La sociedad actual está siendo partícipe de la mayor transformación jamás ocurrida, en el menor periodo de tiempo. Como si de un experimento social se tratase, asistimos a una obra de terror donde la concepción de la realidad se invierte y la verdad se persigue como si de un personaje malvado se tratase. Cada vez queda menos de la vida, y pretenden que no quede nada.
¿Cómo se atreven a derrumbar los pilares de la sociedad de forma tan villana y cruel? ¿Qué les mueve a perseguir semejantes objetivos? ¿Dónde lo han aprendido? ¿Qué opina el resto de la ciudadanía? ¿Qué nos está pasando? ¿Estamos vivos, o ya nos han matado?
¿Qué clase de sociedad puede equiparar al ser humano con la especie animal? ¿Cómo puede debatirse y aprobarse una Ley de bienestar animal habiendo miles de españoles en riesgo de pobreza extrema? ¿Cómo puede preocuparnos más las condiciones de las gallinas en una granja que el elevado número de abortos anuales o la baja tasa de natalidad?
¿Cómo llegar a comprender que existen 112 identidades de género distintas según la ONU? ¿Cómo puede justificarse la discriminación positiva del hombre en la búsqueda de lucha por la igualdad de género? ¿Qué tipo de machismo hay en la lengua castellana para estar desarrollándose un lenguaje inclusivo paralelo a ella? ¿Qué es eso de una relación abierta?
¿Cómo puede un joven sentarse en el metro habiendo personas mayores de pie en el mismo vagón? ¿Qué queda del respeto a las personas más mayores que nosotros? ¿Dónde ha quedado el respeto al profesor y al adulto, que siempre llevan la razón? ¿Cómo puede un adolescente tener a su disposición todo cuanto quiere y puede tener?
¿Cuánto tiempo pasamos pegados a cualesquiera pantallas al día? ¿Por qué vivimos obsesionados con mostrar todo lo que hacemos en las redes sociales? ¿Cómo puede, con todo el respeto, un “influencer”, llegar a convertirse en ídolo o referencia de nadie?
¿Cómo puede defenderse que sea el Gobierno quién elija a los jueces que garantizan la división de poderes? ¿Cómo puede amnistiarse a un fugado de la justicia en el maletero de un coche, mientras se desahucia a una familia que no dispone de recursos económicos suficientes para pagar un alquiler? ¿Cómo se atreven a volver a dividir a la población española en dos bandos preguerra civilistas? ¿Cómo hemos llegado a convertirnos en rehenes de una opinión pública tan poderosa promotora de la cultura de la cancelación que nos impide decir lo que pensamos? ¿Qué tiene que ocurrir para que un político dimita o sea cesado?
¿Qué ha quedado de los “buenos días”, el “por favor”, y el “gracias”? ¿Qué es de los almuerzos familiares los domingos? ¿Por qué vivimos tan rápido, y nos olvidamos siempre de lo más importante?
Qué poco hemos aprendido de los meses de confinamiento, qué poco escuchamos a nuestros mayores, qué error el buscar la felicidad en la inmediatez más material, qué grande la ignorancia que reina en nuestros días.
Las anteriores son sólo algunas de las preguntas que creo debemos hacernos y reflexionar, porque radican en el alma y la identidad de todo hombre y mujer. Estamos siendo partícipes de la destrucción de nuestras raíces, nuestros valores, y nuestras tradiciones. ¿Cuáles?, podrán preguntarse. Aquellas que son transmitidas por nuestro entorno más cercano, en base a la experiencia personal, las vivencias, y la sabiduría que sólo la edad reporta, y sin las que deambularemos entre las tinieblas sin brújula ni destino. ¿Qué fin se persigue con ello? Desgraciadamente, presiento el fin de la sociedad tal y como la conocemos, donde las relaciones humanas constituyen el núcleo de la vida, y dan sentido a la misma, a partir de la división de la ciudadanía, la ruptura generacional y el debilitamiento de la familia, y el papel cada vez más preponderante de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Mario Sanz Galacho
uNA SOCIEDAD SIN RAÍCES, VALORES, Y TRADICIONES PIERDE EL SENTIDO DE SU EXISTENCIA, Y SE ADENTRA EN UN OSCURO CAMINO SIN BRÚJULA NI DESTINO
La sociedad actual está siendo partícipe de la mayor transformación jamás ocurrida, en el menor periodo de tiempo. Como si de un experimento social se tratase, asistimos a una obra de terror donde la concepción de la realidad se invierte y la verdad se persigue como si de un personaje malvado se tratase. Cada vez queda menos de la vida, y pretenden que no quede nada.
