Recientemente hemos sido testigos de las revueltas agrícolas con agricultores de toda Europa levantándose contra el sistema actual de la PAC y sus restricciones, las importaciones descontroladas de países no comunitarios y el incumplimiento de la cadena alimentaria. ¿Cómo y porqué hemos llegado hasta aquí?
Introducción
Antes de nada, creo conveniente repasar la situación demográfica de la España rural, la que produce los alimentos que acaban en las estanterías de los supermercados. Como es sabido, España es variada, pero si hay un rasgo común en todo el país es el contraste entre la España urbana y la España rural (que puede englobarse en la España vacía, o más bien, vaciada). Es una España que abarca el 80% del territorio, pero en la que viven el 20% de las personas. Es una España vaciada, aunque no abandonada: vive gente, pero poca. La estructura poblacional está envejecida y en la última década un 90% de los municipios de menos de 1.000 habitantes han perdido población. Esto en cuanto al desequilibrio poblacional que me parece importante mencionar y que daría para profundizar mucho más.
Esta España rural vive fundamentalmente del sector primario (unido a zonas puntuales de pequeña industria y comercio) que “sobrevive” en unas condiciones cada vez más complicadas, sobre todo para los pequeños y medianos agricultores. El campo español ha cambiado enormemente en el último medio siglo. Cuentan nuestros mayores que antaño las salidas profesionales eran pocas: el campo, la iglesia, el ejército o los pequeños oficios. Anteriormente, familias enteras con hasta una decena de hijos se dedicaban íntegramente a la agricultura. Había grandes diferencias sociales entre los terratenientes y los jornaleros, pero todos vivían en el mismo pueblo en armonía (unos en casas de piedra, otros en casas de adobe). La entrada en la UE, la industrialización de las ciudades, las concentraciones parcelarias y la mecanización del campo supusieron un cambio total de paradigma en múltiples aspectos, desde las formas de cultivo a las dinámicas poblacionales. Todo ello dio lugar al fenómeno del éxodo rural (aunque ya había comenzado en los años 50). En el campo solo quedaron los que más tierras tenían y más posibilidades tenían de seguir adelante. Es importante mencionar que a la vez que se daba el éxodo rural, tenían lugar los planes autárquicos del franquismo en el que se crearon hasta 300 poblados agrarios a través bajo el paraguas del Instituto Nacional de Colonización (INC).
Los cambios del campo español y la PAC
La PAC y la mecanización del campo marcaron la nueva dinámica del campo español. Se abandonaron muchos cultivos tradicionales como la viña, los frutales y el cultivo de subsistencia (con ello la diversidad del campo español) y se impusieron nuevos cultivos extensivos. Así mismo se abandonaron las parcelas con difícil acceso para la maquinaria como las laderas de los montes o páramos, muchas reforestadas.
Los datos del último censo agrario confirman lo que ya se sabe: las explotaciones agrícolas han disminuido, mientras que su tamaño medio ha aumentado (aunque cada CCAA tiene sus propias características determinadas por el tipo de cultivo predominante). Del lado de la ganadería, ocurrió lo mismo: las explotaciones tradicionales desaparece a favor de la cría intensiva (“macrogranjas”) porque es la única forma de que permanecer competitivo en el sector. Además, el censo indica que las explotaciones están regidas mayoritariamente por hombres, cada vez más mayores, dónde el relevo intergeneracional supone un problema. Los agricultores jóvenes (en el mundo rural se es joven mucho tiempo, en términos relativos) cuentan con varias líneas de ayudas para su “incorporación” (el requisito suele ser tener menos de 40 años). De todas formas, la competitividad vendrá determinada por los activos iniciales que posee el agricultor y el tamaño previo de la explotación con la que se cuenta.
La PAC forma parte del Marco Financiero Plurianual de la UE y supone hasta un tercio del presupuesto del mismo. La PAC se divide en dos ramas principales: la primera de pagos directos y medidas de mercado (FEAGA) y la segunda de desarrollo rural (FEADER). La PAC ha pasado por varios cambios en los últimos 60 años caracterizada por un periodo proteccionista de grandes excesos de producción (años 80 con el dicho “montañas de mantequilla y lagos de vino”), un periodo de cuotas (1984), un periodo de pagos básicos directos (1992), el desarrollo del segundo pilar de desarrollo rural (2000) hasta un nuevo enfoque medioambiental (2013).
