras reflexiones que podríamos hacer ante las excusas de los bancos centrales, son que desde hace bastante tiempo ya tenemos un sistema en el que el dólar, el euro o cualquier moneda mundialmente comercializada ya se encontraba digitalizada, en el sentido en el que desde cualquier parte del mundo en el que tengas acceso a internet puedes intercambiar divisas en la red, y además muchas personas ya utilizan monedas digitales como Bitcoin, Ethereum o Litecoin para realizar pagos en línea y transferencias internacionales de manera rápida y económica, por lo que esta transición tiene otros objetivos como prioridad.
Ante el cambio del panorama financiero, permitiendo que las personas realicen transacciones sin tener que depender de los bancos tradicionales, podría significar que los bancos pierdan su monopolio en el procesamiento de pagos ya que serían los bancos centrales quienes se encargasen de ser el nuevo embudo de las transacciones, lo que podría llevar a la reducción de la demanda de servicios bancarios tradicionales y, en última instancia, al posible fin del sistema bancario tal como lo conocemos además de que los gobiernos centrales tendrían un control absoluto sobre la emisión y liquidación de estas monedas digitales, otorgándoles un papel dominante en la industria financiera.
Como todos sabemos, los gobiernos y bancos centrales no son precisamente conocidos por su eficiencia en la gestión de la economía. Ya sea imprimiendo cantidades astronómicas de dinero o proponiendo leyes ridículas, a menudo parecen más empeñados en desincentivar y destruir la economía que en ayudar a sus ciudadanos.
Entregarles el control absoluto del dinero de los ciudadanos sería una locura. Permitir que los gobiernos controlen las transacciones financieras podría significar que los ciudadanos pierdan su privacidad financiera y que los gobiernos tengan el poder de retirar dinero de las cuentas o incluso congelarlas en nombre de la «lucha contra la inflación» o la eficacia fiscal entre muchas otras medidas.
Las consecuencias van a ser graves y hay que tener cuidado con cualquier propuesta que otorgue a los gobiernos este tipo de control, aunque la única ventaja apreciable a estas medidas sería el incentivo en el uso de criptomonedas descentralizadas, pero a que coste…
Si para los Bancos centrales optimización es sinónimo de control, tenemos un problema gordísimo además del factor de seguridad al que se aferran y prometen que no habrá problema alguno.
Otro factor para tener en cuenta es el de reforzar la soberanía de su moneda, realmente si lo traducimos significa que están trabajando para fortalecer la posición de su divisa como moneda de reserva global y como medio de pago internacional o, en otras palabras, el control total.
En un contexto en el que países como los BRICS buscan liberarse de la hegemonía del dólar estadounidense mediante la creación de una moneda común para sus transacciones, el verdadero objetivo es fomentar una competencia basada en divisas y obtener mayor poder sobre la economía de los países en los que operan pudiendo tener varios efectos negativos en la población como la inflación, una constante incertidumbre, medidas proteccionistas y una volatilidad diaria al estar modificando constantemente las políticas y las emisiones de las divisas para intentar perjudicar a la del rival o para reforzar su moneda.
En conclusión, la posibilidad de emitir monedas digitales por parte de los gobiernos y bancos centrales ha generado un gran debate entre sus defensores, que argumentan que estas monedas podrían democratizar el acceso financiero y hacer las transacciones más rápidas y seguras, y sus detractores, que temen que esto amenace la privacidad financiera de los usuarios y exacerbe la brecha entre ricos y pobres además de causar una catástrofe financiera.
A pesar de las escasas ventajas que ofrece la creación de una moneda digital centralizada, existen muchos otros riesgos para rechazar la creación de una divisa digital centralizada que cumpla con los requisitos que desde los gobiernos y bancos centrales están intentando maquillar. Si es innegable esta transición, tengan cuidado con lo que se nos puede venir encima.
Iker González Rodríguez-Priego – Reforma de las pensiones españolas – 17 de abril de 2023
Desde hace varios años, los gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo han estado explorando la posibilidad de emitir monedas digitales, y el euro y el dólar no son la excepción. Los defensores argumentan que el euro y el dólar digital tienen el potencial de democratizar el acceso financiero, reducir la dependencia del efectivo y hacer que las transacciones sean más rápidas y seguras.
Sin embargo, otros temen que estas nuevas formas de moneda puedan amenazar la privacidad financiera de los usuarios y exacerbar la brecha entre los ricos y los pobres. En este artículo, exploraremos los pros y los contras del euro y el dólar digital, y evaluaremos si representan un paso hacia la igualdad financiera o una amenaza para la privacidad.
Cuando por primera vez se empezó a hablar de crear una moneda centralizada por parte de los gobiernos centrales, mi primera reacción fue de indignación, no ya por las consecuencias catastróficas que pueden traer, sino por la campaña masiva por parte de los gobiernos en contra de las criptomonedas. El mensaje que me mandaron fue el de “Haz lo que digo, pero no lo que hago”.
