Francisco Provenzano Viñuales – La integración del Alto Karabaj – 4 de Octubre de 2023
Desde hace décadas, la comunidad internacional, ha estado promoviendo diversas iniciativas para poner fin a la utilización de la violencia, como medio para la resolución de conflictos. Pese a los cuantiosos recursos destinados a esta tarea, el desarrollo de las distintas disciplinas académicas que se encargan del estudio de la paz y de la guerra, y de las continuas declaraciones promulgadas por los líderes de las principales potencias. El ejercicio de la fuerza continúa constituyendo una herramienta utilizada por los diversos actores internacionales, para alcanzar sus objetivos políticos. Los hechos ocurridos en las últimas semanas en el Alto Karabaj son un claro ejemplo, de que las intervenciones militares, no han perdido vigencia en el escenario internacional.
A través de los medios de comunicación, hemos podido ver, cómo el pasado día 19 de septiembre. La superioridad militar, tecnológica, y económica de Azerbaiyán, ha permitido a las fuerzas armadas azerbaiyanas hacerse con el control de los principales bastiones defensivos, pertenecientes a las fuerzas de defensa de la autoproclamada República de Artsaj ,en cuestión de horas. Ante la pasividad de las fuerzas de paz rusas allí desplegadas desde la finalización, de la Segunda Guerra del Alto Karabaj, en noviembre del 2020. Las principales consecuencias de esta operación han sido, la rendición de la totalidad de las fuerzas karabajíes y la integración de este territorio montañoso en la República de Azerbaiyán. (Al momento del inicio de la operación militar, la región contaba con cerca de 120.000 habitantes de etnia armenia).
A la hora de entender lo acontecido en estos últimos días, es importante retrotraerse al análisis de las causas del conflicto y su evolución histórica. Como ya sabemos, las raíces de este contencioso se remontan a principios del siglo pasado. Sin embargo, durante gran parte de la era soviética la disputa sufrió una larga etapa de congelamiento, debido a la incorporación de ambos estados en la URSS y la proclamación del Alto Karabaj como un Óblast Autónomo perteneciente a la RSS de Azerbaiyán. Las tensiones se recrudecieron y acentuaron en los últimos años de existencia de la Unión Soviética, cuando los Karabajíes de etnia armenia comenzaron a pedir la incorporación de este territorio en la RSS de Armenia.
Con la disolución de la URSS y el surgimiento de tres repúblicas independientes en el Cáucaso meridional, las tensiones y los choques violentos derivaron en una guerra total que enfrentó a las recientemente constituidas Républicas de Armenia y Azerbaiyán. El desenlace de la guerra se saldó con una aplastante victoria de las fuerzas armenias que se hicieron con el control del Alto Karabaj y ocuparon grandes franjas de territorio lindantes con esta región. Durante el enfrentamiento bélico ambos contendientes provocaron numerosas violaciones de los derechos humanos, y tras el fin de la guerra en 1994 decenas de miles de azerbaiyanos debieron dejar sus hogares en los territorios ocupados por las fuerzas armenias.
Lamentablemente la finalización del conflicto bélico no significó ni la resolución del contencioso etnico-político, ni la normalización de las relaciones entre Ereván, Bakú y Stepanakert. Si bien es verdad que hubo diversos intentos propiciados por organizaciones internacionales como la OSCE para llegar a un acuerdo entre ambas partes y resolver la cuestión del Alto Karabaj, región reconocida internacionalmente como parte integral del territorio de Azerbaiyán. Estas no llegaron a buen puerto debido a la posición dominante de la que gozaba Armenia tras haber salido victoriosa de la guerra. Esto provocó que no existiera demasiado interés por parte de Ereván o de Stepanakert (Capital de la autoproclamada República de Artsaj) en sentarse en la mesa de negociaciones para cambiar el Statu Quo. El dinamismo es un atributo que siempre ha caracterizado el devenir de los contenciosos internacionales, y en el año 2020 se produjo un punto de inflexión en el balance de poder regional que afectó el estatus de dicha región montañosa.
