Iker González Rodríguez-Priego– Default global: la madre de todas las crisis – 29 de abril de 2024
En el panorama económico actual, donde países como Japón enfrentan una deuda que supera el 250% de su Producto Interior Bruto (PIB), resulta crucial comprender las dinámicas subyacentes que han conducido a esta situación. Este análisis no solo aborda los ciclos económicos y de crédito, sino también cómo las políticas fiscal y monetaria se entrelazan, exacerbando o mitigando estas fluctuaciones.
La Naturaleza de los Ciclos Económicos
Los ciclos económicos son períodos de expansión y contracción en la actividad económica, caracterizados por fluctuaciones en el crecimiento del PIB, el empleo y otros indicadores económicos. Estos ciclos son esenciales para entender cómo las economías se mueven a través de fases de crecimiento y recesión y en las que nos basamos para analizar la salud de un país.
Los ciclos económicos son cruciales en la economía y en el comportamiento de las personas. Estos se refieren a las fluctuaciones en la disponibilidad del crédito o liquidez, que puede amplificar o reducir las fases económicas según la disponibilidad de este, dando a entender que cuanta más liquidez exista en el mercado más probabilidades hay de encontrarnos en una fase expansionista.
La Política Fiscal en Acción
Las herramientas de política fiscal (como el gasto público, la imposición de impuestos y las transferencias) son manipuladas directamente por los gobiernos para influir en la economía. Por ejemplo, en respuesta a una recesión, un gobierno puede aumentar el gasto en infraestructura o reducir impuestos para estimular la demanda agregada.
No olvidemos que cuando un gobierno actúa de una manera deficitaria en el gasto público, significa el aumento de recaudación futura para hacer frente a la deuda. Estas herramientas no solo se utilizan en tiempos de crisis; también en periodos de crecimiento, los gobiernos pueden ajustar su enfoque para enfriar una economía sobrecalentada o para “redistribuir” recursos de manera más “equitativa”.
La pregunta que deberíamos hacernos aquí es quién es el estado para decidir qué dinero está mejor en manos de donde ellos deciden.
Tiene que ser el mercado quien en primera instancia el que se encarga de autogestionarse y auto redistribuirse sin necesidad de una entidad centralizada que llega a tomar decisiones políticas con el dinero del contribuyente.
El Rol de la Política Monetaria
Los bancos centrales usan políticas de emisión monetaria con el objetivo de alcanzar estabilidad en los precios y fomentar el crecimiento económico creando tasas de inflación anuales. Ajustan las tasas de interés (el precio al que se prestar el dinero) y manipulan la oferta monetaria según crean conveniente utilizando herramientas como las operaciones de mercado abierto y las tasas de reservas obligatorias, un claro ejemplo puede ser la emisión o compra de bonos o la extensión de líneas de crédito a los bancos.
Otro de los aspectos que deben tener los bancos centrales son los siguientes:
Necesita ser independiente de la interferencia política. La independencia del banco central puede evaluarse según independencia operativa e independencia de objetivos. La independencia operativa permite al banco central determinar de manera independiente la tasa de política monetaria, mientras que la independencia de objetivos le permite definir cómo se calcula la inflación, establecer el nivel objetivo de inflación y determinar el horizonte temporal para alcanzar dicho objetivo.
En muchos casos esta premisa se incumple debido a que muchas de las personas que trabajan para este monopolio son elegidas por políticos e incluso existen políticos dentro de estas entidades. Tanto la Fed, como el BCE o el banco de Inglaterra, los miembros más relevantes son elegidos por un organismo gubernamental.
La credibilidad es crucial para la efectividad de los bancos centrales. Los objetivos de inflación establecidos por un banco central creíble pueden convertirse en profecías autocumplidas, influyendo en las expectativas del mercado y comportamientos contractuales basados en la inflación esperada, lo cual ayuda a que la inflación real se aproxime a la tasa objetivo.
En la realidad vemos como una vez más son incapaces de cumplir con sus premisas con un ejemplo tan claro que analizaremos más adelante con la pandemia de la COVID-19.
Finalmente, la transparencia aumenta la credibilidad de los bancos centrales. Esta implica la divulgación periódica del estado del entorno económico a través de informes de inflación y explicaciones claras sobre los indicadores económicos considerados en la política de tasas de interés. Una transparencia adecuada facilita la anticipación y la implementación de cambios en la política monetaria. Único punto que de verdad podemos afirmar que cumplen.
