El día 11 de marzo del año 2004, España sufría el mayor atentado terrorista de su historia y uno de los mayores de la historia europea, como consecuencia de la explosión de diez artefactos explosivos en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, en el momento en que miles de españoles acudían a sus puestos de trabajo. El cobarde ataque perpetrado y reivindicado por Al Qaeda se saldó con 193 muertos y más de dos mil heridos. En el recuento de víctimas mortales se incluye al policía asesinado por los terroristas días más tarde, producto de la explosión del piso en el que se escondían en Leganés.
Durante esas trágicas horas tanto los ciudadanos de a pie, como los servicios de emergencias y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, dieron un ejemplo de valentía, cumplimiento del deber y solidaridad, acudiendo al socorro de los heridos y los muertos, en momentos donde reinaba el caos y el descontrol, y no se sabía si habría más explosiones. Pero estas nobles actitudes no fueron correspondidas por el accionar de una clase política, que buscó permanentemente sacar provecho y obtener beneficios electorales de esta tragedia, que afectaba al pueblo español en su conjunto.
Tanto el Partido Popular en el poder, como el Partido Socialista Obrero Español en la oposición, priorizaron salir beneficiados de la situación, con la mirada puesta en las elecciones generales que debían celebrarse tan sólo tres días más tarde. El gobierno liderado por José María Aznar intentó hasta la saciedad sostener la autoría de ETA, aun desoyendo a aquellos expertos y figuras destacadas que sostenían lo contrario. Por su parte el partido, del entonces candidato José Luis Rodríguez Zapatero, se dedicó a atacar la labor del gobierno y su decisión de participar en la invasión de Irak, además de intentar apropiarse y coordinar las manifestaciones supuestamente espontáneas celebradas frente a las sedes del Partido Popular. Mientras los heridos eran asistidos en los hospitales y los muertos eran llorados por toda la nación, la dirigencia política limitaba su pensamiento y su accionar a una simple y macabra ecuación, si fue ETA arrasa el PP, si fueron los Yihadistas arrasa el PSOE.
Gobierno y oposición deberían haber trabajado de forma conjunta para dar un mensaje de solidaridad para con las víctimas y un mensaje de unidad y resistencia frente al enemigo que buscaba sembrar el miedo y la división. Pero su cinismo, su cortoplacismo electoral y la defensa de intereses personales y partidarios, en detrimento de la defensa de los intereses permanentes de la patria, brindaron una victoria a los atacantes yihadistas. Que no solo consiguieron alcanzar su objetivo de atemorizar a la población española e infundir el miedo, sino que también causaron la desunión entre las autoridades e instituciones y pusieron en evidencia la debilidad de España a la hora defender su seguridad, sus valores y su forma de vida. El triste accionar de los dos partidos protagonistas del sistema bipartidista, provocaron el inicio del fin del enamoramiento de los españoles para con el bipartidismo y un golpe de realidad, tras unos años en los que se creía que todo era posible y donde el gobierno de Aznar había vendido una imagen de crecimiento económico y prosperidad, sustentada en las privatizaciones y la destrucción de ciertas áreas de la economía española que ya nunca se recuperarían.
Sin embargo, este desenamoramiento no tuvo como consecuencia una ruptura política del sistema, sino que grandes sectores de la población se sumieron en la resignación y en la desesperanza, normalizando que los partidos políticos y sus representantes se encuentren permanentemente envueltos en batallas estériles por la consecución del poder y la obtención de cantidades aberrantes de dinero, mientras favorecen a intereses nacionales y extranjeros que buscan beneficiarse de la situación. Tendrían que pasar varios años hasta la crisis del 2008 para observar una serie de fenómenos que buscaron romper con la hegemonía bipartidista y transformar el sistema.
Recordar lo sucedido el 11-M y honrar la memoria de las víctimas es una obligación, pero también debe de servir para lograr la tan ansiada unión dejando las diferencias mundanas de lado. Una España unida, fuerte y orgullosa de sí misma, es el mejor tributo que podemos brindar a las víctimas del infame ataque. Claudicar ante los ideólogos y perpetradores de los atentados, constituye una ofensa a la memoria de todas las víctimas. Cuando hablamos de la unidad nacional, debemos reafirmarnos en sus orígenes y en los pilares sobre los que se erige. La unidad peninsular se logró al calor de la reconquista uniendo a los diferentes reinos frente al enemigo infiel. Debemos recuperar esa esencia y luchar por la defensa de España, de nuestra fe, y nuestros valores, porque los ataques del 11-M no deben entenderse como un hecho aislado, sino que forman parte de una estrategia más amplia que busca imponer la religión musulmana, la ley sharía y sus costumbres derivadas, en la vieja Europa.
Hoy veinte años después parece que no hemos aprendido nada. Y la situación es aún peor, ya que la división se ha incrementado con la exacerbación de fenómenos como el separatismo, la decadencia del sistema político y otras problemáticas que, por una cuestión de extensión, no incluiré en este artículo. Pero resulta aún más preocupante saber que a la vez que España se debilita, nuestros enemigos adquieren nuevas parcelas de poder y mejoran sustancialmente sus capacidades en diferentes áreas, incrementando la amenaza sobre España.