A finales de septiembre de ese año, Azerbaiyán lanzó una exitosa operación militar a gran escala para hacerse con el control del Alto Karabaj y de las regiones subyacentes, que se encontraban en manos armenias. Dicha operación constituyó un gran éxito para las fuerzas azerbaiyanas en el campo de batalla, quienes rompieron la línea de contacto y se adentraron en territorio karabají. En noviembre de 2020 ambas partes beligerantes firmaron junto con la Federación Rusa un acuerdo tripartito para garantizar el alto al fuego y establecer las condiciones futuras.
El acuerdo establecía que ambos bandos mantendrían los territorios dentro del Alto Karabaj que ocupaban al finalizar la contienda, y también se acordó que Armenia cedería a Azerbaiyán el control de las zonas lindantes que habían caído bajo control armenio en la Primera Guerra del Alto Karabaj. Otra de las consecuencias del acuerdo, fue la llegada al terreno de un contingente ruso de fuerzas de paz, que se haría cargo del control de la línea de contacto y del corredor de Lachín, que constituye la única conexión terrestre entre Armenia y el Alto Karabaj, y única conexión de este último territorio con el exterior.
En el plano geopolítico de la región, el desenlace de la contienda tuvo graves implicancias para el equilibrio de poder regional, sostenido hasta el momento. El gran perdedor fue la República de Armenia, que sufrió grandes pérdidas humanas, el desgaste de sus fuerzas armadas y una humillante derrota ante su vecino, lo que provocó la pérdida de la posición dominante de la que gozaba. Por su parte Azerbaiyán demostró su superioridad militar (el material bélico proporcionado por Turquía e Israel desempeñó un papel primordial en la victoria), recuperó grandes franjas de su territorio, y logró tener al alcance de su mano la toma del Alto Karabaj. Para Azerbaiyán esto significaba tener la posibilidad de controlar la totalidad de su territorio reconocido internacionalmente, tras largos años de lucha, y humillantes derrotas.
Otro actor regional que se benefició con el mencionado desenlace, es la Federación rusa que ha logrado destacar un contingente de sus fuerzas en el territorio en disputa y se ha erigido como garante de la seguridad, en un área que históricamente ha considerado como su patio trasero y pieza central de sus ambiciones y objetivos geopolíticos.
A partir de finales del 2020, hemos visto cómo el gobierno armenio liderado por el primer ministro Nikol Pashinián, ha ido progresivamente disminuyendo la presencia de las fuerzas armenias en el Alto Karabaj, delegando la defensa del territorio en manos de las autoridades locales. Dentro de Armenia muchos consideran esta situación como una traición a la causa del Karabaj y de la nación armenia. Sin embargo, Pashinián obtuvo una mayoría absoluta en las elecciones legislativas del año 2021, lo que le permitió permanecer en el cargo. Muchos se preguntarán qué ha provocado que el primer ministro que ha llevado a su país a la derrota en la guerra haya sido reelegido.
Existen diversos factores para explicar este acontecimiento, en primer lugar, la derrota armenia fue producto de una cadena de errores y malas decisiones tomadas a lo largo de décadas que exceden a la mera figura de Pashinián, pero por otro lado muchos ven en la figura del primer ministro a un líder que busca evitar un nuevo conflicto, que de la estocada final a una ya muy debilitada Armenia, que se encuentra rodeada por estados poco amistosos y sumida en graves problemas económicos, políticos y militares.
En el caso de Bakú, el presidente Ilham Aliyev ha ido construyendo su propia imagen como la de un líder que ha llevado a su país a la victoria, y ha sabido utilizar los grandes recursos económicos obtenidos gracias a la extracción de hidrocarburos, su posición estratégica en las rutas de transporte entre Asia Central y Europa, y su afinidad histórica y cultural con Turquía, para consolidarse como la más poderosa e influyente de las tres repúblicas transcaucásicas. Si nos detenemos a escuchar algunos de los discursos de Aliyev podemos notar sus referencias amenazantes hacia Armenia o la utilización de ciertas palabras pertenecientes al vocabulario vinculado con las ideas del movimiento irredentista azerbaiyano, como por ejemplo la palabra Azerbaiyán Occidental, que hace referencia a ciertas áreas pertenecientes a la República de Armenia.