¿Cómo se atreven a derrumbar los pilares de la sociedad de forma tan villana y cruel? ¿Qué les mueve a perseguir semejantes objetivos? ¿Dónde lo han aprendido? ¿Qué opina el resto de la ciudadanía? ¿Qué nos está pasando? ¿Estamos vivos, o ya nos han matado?
¿Qué clase de sociedad puede equiparar al ser humano con la especie animal? ¿Cómo puede debatirse y aprobarse una Ley de bienestar animal habiendo miles de españoles en riesgo de pobreza extrema? ¿Cómo puede preocuparnos más las condiciones de las gallinas en una granja que el elevado número de abortos anuales o la baja tasa de natalidad?
¿Cómo llegar a comprender que existen 112 identidades de género distintas según la ONU? ¿Cómo puede justificarse la discriminación positiva del hombre en la búsqueda de lucha por la igualdad de género? ¿Qué tipo de machismo hay en la lengua castellana para estar desarrollándose un lenguaje inclusivo paralelo a ella? ¿Qué es eso de una relación abierta?
¿Cómo puede un joven sentarse en el metro habiendo personas mayores de pie en el mismo vagón? ¿Qué queda del respeto a las personas más mayores que nosotros? ¿Dónde ha quedado el respeto al profesor y al adulto, que siempre llevan la razón? ¿Cómo puede un adolescente tener a su disposición todo cuanto quiere y puede tener?
¿Cuánto tiempo pasamos pegados a cualesquiera pantallas al día? ¿Por qué vivimos obsesionados con mostrar todo lo que hacemos en las redes sociales? ¿Cómo puede, con todo el respeto, un “influencer”, llegar a convertirse en ídolo o referencia de nadie?
¿Cómo puede defenderse que sea el Gobierno quién elija a los jueces que garantizan la división de poderes? ¿Cómo puede amnistiarse a un fugado de la justicia en el maletero de un coche, mientras se desahucia a una familia que no dispone de recursos económicos suficientes para pagar un alquiler? ¿Cómo se atreven a volver a dividir a la población española en dos bandos preguerra civilistas? ¿Cómo hemos llegado a convertirnos en rehenes de una opinión pública tan poderosa promotora de la cultura de la cancelación que nos impide decir lo que pensamos? ¿Qué tiene que ocurrir para que un político dimita o sea cesado?
¿Qué ha quedado de los “buenos días”, el “por favor”, y el “gracias”? ¿Qué es de los almuerzos familiares los domingos? ¿Por qué vivimos tan rápido, y nos olvidamos siempre de lo más importante?
Qué poco hemos aprendido de los meses de confinamiento, qué poco escuchamos a nuestros mayores, qué error el buscar la felicidad en la inmediatez más material, qué grande la ignorancia que reina en nuestros días.
Las anteriores son sólo algunas de las preguntas que creo debemos hacernos y reflexionar, porque radican en el alma y la identidad de todo hombre y mujer. Estamos siendo partícipes de la destrucción de nuestras raíces, nuestros valores, y nuestras tradiciones. ¿Cuáles?, podrán preguntarse. Aquellas que son transmitidas por nuestro entorno más cercano, en base a la experiencia personal, las vivencias, y la sabiduría que sólo la edad reporta, y sin las que deambularemos entre las tinieblas sin brújula ni destino. ¿Qué fin se persigue con ello? Desgraciadamente, presiento el fin de la sociedad tal y como la conocemos, donde las relaciones humanas constituyen el núcleo de la vida, y dan sentido a la misma, a partir de la división de la ciudadanía, la ruptura generacional y el debilitamiento de la familia, y el papel cada vez más preponderante de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Mario Sanz Galacho