Sobre la Balanza Comercial Agroalimentaria
Para analizar los retos y problemas del campo español conviene hacer un repaso dela balanza agroalimentaria española. Actualmente, el saldo de la balanza agroalimentaria española es positiva aunque no en todos los sectores: el liderazgo en la exportación de productos cárnicos se contrasta con el déficit de productos lácteos o de cereal, oleaginosas, piensos y forrajes. Destaca así mismo el crecimiento continuado durante los últimos 10 años de las exportaciones de productos porcinos, en particular a fuera de la UE. Del lado de las hortalizas, legumbres y frutas la balanza comercial es positiva, aunque aumentan las importaciones de países no comunitarios. En relación a lo anterior, es conocido el hecho de que muchos agricultores españoles viven la contradicción de no recoger sus cultivos por el coste que supone, mientras que se importan productos equivalentes de terceros países más baratos. Este es uno de los problemas principales.
Problemas y retos actuales
Se podría afirmar que el campo español tiene actualmente una relación curiosa con la PAC: criticada pero dependiente a la vez. Europa pionera en el proteccionismo, intervencionismo y en la regulación del sector agrario es a su vez la defensora de un libre mercado que se amplía más allá de su comunidad en el que se juega en claras desventajas. Actualmente los agricultores se encuentran con los siguientes retos que complican su supervivencia:
El aumento de los costes, desde los costes laborales hasta los costes energéticos pasando por los costes en fertilizantes y abonos. Esto unido a los bajos precios en las lonjas y mercados centrales dificulta la rentabilidad de muchos pequeños y medianos agricultores.
Las cargas burocráticas y exigencias ambientales de la PAC que complican su tramitación, además de la complejidad de los nuevos ecoregímenes voluntarios. Además, el mal reparto de la PAC genera grandes diferencias entre sus perceptores aunque esto se esté intentando corregir.
El aumento de las importaciones de países no comunitarios con las evidentes diferencias en cuanto a normativa (sanitaria y ambiental) y costes (laborales y energéticos), entre ellos las de Marruecos, Ucrania o el acuerdo Mercosur (que lleva 20 años a la espera de firmarse, entre otras cosas por el rechazo del campo francés). Ello genera una clara desventaja a la hora de competir con dichos países, que estando incluso la producción europea “subvencionada” por la PAC no logra vender a dichos precios.
El incumplimiento de la Ley de la Cadena Agroalimentaria que prohíbe las ventas a pérdidas y que parece no aplicarse en su totalidad. Las intenciones son buenas pero la realidad es otra y el control sobre los contratos de venta por debajo de coste debe mejorarse. El encarecimiento del producto entre origen y destino es queja recurrente en el sector primario.
Conclusión
La rentabilidad del campo es muy sensible a los costes de producción y precios de venta que fluctúan constantemente. El futuro está orientado hacia las explotaciones grandes, con poca mano de obra y con activos modernos, especializados y costosos (por ejemplo, muchas cosechadoras valen lo mismo que un piso en la capital). Para los pequeños y medianos agricultores resulta cada vez más difícil competir en esta tesitura y para muchos, si no fuera por los pagos directos de la PAC, ya habrían cerrado su explotación. Lo cierto es que, cada tipo de explotación cuenta con características únicas que determinan su rentabilidad (ej. contar con economías de escala, posibilidad de aglutinar valor añadido en la cadena de producción, contar con mano de obra familiar, contar con maquinaria, tierras, etc.).