Este breve recorrido histórico desarrollado en los párrafos anteriores debe de servirnos para entender el desenlace final ocurrido hace dos semanas. La toma de control de la región por parte de las fuerzas azerbaiyanas era cuestión de tiempo En los últimos meses el bloqueo del corredor de Lachín por parte de las fuerzas azerbaiyanas, la inacción de las fuerzas rusas, la falta de una intervención decidida por parte de occidente y la negativa de Armenia en verse involucrada en otro conflicto bélico, ha provocado que la situación en el Alto Karabaj se haya tornado insostenible. La entrada unilateral de las tropas de Bakú, poco nos sorprende a quienes hemos seguido el devenir de la situación. Sin embargo, esto no significa que no me haya consternado la grave situación que está sufriendo la población local, con un éxodo masivo de la población hacia territorio armenio, dejando atrás un legado histórico, religioso y cultural de siglos.
Resulta muy triste observar las imágenes recientes de una Stepanakert vacía, cuyos habitantes han marchado a un exilio forzado del que probablemente nunca serán capaces de regresar. Según fuentes del gobierno armenio, más de cien mil personas han abandonado el Alto Karabaj y han atravesado la frontera armenia. En la región solo quedan algunas autoridades y quienes continúan trabajando en las tareas de evacuación y asistencia de un pequeño porcentaje de la población que permanece en el terreno y que desea permanecer en sus hogares.
Al observar estos hechos me indigna saber que poco han hecho la Unión Europea y el conjunto de los países occidentales por defender los intereses de nuestros hermanos cristianos del Alto Karabaj. Y cuando me refiero a salvaguardar el bienestar de la población cristiana, no estoy hablando de intervenir contra los intereses legítimos de Azerbaiyán, con respecto a su territorio reconocido internacionalmente. Sino acordar con el gobierno de Bakú, el respeto de los derechos lingüísticos, culturales, y políticos de la población karabají, o en el peor de los casos organizar un éxodo voluntario y organizado de quienes quieran dejar sus hogares bajo la protección de fuerzas internacionales que garanticen el respeto de sus derechos durante el proceso.
En los últimos días hemos visto cómo diversas figuras pertenecientes al gobierno o las fuerzas de defensa de la ya inexistente República de Artsaj, han sido detenidos cuando intentaban dejar el territorio, y encarcelados en Azerbaiyán bajo diversas acusaciones. Más de 300 ciudadanos del Alto Karabaj son requeridos por las autoridades azerbaiyanas, bajo la acusación de haber cometido una serie de delitos según la legislación de dicho estado. Ante esta situación resulta imprescindible recordar que nos encontramos ante un grave caso de limpieza étnica, podemos discutir sobre el carácter voluntario o no del éxodo de los habitantes, pero no podemos negar que en cuestión de días el territorio del Alto Karabaj ha dejado de ser habitado por un pueblo que llevaba allí siglos.
Contrariamente a lo que algunos piensan, la integración del Alto Karabaj en la República de Azerbaiyán no necesariamente garantizará un futuro de estabilidad para las relaciones entre Ereván y Bakú, ya que las disputas entre ambos estados no se limitan únicamente a esta cuestión. Como he mencionado anteriormente, la dialéctica esgrimida por el presidente Aliyev en sus últimas apariciones demuestra el deseo del gobierno azerbaiyano por expandir su poder en la región y erigirse como el principal dominador de la misma. Y para cumplir con este objetivo, Azerbaiyán busca alcanzar su objetivo histórico de conectar el exclave azerbaiyano de Najicheván con el resto del estado, a través de territorio armenio. La ruta propuesta por Azerbaiyán, denominado como corredor de Zangezur atravesaría el territorio sur de la República de Armenia junto a la frontera con la República Islámica de Irán. Armenia se opone a este proyecto ya que considera que un corredor como el propuesto por Azerbaiyán, sin ningún tipo de control armenio sobre el mismo, constituye una grave amenaza para la integridad territorial de Armenia y forma parte de las ambiciones territoriales de Bakú.