A la hora de dictaminar quienes son nuestros enemigos debemos ser muy claros y no debemos tener ningún tipo de duda a la hora de expresarlo públicamente. El Islam en sus vertientes más extremistas representa una clara amenaza para España, para el cristianismo y para nuestra forma de vida. En este caso, la amenaza no solo proviene de entidades estatales, sino que también es producto de la existencia de nuevos fenómenos, como por ejemplo la inmigración ilegal descontrolada, que es utilizada como parte de una estrategia para debilitar a Europa, que lamentablemente cuenta con el beneplácito de una gran parte de las elites políticas, de las instituciones y de numerosas organizaciones de la sociedad civil.
Aunque muchos lo nieguen o no se atrevan a decirlo, la llegada ininterrumpida de millones de musulmanes a Europa y su negativa a integrarse en las sociedades de destino, conlleva un riesgo gravísimo para la supervivencia de las naciones europeas, ya que, solamente atendiendo a criterios demográficos, en el futuro representarán cantidades extremadamente significativas de la población. Tanto el Yihadismo, responsable del 11-M, como ciertos estados musulmanes, han instrumentalizado estas llegadas no sólo para presionar a los estados europeos y obtener ayudas económicas, sino para establecer grupos y células en España y en otros estados, con el objeto de diseminar sus ideas y obtener nuevos adscritos a su causa.
Nos tocará resistir aportando cada uno desde su formación y profesión, un grano de arena, para proteger un legado nacional, histórico, religioso y cultural, que no puede ser destruido, por la inacción, la indiferencia y la ligereza, de quienes debemos protegerlo.
Nuestro glorioso pasado nos enseña el camino. Resistiendo con piedras como Don Pelayo, salvaguardando la fe como los Mozárabes en los años más oscuros, sacrificando un hijo como Guzmán El Bueno en Tarifa, con la grandeza y la magnanimidad de sus Católicas Majestades en Granada o el heroísmo demostrado por los héroes caídos en la olvidada defensa de Ifni.
EN MEMORIA DE TODOS AQUELLOS QUE PERDIERON LA VIDA O VIERON SUS VIDAS AFECTADAS PARA SIEMPRE, COMO CONSECUENCIA DE LOS COBARDES ATAQUES DEL 11-M
« Claudicar ante los ideólogos y perpetradores de los atentados, constituye una ofensa a la memoria de todas las víctimas »
El día 11 de marzo del año 2004, España sufría el mayor atentado terrorista de su historia y uno de los mayores de la historia europea, como consecuencia de la explosión de diez artefactos explosivos en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, en el momento en que miles de españoles acudían a sus puestos de trabajo. El cobarde ataque perpetrado y reivindicado por Al Qaeda se saldó con 193 muertos y más de dos mil heridos. En el recuento de víctimas mortales se incluye al policía asesinado por los terroristas días más tarde, producto de la explosión del piso en el que se escondían en Leganés.
Durante esas trágicas horas tanto los ciudadanos de a pie, como los servicios de emergencias y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, dieron un ejemplo de valentía, cumplimiento del deber y solidaridad, acudiendo al socorro de los heridos y los muertos, en momentos donde reinaba el caos y el descontrol, y no se sabía si habría más explosiones. Pero estas nobles actitudes no fueron correspondidas por el accionar de una clase política, que buscó permanentemente sacar provecho y obtener beneficios electorales de esta tragedia, que afectaba al pueblo español en su conjunto.
Tanto el Partido Popular en el poder, como el Partido Socialista Obrero Español en la oposición, priorizaron salir beneficiados de la situación, con la mirada puesta en las elecciones generales que debían celebrarse tan sólo tres días más tarde. El gobierno liderado por José María Aznar intentó hasta la saciedad sostener la autoría de ETA, aun desoyendo a aquellos expertos y figuras destacadas que sostenían lo contrario. Por su parte el partido, del entonces candidato José Luis Rodríguez Zapatero, se dedicó a atacar la labor del gobierno y su decisión de participar en la invasión de Irak, además de intentar apropiarse y coordinar las manifestaciones supuestamente espontáneas celebradas frente a las sedes del Partido Popular. Mientras los heridos eran asistidos en los hospitales y los muertos eran llorados por toda la nación, la dirigencia política limitaba su pensamiento y su accionar a una simple y macabra ecuación, si fue ETA arrasa el PP, si fueron los Yihadistas arrasa el PSOE.