Desde Bruselas, intentan justificar esta transición mostrando la cara bonita de las cosas diciéndonos cosas como “ofrecería un medio de pago electrónico que cualquier persona podría utilizar en la zona del euro. Sería seguro y fácil de usar, al igual que el efectivo en la actualidad” o “Estamos considerando introducir una moneda digital de banco central en Europa para responder a la creciente demanda de pagos electrónicos seguros y fiables” y mi favorita y la más peligrosa “Disponer de dinero digital emitido por el banco central constituiría un ancla para la estabilidad de los sistemas de pago y de los sistemas monetarios. Un euro digital también reforzaría la soberanía monetaria de la zona del euro y fomentaría la competencia y la eficiencia en el sector de pagos europeo”.
Según los diferentes proyectos, nos encontramos que, en Europa, la implantación llegará a su fin en octubre de 2023 y a partir de allí se decidirá si se pasa o no la siguiente fase: el desarrollo de servicios integrados, una actividad que podría tardar otros 3 años.
Por otro lado, la FED estudia la implementación en la llegada del dólar digital de la mano de la red de responsabilidad regulada que permitiría acelerar las transacciones y «crear oportunidades de innovación para mejorar los acuerdos financieros» aunque todavía es un proyecto que se está estudiando y no han proporcionado ninguna fecha en concreto.
En cuanto a China, el yuan digital ya es una realidad. Desde su lanzamiento en 2020, el programa del yuan digital sigue siendo un proyecto piloto, que ha conseguido llegar a diferentes regiones chinas, en concreto a 16 regiones dentro del país y que está diseñado para ser una herramienta que compita con el dólar estadounidense.
De las primeras reflexiones que podríamos hacer ante las excusas de los bancos centrales, son que desde hace bastante tiempo ya tenemos un sistema en el que el dólar, el euro o cualquier moneda mundialmente comercializada ya se encontraba digitalizada, en el sentido en el que desde cualquier parte del mundo en el que tengas acceso a internet puedes intercambiar divisas en la red, y además muchas personas ya utilizan monedas digitales como Bitcoin, Ethereum o Litecoin para realizar pagos en línea y transferencias internacionales de manera rápida y económica, por lo que esta transición tiene otros objetivos como prioridad.
Ante el cambio del panorama financiero, permitiendo que las personas realicen transacciones sin tener que depender de los bancos tradicionales, podría significar que los bancos pierdan su monopolio en el procesamiento de pagos ya que serían los bancos centrales quienes se encargasen de ser el nuevo embudo de las transacciones, lo que podría llevar a la reducción de la demanda de servicios bancarios tradicionales y, en última instancia, al posible fin del sistema bancario tal como lo conocemos además de que los gobiernos centrales tendrían un control absoluto sobre la emisión y liquidación de estas monedas digitales, otorgándoles un papel dominante en la industria financiera.
Como todos sabemos, los gobiernos y bancos centrales no son precisamente conocidos por su eficiencia en la gestión de la economía. Ya sea imprimiendo cantidades astronómicas de dinero o proponiendo leyes ridículas, a menudo parecen más empeñados en desincentivar y destruir la economía que en ayudar a sus ciudadanos.
Entregarles el control absoluto del dinero de los ciudadanos sería una locura. Permitir que los gobiernos controlen las transacciones financieras podría significar que los ciudadanos pierdan su privacidad financiera y que los gobiernos tengan el poder de retirar dinero de las cuentas o incluso congelarlas en nombre de la «lucha contra la inflación» o la eficacia fiscal entre muchas otras medidas.
Las consecuencias van a ser graves y hay que tener cuidado con cualquier propuesta que otorgue a los gobiernos este tipo de control, aunque la única ventaja apreciable a estas medidas sería el incentivo en el uso de criptomonedas descentralizadas, pero a que coste…
Si para los Bancos centrales optimización es sinónimo de control, tenemos un problema gordísimo además del factor de seguridad al que se aferran y prometen que no habrá problema alguno.
Otro factor para tener en cuenta es el de reforzar la soberanía de su moneda, realmente si lo traducimos significa que están trabajando para fortalecer la posición de su divisa como moneda de reserva global y como medio de pago internacional o, en otras palabras, el control total.
En un contexto en el que países como los BRICS buscan liberarse de la hegemonía del dólar estadounidense mediante la creación de una moneda común para sus transacciones, el verdadero objetivo es fomentar una competencia basada en divisas y obtener mayor poder sobre la economía de los países en los que operan pudiendo tener varios efectos negativos en la población como la inflación, una constante incertidumbre, medidas proteccionistas y una volatilidad diaria al estar modificando constantemente las políticas y las emisiones de las divisas para intentar perjudicar a la del rival o para reforzar su moneda.
En conclusión, la posibilidad de emitir monedas digitales por parte de los gobiernos y bancos centrales ha generado un gran debate entre sus defensores, que argumentan que estas monedas podrían democratizar el acceso financiero y hacer las transacciones más rápidas y seguras, y sus detractores, que temen que esto amenace la privacidad financiera de los usuarios y exacerbe la brecha entre ricos y pobres además de causar una catástrofe financiera.
A pesar de las escasas ventajas que ofrece la creación de una moneda digital centralizada, existen muchos otros riesgos para rechazar la creación de una divisa digital centralizada que cumpla con los requisitos que desde los gobiernos y bancos centrales están intentando maquillar. Si es innegable esta transición, tengan cuidado con lo que se nos puede venir encima.