Pero la disputa sobre la creación de este corredor también afecta a los intereses de otros estados de la región. Turquía ve con buenos ojos la apertura de este corredor, que permitiría conectar Estambul con Bakú y también con Asia Central, dando alas al deseo del presidente Erdogan de incrementar la presencia turca en el denominado Mundo Túrquico.
Por su parte la República Islámica de Irán, tiene cierto recelo con respecto al proyecto. Ya que un aumento de la presencia turca en la región puede llegar a desencadenar un incremento de la inestabilidad en ciertas áreas de la República Islámica, pobladas mayoritariamente por azeríes. Además, Irán perdería los beneficios económicos obtenidos en la actualidad de la ruta que conecta Najichevan con el resto de Azerbaiyán a través de territorio iraní. En el contexto de la enemistad con Rusia tras la invasión de Ucrania, Occidente puede ver con buenos ojos una expansión del área de influencia turca en el Cáucaso y Asia Central que podría contrarrestar la presencia rusa y acercar a estos países a un estado miembro de la OTAN como lo es Turquía. A la Federación Rusa le interesa la apertura del corredor, ya que esto significaría un despliegue de fuerzas rusas en el sur de Armenia para hacerse cargo de dicha vía de comunicación.
Para poner punto final a este artículo me gustaría desarrollar una serie de apreciaciones personales con respecto al futuro de la República de Armenia, de la República de Azerbaiyán, el Alto Karabaj y sus respectivas relaciones. La integración de la región del Alto Karabaj en la República de Azerbaiyán es un hecho ya consolidado, y en los próximos meses veremos un repoblamiento y reconstrucción de la región que cambiará de manera drástica su composición étnica. Los azerbaiyanos poblarán Stepanakert y otros asentamientos de la región que otrora eran poblados por karabajíes de etnia armenia. Por su parte el gobierno de Azerbaiyán continuará presionando al gobierno de Pashinián para establecer un corredor entre la República Autónoma de Najicheván y el resto de Azerbaiyán aprovechándose de la situación de debilidad en la que se encuentra envuelta Armenia, y sin descartar el uso de la fuerza como medio para implementar esta idea en el terreno.
Por su parte el gobierno armenio deberá repensar su política exterior y sus alianzas defensivas. Hace unas semanas las fuerzas armadas armenias realizaron maniobras conjuntas con las fuerzas armadas estadounidenses. A pesar de este acercamiento de Ereván con Washington, la Federación de Rusia, incluso luego de su evidente inacción frente a la ofensiva azerbaiyana, continúa siendo uno de los principales aliados de Armenia y cuenta con miles de tropas desplegadas en su territorio. Ante esta difícil situación la Unión Europea, Estados Unidos, el Reino Unido y otros estados de Occidente deben dar un paso adelante para promover una mayor integración de Armenia en las organizaciones occidentales, fomentar su desarrollo económico y garantizar el respeto por su integridad territorial. Para Armenia la normalización de sus relaciones con sus vecinos turcos y azerbaiyanos es primordial, para su crecimiento económico, su integración regional y para garantizar la estabilidad del Cáucaso Meridional.
Es por esto que Occidente con la Unión Europea como uno de los principales interlocutores debe dialogar con sus socios en Ankara y Bakú, para que normalicen sus relaciones con Ereván y permitan a la República de Armenia dejar atrás esa ineficaz dependencia de Moscú, que no ha evitado la perdida de Alto Karabaj. Armenia ha dado un paso importante en el día de la fecha, luego de que su parlamento aprobara una propuesta para ratificar el Estatuto de Roma, y de esta manera ha reconocido la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional. Ahora es el turno de la UE y sus aliados, de aplicar los mecanismos existentes para ayudar al gobierno armenio y sus instituciones en la ardua tarea de enfrentar un porvenir incierto e inestable.
