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    Límites lingüísticos

    ¿Hasta dónde llega la diversidad lingüística?

    En pleno mes de agosto, con un bloqueo político grave y con la mayoría de españoles fuera de vacaciones quería reflexionar sobre la reciente propuesta inédita del uso de las lenguas regionales cooficiales (catalán, gallego y euskera) en espacios supra-regionales como puede ser el Congreso de los Diputados o supranacionales como puede ser el Parlamento Europeo.

    Sin lugar a dudas, España solo se puede entender íntegramente desde la diversidad que la compone, tanto geográficamente como lingüísticamente (en idiomas cooficiales y acentos varios). Así las cosas, la lengua oficial del Estado español es el castellano o también referido como el español (art 3, Constitución Española). La historia de nuestro país hace evidente la necesidad de reconocer, salvaguardar y promover las identidades variadas que en él coexisten. En esa línea, las Comunidades Autónomas parecen responder de la mejor forma a estas necesidades, en las que el idioma regional es idioma oficial en su territorio. No obstante, la unidad de nuestras CC.AA. es la que hace fuerte a nuestro país, conformado por esa unión de regiones y provincias delimitadas por motivos geográficos e históricos en su mayoría.

    Por otro lado, el tema los idiomas regionales en el ámbito educativo es un tema aparte, aparentemente irresoluble. Actualmente está en el punto de mira tras el caso de Cataluña, en el que varios centros escolares no respetan el porcentaje mínimo de horas lectivas en castellano. Este asunto sigue sin resolverse, aún tras la sentencia del TSJC que fija un mínimo del 25% de horas lectivas en castellano pero que de una u otra forma varios centros logran esquivar, llegando así el tema al Tribunal Constitucional.

    Pero, más allá de la enseñanza, me parece aún más notorio el hecho de que las lenguas cooficiales quiere llegar al Estado español y a Europa. Nos encontramos en una situación en el que la mayoría de ciudadanos españoles nos encontramos confusos preguntándonos entre otras cosas ¿qué necesidad? ¿para qué? ¿hasta dónde llega esto? A continuación, expondré porqué creo que es un debate innecesario y sobredimensionado que no beneficia de ninguna manera al país.

    Antes de eso creo que es necesario despolitizar el debate y analizarlo desde un punto de vista racional, ya que es un tema complejo y enrevesado en el que se mezcla el independentismo/nacionalismo con anhelos de soberanía lingüística. Es necesario haciendo una evaluación de las ventajas e inconvenientes que podría tener cualquier decisión sobre el conjunto de España y sus ciudadanos.

    Ampliar el uso de las lenguas cooficiales podría cuestionarse por los siguientes motivos:

    • Fragmenta más de lo que unifica. La defensa de las peculiaridades regionales a nivel nacional es una imposición más que una lucha por su salvaguarda o reconocimiento que generaría mucha polémica. España es la unión de distintas áreas particulares por su entorno geográfico, social y económico, por no citar los motivos históricos. Debe defenderse el idioma español como el vínculo que unifica al país.
    • Genera precedentes para futuras exigencias. Cada comarca y municipio español tiene sus peculiaridades que lo hacen singular. En ello se depositan sus costumbres, los múltiples dialectos/acentos/formas de hablar, sus tradiciones, fiestas, bailes, etc. Son muchas las provincias, comarcas y municipios que también desean reivindicar su habla a un nivel superior, por no citar los anhelos separatistas (ej. El Bierzo de la provincia de León y a su vez León de Castilla) y todos los dialectos y hablas populares que han desaparecido debido al fenómeno de la despoblación interior. Conceder privilegios a unas CC.AA. podría generar una situación injusta de rivalidad no necesaria.
    • Instrumentalización del lenguaje. La lengua particular pondría de manifiesto aún más el anhelo de llevar a cabo una agenda política separada a la del país y se convertiría en una herramienta que solo acentuaría las diferencias entre lo “local” y aquello que representa lo “nacional”. El lenguaje corre el riesgo de instrumentalizarse aún más como una herramienta política que persigue fines diversos. Politizar el lenguaje es peligroso porque el lenguaje es patrimonio cultural intangible de su respectiva área.
    • La utilidad de la propuesta es nula. Es un debate que no lleva a ninguna parte. ¿Qué necesidad de añadir un idioma a las sesiones y documentación parlamentaria? El conocimiento de los idiomas cooficiales regionales debe ser una decisión personal de cada habitante del limitado ámbito de actuación del idioma. Llevarlo al espacio parlamentario no generaría ningún beneficio más que un quebradero de cabeza para todos los integrantes. La comunicación y la comprensión empeoraría y generaría frustración en aquellas personas que no hablasen el idioma, en el fondo, sería hasta perjudicial para los intereses de esas regiones.
    • Generaría costes transaccionales enormes. Los costes económicos de transacción asociados a esta propuesta son descomunales debido a las ineficiencias que supone tener que traducir todos las sesiones y documentos (ej. traducción, administración, interpretación, etc.). Un buen ejemplo de esto es la complejidad ya existente en el Parlamento Europeo. Cualquiera que lo haya visitado podrá darse cuenta de la ineficiencia burocrática que supone tener 24 idiomas oficiales. Los costes administrativos ligados a esa duplicidad traductora son desproporcionados y podrían invertirse en actividades bastante más útiles. En esta línea, una la propuesta podría ir incluso, al contrario: establecer un único idioma para la comunicación EU que actualmente y paradójicamente podría ser el inglés debido a su mayor difusión. Trabajar en un único idioma no significa perjudicar o menospreciar a los demás idiomas sino trabajar eficientemente por lo que de verdad importa, en todos los sentidos.
    • Nos aislaría del mundo hispanoamericano. Por la herencia histórico-cultural es común que en muchos países hispanoparlantes se haga referencia a todos los españoles como “canarios” o “gallegos”. Sin embargo, en esta concepción el idioma que predomina es el español, que es uno y único para todos: es nuestro vínculo de unión a pesar de las singulares diferencias.

    Por estos motivos creo que proponer trasladar el uso de las lenguas cooficiales de un espacio regional a un espacio suprarregional no aporta más que desventajas para el conjunto del país. Aunque inicialmente podría parecer una medida con la intención de apoyar la diversidad de nuestro país, en realidad implicaría todo lo contrario. En esa diversidad también hay millones de andaluces, murcianos, aragoneses, extremeños, madrileños, castellano-leoneses, castellano-manchegos, cántabros y astures que se sienten parte de un país llamado España; la imposición de idiomas con los que no se sienten identificadas estas poblaciones va en contra de la defensa de la diversidad.

    Si pensamos en Europa, el mismo continente es enormemente diverso: la formación de la UE corresponde a esa necesidad de protegerse y lograr la paz en la diversidad de los países que la componen. Gran parte de los países europeos se componen de diversas identidades regionales marcadas (Bélgica en primer lugar). Cualquier tipo de proceso que quiera situar en una posición favorable los intereses de una región podrían entenderse como secesionismo interno, apoyando movimientos nacionalistas en el seno de un país UE. Estas dinámicas van totalmente en contra del espíritu y motivo de existencia de la propia Europa.

    En conclusión, la defensa de un idioma único para España (el español) parece lo lógico en un Estado diverso como el nuestro: es nuestro vínculo de entendimiento más poderoso. El momento de avanzar es ahora, pero no mirando hacia atrás, sino hacia adelante. Los debates sobre el uso lingüístico de idiomas utilizados en el ámbito nacional son estériles y lo único que hacen es atrapar a España en temas politizados y polémicos que acentúan nuestras divisiones. En vez de sumar, más bien restan potencial al nuestro país. Quizás sea la hora de dejar de lado aquello que nos diferencia y comenzar a trabajar sobre el proyecto de país que se quiere. Creo que estas propuestas rocambolescas no aportan nada para los españoles, más que horas y horas de debate televisivo. En el fondo, ese podría ser el fin último de las mismas.

    Carlo Stella Serrano
    Carlo Stella Serranohttps://verumlibertas.es/author/carlo-stella-serrano/
    «El pragmático» Temas: Política y Sociedad. Máster en Desarrollo Económico y Políticas Públicas - UAM

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