Gobierno y oposición deberían haber trabajado de forma conjunta para dar un mensaje de solidaridad para con las víctimas y un mensaje de unidad y resistencia frente al enemigo que buscaba sembrar el miedo y la división. Pero su cinismo, su cortoplacismo electoral y la defensa de intereses personales y partidarios, en detrimento de la defensa de los intereses permanentes de la patria, brindaron una victoria a los atacantes yihadistas. Que no solo consiguieron alcanzar su objetivo de atemorizar a la población española e infundir el miedo, sino que también causaron la desunión entre las autoridades e instituciones y pusieron en evidencia la debilidad de España a la hora defender su seguridad, sus valores y su forma de vida. El triste accionar de los dos partidos protagonistas del sistema bipartidista, provocaron el inicio del fin del enamoramiento de los españoles para con el bipartidismo y un golpe de realidad, tras unos años en los que se creía que todo era posible y donde el gobierno de Aznar había vendido una imagen de crecimiento económico y prosperidad, sustentada en las privatizaciones y la destrucción de ciertas áreas de la economía española que ya nunca se recuperarían.
Sin embargo, este desenamoramiento no tuvo como consecuencia una ruptura política del sistema, sino que grandes sectores de la población se sumieron en la resignación y en la desesperanza, normalizando que los partidos políticos y sus representantes se encuentren permanentemente envueltos en batallas estériles por la consecución del poder y la obtención de cantidades aberrantes de dinero, mientras favorecen a intereses nacionales y extranjeros que buscan beneficiarse de la situación. Tendrían que pasar varios años hasta la crisis del 2008 para observar una serie de fenómenos que buscaron romper con la hegemonía bipartidista y transformar el sistema.
Recordar lo sucedido el 11-M y honrar la memoria de las víctimas es una obligación, pero también debe de servir para lograr la tan ansiada unión dejando las diferencias mundanas de lado. Una España unida, fuerte y orgullosa de sí misma, es el mejor tributo que podemos brindar a las víctimas del infame ataque. Claudicar ante los ideólogos y perpetradores de los atentados, constituye una ofensa a la memoria de todas las víctimas. Cuando hablamos de la unidad nacional, debemos reafirmarnos en sus orígenes y en los pilares sobre los que se erige. La unidad peninsular se logró al calor de la reconquista uniendo a los diferentes reinos frente al enemigo infiel. Debemos recuperar esa esencia y luchar por la defensa de España, de nuestra fe, y nuestros valores, porque los ataques del 11-M no deben entenderse como un hecho aislado, sino que forman parte de una estrategia más amplia que busca imponer la religión musulmana, la ley sharía y sus costumbres derivadas, en la vieja Europa.
Hoy veinte años después parece que no hemos aprendido nada. Y la situación es aún peor, ya que la división se ha incrementado con la exacerbación de fenómenos como el separatismo, la decadencia del sistema político y otras problemáticas que, por una cuestión de extensión, no incluiré en este artículo. Pero resulta aún más preocupante saber que a la vez que España se debilita, nuestros enemigos adquieren nuevas parcelas de poder y mejoran sustancialmente sus capacidades en diferentes áreas, incrementando la amenaza sobre España.
A la hora de dictaminar quienes son nuestros enemigos debemos ser muy claros y no debemos tener ningún tipo de duda a la hora de expresarlo públicamente. El Islam en sus vertientes más extremistas representa una clara amenaza para España, para el cristianismo y para nuestra forma de vida. En este caso, la amenaza no solo proviene de entidades estatales, sino que también es producto de la existencia de nuevos fenómenos, como por ejemplo la inmigración ilegal descontrolada, que es utilizada como parte de una estrategia para debilitar a Europa, que lamentablemente cuenta con el beneplácito de una gran parte de las elites políticas, de las instituciones y de numerosas organizaciones de la sociedad civil.
Aunque muchos lo nieguen o no se atrevan a decirlo, la llegada ininterrumpida de millones de musulmanes a Europa y su negativa a integrarse en las sociedades de destino, conlleva un riesgo gravísimo para la supervivencia de las naciones europeas, ya que, solamente atendiendo a criterios demográficos, en el futuro representarán cantidades extremadamente significativas de la población. Tanto el Yihadismo, responsable del 11-M, como ciertos estados musulmanes, han instrumentalizado estas llegadas no sólo para presionar a los estados europeos y obtener ayudas económicas, sino para establecer grupos y células en España y en otros estados, con el objeto de diseminar sus ideas y obtener nuevos adscritos a su causa.
Nos tocará resistir aportando cada uno desde su formación y profesión, un grano de arena, para proteger un legado nacional, histórico, religioso y cultural, que no puede ser destruido, por la inacción, la indiferencia y la ligereza, de quienes debemos protegerlo.
Nuestro glorioso pasado nos enseña el camino. Resistiendo con piedras como Don Pelayo, salvaguardando la fe como los Mozárabes en los años más oscuros, sacrificando un hijo como Guzmán El Bueno en Tarifa, con la grandeza y la magnanimidad de sus Católicas Majestades en Granada o el heroísmo demostrado por los héroes caídos en la olvidada defensa de Ifni.
EN MEMORIA DE TODOS AQUELLOS QUE PERDIERON LA VIDA O VIERON SUS VIDAS AFECTADAS PARA SIEMPRE, COMO CONSECUENCIA DE LOS COBARDES ATAQUES DEL 11-M