« en los últimos meses , el bloqueo del corredor de Lachín por parte de las fuerzas azerbaiyanas, la INACCIÓN de las fuerzas rusas, la falta de una intervención decidida por parte de occidente y la negativa de Armenia en verse involucrada en otro conflicto bélico, han provocado que la situación en el Alto Karabaj se haya tornado insostenible»
Francisco Provenzano Viñuales – La integración del Alto Karabaj – 4 de Octubre de 2023
Desde hace décadas, la comunidad internacional, ha estado promoviendo diversas iniciativas para poner fin a la utilización de la violencia, como medio para la resolución de conflictos. Pese a los cuantiosos recursos destinados a esta tarea, el desarrollo de las distintas disciplinas académicas que se encargan del estudio de la paz y de la guerra, y de las continuas declaraciones promulgadas por los líderes de las principales potencias. El ejercicio de la fuerza continúa constituyendo una herramienta utilizada por los diversos actores internacionales, para alcanzar sus objetivos políticos. Los hechos ocurridos en las últimas semanas en el Alto Karabaj son un claro ejemplo, de que las intervenciones militares, no han perdido vigencia en el escenario internacional.
A través de los medios de comunicación, hemos podido ver, cómo el pasado día 19 de septiembre. La superioridad militar, tecnológica, y económica de Azerbaiyán, ha permitido a las fuerzas armadas azerbaiyanas hacerse con el control de los principales bastiones defensivos, pertenecientes a las fuerzas de defensa de la autoproclamada República de Artsaj ,en cuestión de horas. Ante la pasividad de las fuerzas de paz rusas allí desplegadas desde la finalización, de la Segunda Guerra del Alto Karabaj, en noviembre del 2020. Las principales consecuencias de esta operación han sido, la rendición de la totalidad de las fuerzas karabajíes y la integración de este territorio montañoso en la República de Azerbaiyán. (Al momento del inicio de la operación militar, la región contaba con cerca de 120.000 habitantes de etnia armenia).
A la hora de entender lo acontecido en estos últimos días, es importante retrotraerse al análisis de las causas del conflicto y su evolución histórica. Como ya sabemos, las raíces de este contencioso se remontan a principios del siglo pasado. Sin embargo, durante gran parte de la era soviética la disputa sufrió una larga etapa de congelamiento, debido a la incorporación de ambos estados en la URSS y la proclamación del Alto Karabaj como un Óblast Autónomo perteneciente a la RSS de Azerbaiyán. Las tensiones se recrudecieron y acentuaron en los últimos años de existencia de la Unión Soviética, cuando los Karabajíes de etnia armenia comenzaron a pedir la incorporación de este territorio en la RSS de Armenia.
Con la disolución de la URSS y el surgimiento de tres repúblicas independientes en el Cáucaso meridional, las tensiones y los choques violentos derivaron en una guerra total que enfrentó a las recientemente constituidas Républicas de Armenia y Azerbaiyán. El desenlace de la guerra se saldó con una aplastante victoria de las fuerzas armenias que se hicieron con el control del Alto Karabaj y ocuparon grandes franjas de territorio lindantes con esta región. Durante el enfrentamiento bélico ambos contendientes provocaron numerosas violaciones de los derechos humanos, y tras el fin de la guerra en 1994 decenas de miles de azerbaiyanos debieron dejar sus hogares en los territorios ocupados por las fuerzas armenias.
Lamentablemente la finalización del conflicto bélico no significó ni la resolución del contencioso etnico-político, ni la normalización de las relaciones entre Ereván, Bakú y Stepanakert. Si bien es verdad que hubo diversos intentos propiciados por organizaciones internacionales como la OSCE para llegar a un acuerdo entre ambas partes y resolver la cuestión del Alto Karabaj, región reconocida internacionalmente como parte integral del territorio de Azerbaiyán. Estas no llegaron a buen puerto debido a la posición dominante de la que gozaba Armenia tras haber salido victoriosa de la guerra. Esto provocó que no existiera demasiado interés por parte de Ereván o de Stepanakert (Capital de la autoproclamada República de Artsaj) en sentarse en la mesa de negociaciones para cambiar el Statu Quo. El dinamismo es un atributo que siempre ha caracterizado el devenir de los contenciosos internacionales, y en el año 2020 se produjo un punto de inflexión en el balance de poder regional que afectó el estatus de dicha región montañosa.
