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    Javier Milei ¿Futuro salvador de Argentina o un populista más?

    Javier Milei, “el peluca”, ex heavy metal y exaltado candidato de La Libertad Avanza, partido con apenas dos años de historia, ha sido la gran sorpresa en las elecciones PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias). 

    Obteniendo un 30% de los votos, Milei se ha convertido en el ganador de las elecciones, algo que ninguna encuesta, argentina o internacional, fue capaz de vaticinar. “Almas libres, leones heroicos, gracias por tanto rugido, ¡viva la libertad carajo!”; gritaba Milei en el cierre de campaña a una masa exultante.

    Tras 50 años agitando platós de televisión argentinos, el economista dio el salto a la política fundando un partido libertario en julio de 2021. Como era de esperar, según avanzaba el escrutinio, la prensa no ha tardado en colmar los titulares de clamores al Cielo por el auge de la ultraderecha en el mundo y lo nefasto que será para Argentina; no como el peronismo que tanta prosperidad está trayendo al país.

    La realidad es que ni Javier Milei ni su partido pueden enmarcarse en la “ultraderecha”. Esta asunción parte de un razonamiento simplista por el cual, cualquier partido que critique a la izquierda, ha de ser necesariamente de derechas y aquél que se sitúe a la “derecha” de Juntos por el Cambio (el partido derechista preexistente), ha de ser inequívocamente de ultraderecha. La realidad es mucho más compleja, y para entender el espectro político del libertarismo conviene alejarse de la tradicional dicotomía reduccionista izquierda-derecha, por la cual la derecha es de carácter eminentemente conservadora y autoritaria. ¿Pues, que ápice de autoritarismo puede tener un anarcocapitalista que afirma que “el enemigo es el Estado”? y, ¿puede ser tachado de conservador alguien que tiene por máxima el respeto irrestricto al proyecto de vida de los prójimos, sin ningún tipo de limitaciones impuestas a nivel estatal o moral?

    ¿Qué propone? El programa de La Libertad Avanza es escueto pero revolucionario y propone una serie de medidas liberalizadoras con el objeto de revitalizar la maltrecha economía del país. Actualmente Argentina tiene una de las mayores tasas de inflación del mundo, una moneda cada vez más devaluada, una contracción del 10% anual, una deuda con el FMI de 44.000 millones de dólares y donde 4 de cada 10 argentinos viven en el umbral de la pobreza.

    Frente a estos datos, medidas como la liberalización del mercado laboral, la fuerte bajada de la presión fiscal, la eliminación de aranceles con acuerdos de libre comercio, o la simplificación de la burocracia parecen mucho más propensas a mejorar la situación económica argentina que las propuestas por su adversario socialista, consistentes en aumentar el gasto público, táctica efectiva a la hora de asegurar su clientela electoral a costa de engrosar la deuda pública, que ya devolverán en el fututo sus hijos y nietos. Esto nos suena de algo.

    Sin embargo, el hecho de que su programa pueda parecer más o menos razonable, no es excluyente con el hecho de que su discurso cumpla punto por punto con el del político populista de manual.

    En primer lugar, la identificación del enemigo a batir, el Estado, afirmando que “el Estado es la base de todos los problemas que tenemos”. 

    La segunda característica, hacer de las propuestas más complicadas de materializar, la medida estrella, presentando fácil lo difícil, en su caso, el cierre del Banco Central; como los tiempos en los que VOX hacía de la eliminación de las autonomías, uno de sus principales reclamos electorales. 

    En tercer lugar, autoproclamarse representante del pueblo y hacer la distinción entre “nosotros y ellos”, siendo ellos los políticos a los cuales califica de “ratas y parásitos”, además de cargar contra lo que denomina la “casta política” en la cual él, por supuesto, inmune a la perversión del poder, nunca se convertirá. Inevitablemente, vienen a mi mente aquellos líderes del pueblo que entraron en la política para eliminar a la casta, y que la dejaron formando parte de ella. 

    El cuarto ingrediente, el desprecio sistemático al oponente; “zurdo de mierda, te puedo aplastar aún en silla de ruedas” fueron palabras dedicadas a su adversario político Horacio Rodríguez Larreta, aunque muy gráfico y representativo, constituye solo un ejemplo de un amplio repertorio de lindezas dirigidas hacia sus oponentes.

    Por último, la manera impetuosa, colérica, vehemente y exaltada de dirigirse a las masas. Como ejemplo su viral: “Yo no vine acá para guiar corderos, vine a despertar leones”, siempre respondido con la vigorosa aclamación de la agitada turba.

    Sea como fuere, si hay una estrategia política que ha funcionado a lo largo de la historia es el populismo, cáncer de las democracias, prueba de ello es su capacidad de convocatoria y su acogida entre los jóvenes. Precisamente, el liberalismo siempre ha tenido un gran problema de comunicación que ha hecho que sus partidos hayan fracasado sistemáticamente allá donde lo han intentado; mientras tanto, en Argentina miles de jóvenes se agolpan en plazas al grito de: “¡Viva Hayek! 

    Milei ha conseguido lo que parecía imposible en un país marcado por la sombra del socialismo y el peronismo. Si ese populismo ha servido para extender las ideas de la libertad entre un sector mayor de la población, hasta el punto de que se consolide una alternativa liberal capaz de sacar al país de su profunda crisis económica, entonces habrá merecido la pena. Argentina verá la luz al final del túnel. 

    El fin justificará los medios. ¿O no?

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