No sería incorrecto decir que la PAC es un sistema viciado en el nadie está contento, pero del que todos dependen. Actualmente Europa se enfrenta a la gran contradicción de defender la apertura de mercados (en este caso extra-UE) a la vez que defender su propia producción. Se podría interpretar la PAC como un programa de producción proteccionista a gran escala. Sin embargo, es totalmente necesario porque es lo que mantiene vivas a gran parte de las zonas rurales de cada país que, de lo contrario, estarían abandonadas, además de democratizar el acceso a alimentos a través de unos precios asequibles (aunque en estos últimos años no tanto debido al encarecimiento de los productos). El reto está en que la PAC incorpore criterios que vayan más allá de la producción alimentaria (ej. cuidado del medio ambiente, incorporación de jóvenes, etc.) a la vez que mantenga la competitividad de los productos europeos. Esta es la gran contradicción. No hay solución fácil y se precisan muchos cambios pequeños y el compromiso de todos los eslabones de la cadena y de las administraciones públicas para conseguir unos precios justos para el campo que permita mantenerlo vivo.
Recientemente hemos sido testigos de las revueltas agrícolas con agricultores de toda Europa levantándose contra el sistema actual de la PAC y sus restricciones, las importaciones descontroladas de países no comunitarios y el incumplimiento de la cadena alimentaria. ¿Cómo y porqué hemos llegado hasta aquí?
Introducción
Antes de nada, creo conveniente repasar la situación demográfica de la España rural, la que produce los alimentos que acaban en las estanterías de los supermercados. Como es sabido, España es variada, pero si hay un rasgo común en todo el país es el contraste entre la España urbana y la España rural (que puede englobarse en la España vacía, o más bien, vaciada). Es una España que abarca el 80% del territorio, pero en la que viven el 20% de las personas. Es una España vaciada, aunque no abandonada: vive gente, pero poca. La estructura poblacional está envejecida y en la última década un 90% de los municipios de menos de 1.000 habitantes han perdido población. Esto en cuanto al desequilibrio poblacional que me parece importante mencionar y que daría para profundizar mucho más.
Esta España rural vive fundamentalmente del sector primario (unido a zonas puntuales de pequeña industria y comercio) que “sobrevive” en unas condiciones cada vez más complicadas, sobre todo para los pequeños y medianos agricultores. El campo español ha cambiado enormemente en el último medio siglo. Cuentan nuestros mayores que antaño las salidas profesionales eran pocas: el campo, la iglesia, el ejército o los pequeños oficios. Anteriormente, familias enteras con hasta una decena de hijos se dedicaban íntegramente a la agricultura. Había grandes diferencias sociales entre los terratenientes y los jornaleros, pero todos vivían en el mismo pueblo en armonía (unos en casas de piedra, otros en casas de adobe). La entrada en la UE, la industrialización de las ciudades, las concentraciones parcelarias y la mecanización del campo supusieron un cambio total de paradigma en múltiples aspectos, desde las formas de cultivo a las dinámicas poblacionales. Todo ello dio lugar al fenómeno del éxodo rural (aunque ya había comenzado en los años 50). En el campo solo quedaron los que más tierras tenían y más posibilidades tenían de seguir adelante. Es importante mencionar que a la vez que se daba el éxodo rural, tenían lugar los planes autárquicos del franquismo en el que se crearon hasta 300 poblados agrarios a través bajo el paraguas del Instituto Nacional de Colonización (INC).
Los cambios del campo español y la PAC
La PAC y la mecanización del campo marcaron la nueva dinámica del campo español. Se abandonaron muchos cultivos tradicionales como la viña, los frutales y el cultivo de subsistencia (con ello la diversidad del campo español) y se impusieron nuevos cultivos extensivos. Así mismo se abandonaron las parcelas con difícil acceso para la maquinaria como las laderas de los montes o páramos, muchas reforestadas.
Los datos del último censo agrario confirman lo que ya se sabe: las explotaciones agrícolas han disminuido, mientras que su tamaño medio ha aumentado (aunque cada CCAA tiene sus propias características determinadas por el tipo de cultivo predominante). Del lado de la ganadería, ocurrió lo mismo: las explotaciones tradicionales desaparece a favor de la cría intensiva (“macrogranjas”) porque es la única forma de que permanecer competitivo en el sector. Además, el censo indica que las explotaciones están regidas mayoritariamente por hombres, cada vez más mayores, dónde el relevo intergeneracional supone un problema. Los agricultores jóvenes (en el mundo rural se es joven mucho tiempo, en términos relativos) cuentan con varias líneas de ayudas para su “incorporación” (el requisito suele ser tener menos de 40 años). De todas formas, la competitividad vendrá determinada por los activos iniciales que posee el agricultor y el tamaño previo de la explotación con la que se cuenta.