A finales de septiembre de ese año, Azerbaiyán lanzó una exitosa operación militar a gran escala para hacerse con el control del Alto Karabaj y de las regiones subyacentes, que se encontraban en manos armenias. Dicha operación constituyó un gran éxito para las fuerzas azerbaiyanas en el campo de batalla, quienes rompieron la línea de contacto y se adentraron en territorio karabají. En noviembre de 2020 ambas partes beligerantes firmaron junto con la Federación Rusa un acuerdo tripartito para garantizar el alto al fuego y establecer las condiciones futuras.
El acuerdo establecía que ambos bandos mantendrían los territorios dentro del Alto Karabaj que ocupaban al finalizar la contienda, y también se acordó que Armenia cedería a Azerbaiyán el control de las zonas lindantes que habían caído bajo control armenio en la Primera Guerra del Alto Karabaj. Otra de las consecuencias del acuerdo, fue la llegada al terreno de un contingente ruso de fuerzas de paz, que se haría cargo del control de la línea de contacto y del corredor de Lachín, que constituye la única conexión terrestre entre Armenia y el Alto Karabaj, y única conexión de este último territorio con el exterior.
En el plano geopolítico de la región, el desenlace de la contienda tuvo graves implicancias para el equilibrio de poder regional, sostenido hasta el momento. El gran perdedor fue la República de Armenia, que sufrió grandes pérdidas humanas, el desgaste de sus fuerzas armadas y una humillante derrota ante su vecino, lo que provocó la pérdida de la posición dominante de la que gozaba. Por su parte Azerbaiyán demostró su superioridad militar (el material bélico proporcionado por Turquía e Israel desempeñó un papel primordial en la victoria), recuperó grandes franjas de su territorio, y logró tener al alcance de su mano la toma del Alto Karabaj. Para Azerbaiyán esto significaba tener la posibilidad de controlar la totalidad de su territorio reconocido internacionalmente, tras largos años de lucha, y humillantes derrotas.
Otro actor regional que se benefició con el mencionado desenlace, es la Federación rusa que ha logrado destacar un contingente de sus fuerzas en el territorio en disputa y se ha erigido como garante de la seguridad, en un área que históricamente ha considerado como su patio trasero y pieza central de sus ambiciones y objetivos geopolíticos.
A partir de finales del 2020, hemos visto cómo el gobierno armenio liderado por el primer ministro Nikol Pashinián, ha ido progresivamente disminuyendo la presencia de las fuerzas armenias en el Alto Karabaj, delegando la defensa del territorio en manos de las autoridades locales. Dentro de Armenia muchos consideran esta situación como una traición a la causa del Karabaj y de la nación armenia. Sin embargo, Pashinián obtuvo una mayoría absoluta en las elecciones legislativas del año 2021, lo que le permitió permanecer en el cargo. Muchos se preguntarán qué ha provocado que el primer ministro que ha llevado a su país a la derrota en la guerra haya sido reelegido.
Existen diversos factores para explicar este acontecimiento, en primer lugar, la derrota armenia fue producto de una cadena de errores y malas decisiones tomadas a lo largo de décadas que exceden a la mera figura de Pashinián, pero por otro lado muchos ven en la figura del primer ministro a un líder que busca evitar un nuevo conflicto, que de la estocada final a una ya muy debilitada Armenia, que se encuentra rodeada por estados poco amistosos y sumida en graves problemas económicos, políticos y militares.
En el caso de Bakú, el presidente Ilham Aliyev ha ido construyendo su propia imagen como la de un líder que ha llevado a su país a la victoria, y ha sabido utilizar los grandes recursos económicos obtenidos gracias a la extracción de hidrocarburos, su posición estratégica en las rutas de transporte entre Asia Central y Europa, y su afinidad histórica y cultural con Turquía, para consolidarse como la más poderosa e influyente de las tres repúblicas transcaucásicas. Si nos detenemos a escuchar algunos de los discursos de Aliyev podemos notar sus referencias amenazantes hacia Armenia o la utilización de ciertas palabras pertenecientes al vocabulario vinculado con las ideas del movimiento irredentista azerbaiyano, como por ejemplo la palabra Azerbaiyán Occidental, que hace referencia a ciertas áreas pertenecientes a la República de Armenia.
Este breve recorrido histórico desarrollado en los párrafos anteriores debe de servirnos para entender el desenlace final ocurrido hace dos semanas. La toma de control de la región por parte de las fuerzas azerbaiyanas era cuestión de tiempo En los últimos meses el bloqueo del corredor de Lachín por parte de las fuerzas azerbaiyanas, la inacción de las fuerzas rusas, la falta de una intervención decidida por parte de occidente y la negativa de Armenia en verse involucrada en otro conflicto bélico, ha provocado que la situación en el Alto Karabaj se haya tornado insostenible. La entrada unilateral de las tropas de Bakú, poco nos sorprende a quienes hemos seguido el devenir de la situación. Sin embargo, esto no significa que no me haya consternado la grave situación que está sufriendo la población local, con un éxodo masivo de la población hacia territorio armenio, dejando atrás un legado histórico, religioso y cultural de siglos.
Resulta muy triste observar las imágenes recientes de una Stepanakert vacía, cuyos habitantes han marchado a un exilio forzado del que probablemente nunca serán capaces de regresar. Según fuentes del gobierno armenio, más de cien mil personas han abandonado el Alto Karabaj y han atravesado la frontera armenia. En la región solo quedan algunas autoridades y quienes continúan trabajando en las tareas de evacuación y asistencia de un pequeño porcentaje de la población que permanece en el terreno y que desea permanecer en sus hogares.
Al observar estos hechos me indigna saber que poco han hecho la Unión Europea y el conjunto de los países occidentales por defender los intereses de nuestros hermanos cristianos del Alto Karabaj. Y cuando me refiero a salvaguardar el bienestar de la población cristiana, no estoy hablando de intervenir contra los intereses legítimos de Azerbaiyán, con respecto a su territorio reconocido internacionalmente. Sino acordar con el gobierno de Bakú, el respeto de los derechos lingüísticos, culturales, y políticos de la población karabají, o en el peor de los casos organizar un éxodo voluntario y organizado de quienes quieran dejar sus hogares bajo la protección de fuerzas internacionales que garanticen el respeto de sus derechos durante el proceso.
En los últimos días hemos visto cómo diversas figuras pertenecientes al gobierno o las fuerzas de defensa de la ya inexistente República de Artsaj, han sido detenidos cuando intentaban dejar el territorio, y encarcelados en Azerbaiyán bajo diversas acusaciones. Más de 300 ciudadanos del Alto Karabaj son requeridos por las autoridades azerbaiyanas, bajo la acusación de haber cometido una serie de delitos según la legislación de dicho estado. Ante esta situación resulta imprescindible recordar que nos encontramos ante un grave caso de limpieza étnica, podemos discutir sobre el carácter voluntario o no del éxodo de los habitantes, pero no podemos negar que en cuestión de días el territorio del Alto Karabaj ha dejado de ser habitado por un pueblo que llevaba allí siglos.
Contrariamente a lo que algunos piensan, la integración del Alto Karabaj en la República de Azerbaiyán no necesariamente garantizará un futuro de estabilidad para las relaciones entre Ereván y Bakú, ya que las disputas entre ambos estados no se limitan únicamente a esta cuestión. Como he mencionado anteriormente, la dialéctica esgrimida por el presidente Aliyev en sus últimas apariciones demuestra el deseo del gobierno azerbaiyano por expandir su poder en la región y erigirse como el principal dominador de la misma. Y para cumplir con este objetivo, Azerbaiyán busca alcanzar su objetivo histórico de conectar el exclave azerbaiyano de Najicheván con el resto del estado, a través de territorio armenio. La ruta propuesta por Azerbaiyán, denominado como corredor de Zangezur atravesaría el territorio sur de la República de Armenia junto a la frontera con la República Islámica de Irán. Armenia se opone a este proyecto ya que considera que un corredor como el propuesto por Azerbaiyán, sin ningún tipo de control armenio sobre el mismo, constituye una grave amenaza para la integridad territorial de Armenia y forma parte de las ambiciones territoriales de Bakú.