La PAC forma parte del Marco Financiero Plurianual de la UE y supone hasta un tercio del presupuesto del mismo. La PAC se divide en dos ramas principales: la primera de pagos directos y medidas de mercado (FEAGA) y la segunda de desarrollo rural (FEADER). La PAC ha pasado por varios cambios en los últimos 60 años caracterizada por un periodo proteccionista de grandes excesos de producción (años 80 con el dicho “montañas de mantequilla y lagos de vino”), un periodo de cuotas (1984), un periodo de pagos básicos directos (1992), el desarrollo del segundo pilar de desarrollo rural (2000) hasta un nuevo enfoque medioambiental (2013).
Sobre la Balanza Comercial Agroalimentaria
Para analizar los retos y problemas del campo español conviene hacer un repaso dela balanza agroalimentaria española. Actualmente, el saldo de la balanza agroalimentaria española es positiva aunque no en todos los sectores: el liderazgo en la exportación de productos cárnicos se contrasta con el déficit de productos lácteos o de cereal, oleaginosas, piensos y forrajes. Destaca así mismo el crecimiento continuado durante los últimos 10 años de las exportaciones de productos porcinos, en particular a fuera de la UE. Del lado de las hortalizas, legumbres y frutas la balanza comercial es positiva, aunque aumentan las importaciones de países no comunitarios. En relación a lo anterior, es conocido el hecho de que muchos agricultores españoles viven la contradicción de no recoger sus cultivos por el coste que supone, mientras que se importan productos equivalentes de terceros países más baratos. Este es uno de los problemas principales.
Problemas y retos actuales
Se podría afirmar que el campo español tiene actualmente una relación curiosa con la PAC: criticada pero dependiente a la vez. Europa pionera en el proteccionismo, intervencionismo y en la regulación del sector agrario es a su vez la defensora de un libre mercado que se amplía más allá de su comunidad en el que se juega en claras desventajas. Actualmente los agricultores se encuentran con los siguientes retos que complican su supervivencia:
Conclusión
La rentabilidad del campo es muy sensible a los costes de producción y precios de venta que fluctúan constantemente. El futuro está orientado hacia las explotaciones grandes, con poca mano de obra y con activos modernos, especializados y costosos (por ejemplo, muchas cosechadoras valen lo mismo que un piso en la capital). Para los pequeños y medianos agricultores resulta cada vez más difícil competir en esta tesitura y para muchos, si no fuera por los pagos directos de la PAC, ya habrían cerrado su explotación. Lo cierto es que, cada tipo de explotación cuenta con características únicas que determinan su rentabilidad (ej. contar con economías de escala, posibilidad de aglutinar valor añadido en la cadena de producción, contar con mano de obra familiar, contar con maquinaria, tierras, etc.).
No sería incorrecto decir que la PAC es un sistema viciado en el nadie está contento, pero del que todos dependen. Actualmente Europa se enfrenta a la gran contradicción de defender la apertura de mercados (en este caso extra-UE) a la vez que defender su propia producción. Se podría interpretar la PAC como un programa de producción proteccionista a gran escala. Sin embargo, es totalmente necesario porque es lo que mantiene vivas a gran parte de las zonas rurales de cada país que, de lo contrario, estarían abandonadas, además de democratizar el acceso a alimentos a través de unos precios asequibles (aunque en estos últimos años no tanto debido al encarecimiento de los productos). El reto está en que la PAC incorpore criterios que vayan más allá de la producción alimentaria (ej. cuidado del medio ambiente, incorporación de jóvenes, etc.) a la vez que mantenga la competitividad de los productos europeos. Esta es la gran contradicción. No hay solución fácil y se precisan muchos cambios pequeños y el compromiso de todos los eslabones de la cadena y de las administraciones públicas para conseguir unos precios justos para el campo que permita mantenerlo vivo.