Pero la disputa sobre la creación de este corredor también afecta a los intereses de otros estados de la región. Turquía ve con buenos ojos la apertura de este corredor, que permitiría conectar Estambul con Bakú y también con Asia Central, dando alas al deseo del presidente Erdogan de incrementar la presencia turca en el denominado Mundo Túrquico.
Por su parte la República Islámica de Irán, tiene cierto recelo con respecto al proyecto. Ya que un aumento de la presencia turca en la región puede llegar a desencadenar un incremento de la inestabilidad en ciertas áreas de la República Islámica, pobladas mayoritariamente por azeríes. Además, Irán perdería los beneficios económicos obtenidos en la actualidad de la ruta que conecta Najichevan con el resto de Azerbaiyán a través de territorio iraní. En el contexto de la enemistad con Rusia tras la invasión de Ucrania, Occidente puede ver con buenos ojos una expansión del área de influencia turca en el Cáucaso y Asia Central que podría contrarrestar la presencia rusa y acercar a estos países a un estado miembro de la OTAN como lo es Turquía. A la Federación Rusa le interesa la apertura del corredor, ya que esto significaría un despliegue de fuerzas rusas en el sur de Armenia para hacerse cargo de dicha vía de comunicación.
Para poner punto final a este artículo me gustaría desarrollar una serie de apreciaciones personales con respecto al futuro de la República de Armenia, de la República de Azerbaiyán, el Alto Karabaj y sus respectivas relaciones. La integración de la región del Alto Karabaj en la República de Azerbaiyán es un hecho ya consolidado, y en los próximos meses veremos un repoblamiento y reconstrucción de la región que cambiará de manera drástica su composición étnica. Los azerbaiyanos poblarán Stepanakert y otros asentamientos de la región que otrora eran poblados por karabajíes de etnia armenia. Por su parte el gobierno de Azerbaiyán continuará presionando al gobierno de Pashinián para establecer un corredor entre la República Autónoma de Najicheván y el resto de Azerbaiyán aprovechándose de la situación de debilidad en la que se encuentra envuelta Armenia, y sin descartar el uso de la fuerza como medio para implementar esta idea en el terreno.
Por su parte el gobierno armenio deberá repensar su política exterior y sus alianzas defensivas. Hace unas semanas las fuerzas armadas armenias realizaron maniobras conjuntas con las fuerzas armadas estadounidenses. A pesar de este acercamiento de Ereván con Washington, la Federación de Rusia, incluso luego de su evidente inacción frente a la ofensiva azerbaiyana, continúa siendo uno de los principales aliados de Armenia y cuenta con miles de tropas desplegadas en su territorio. Ante esta difícil situación la Unión Europea, Estados Unidos, el Reino Unido y otros estados de Occidente deben dar un paso adelante para promover una mayor integración de Armenia en las organizaciones occidentales, fomentar su desarrollo económico y garantizar el respeto por su integridad territorial. Para Armenia la normalización de sus relaciones con sus vecinos turcos y azerbaiyanos es primordial, para su crecimiento económico, su integración regional y para garantizar la estabilidad del Cáucaso Meridional.
Es por esto que Occidente con la Unión Europea como uno de los principales interlocutores debe dialogar con sus socios en Ankara y Bakú, para que normalicen sus relaciones con Ereván y permitan a la República de Armenia dejar atrás esa ineficaz dependencia de Moscú, que no ha evitado la perdida de Alto Karabaj. Armenia ha dado un paso importante en el día de la fecha, luego de que su parlamento aprobara una propuesta para ratificar el Estatuto de Roma, y de esta manera ha reconocido la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional. Ahora es el turno de la UE y sus aliados, de aplicar los mecanismos existentes para ayudar al gobierno armenio y sus instituciones en la ardua tarea de enfrentar un porvenir incierto e inestable.