Realidad económica actual
¿De dónde obtienen los gobiernos el dinero necesario para su funcionamiento? Los estados se financian mediante impuestos, beneficios de empresas públicas (loterías y hacienda), venta de recursos naturales y, frecuentemente, emitiendo deuda pública. Este último método, aunque común, plantea serios riesgos económicos que son a menudo subestimados por quienes creen que endeudar a un país es una solución sin consecuencias.
Desde la crisis de 2008, hemos visto una tendencia alarmante en muchos países desarrollados: una acumulación excesiva de deuda pública para evitar reformas económicas impopulares. A lo largo de la década de 2010, tras la superación de la crisis financiera de 2008, cabría esperar una normalización de los tipos de interés. Sin embargo, estos permanecieron artificialmente bajos por miedo a una nueva crisis económica.
Esta tendencia se agravó con la crisis del COVID-19, donde los gobiernos, bajo la justificación de evitar una recesión profunda, mantuvieron y profundizaron políticas de tasas de interés extremadamente bajas, incluso negativas, impulsando una ola de gastos financiados por deuda y una impresión desenfrenada de dinero, ¡llegando incluso a pagar por pedir dinero prestado!
En España, por ejemplo, la deuda pública ha escalado dramáticamente, representando uno de los gastos más significativos del estado (un 7% del PIB), solo superado por las pensiones (11,5% del PIB). A nivel global, naciones como Grecia y Japón destacan por sus niveles desorbitados de endeudamiento, superando ampliamente el 100% y el 260% respectivamente.
Los riesgos de la deuda descontrolada
La solvencia de un país es crucial. Los países con finanzas sanas y economías fuertes pueden manejar sus deudas y obtienen mejores condiciones de financiamiento, de hecho, existen agencias de calificación como Moody’s, Standard & Poor’s o Fitch que darán una calificación de las deudas de los diferentes países.
Algo que debemos tener en cuenta es que tanto las empresas (cuya actividad reflejen cantidades significativas de dinero) como los estados, financian sus actividades utilizando apalancamiento, dicho de otro modo, con dinero prestado, ya que por lo general sale más barato a largo plazo y en el caso del mundo privado, para evitar tener que pagar más impuestos entre otros motivos.
Cuando la deuda alcanza niveles críticos y uno deja de ser solvente, en el mundo privado uno quiebra, pero en los estados es algo más complejo, los costos de intereses consumen recursos que podrían mejorar aquellos servicios públicos o a realizar inversiones estratégicas en el país, ocupando cada vez mayor parte del gasto presupuestario anual destinado al pago de intereses y reduciéndolo en todas las demás materias sociales de las que tanto les gusta hablar a los políticos.
La deuda elevada no solo limita la capacidad de inversión futura del gobierno en áreas clave, sino que también establece un ciclo vicioso donde se deben pagar intereses cada vez mayores, forzando a los gobiernos a endeudarse aún más o a aumentar impuestos, lo cual, a su vez, desincentiva la inversión y el consumo, estancando la economía y, en definitiva, creando una deuda que le tocará pagar al contribuyente.
Además, ni cortos ni perezosos, la impresión de dinero para financiar deudas, dado que la inflación beneficia a los deudores, conduce a inflación, erosionando el poder adquisitivo de los ciudadanos y perjudicando la economía en su conjunto, doble puñalada para el contribuyente que cada vez tiene menos y paga más.
Conclusión y posible solución
Una posible solución a la problemática de la deuda pública no es incrementar el endeudamiento ni imprimir dinero, sino promover una gestión fiscal responsable, limitar el tamaño y alcance del gobierno y acabar con los ciclos inflacionistas.
Reduciendo el gasto público exacerbado, pagando las deudas y fomentando un ambiente económico favorable para la inversión y el crecimiento empresarial (con políticas de bajos impuestos, facilitando tamitarciones, etc…), revirtiendo así los efectos causados por las políticas actuales.
La experiencia muestra que un gobierno que opera dentro de sus medios, que evita la acumulación de la deuda, que busca el superávit económico y que promueve un mercado libre robusto, es el que mejor puede garantizar la prosperidad y el bienestar a largo plazo para sus ciudadanos.
En definitiva, solo abrazando las ideas de la libertad además de acercarse a modelos más liberales, menos monopolistas, más diversificados y capitalistas, fomentando esa mano invisible podremos ver realmente unos efectos contrarios a los que estamos viviendo hoy día.
Iker González Rodríguez-Priego– Default global: la madre de todas las crisis – 29 de abril de 2024
En el panorama económico actual, donde países como Japón enfrentan una deuda que supera el 250% de su Producto Interior Bruto (PIB), resulta crucial comprender las dinámicas subyacentes que han conducido a esta situación. Este análisis no solo aborda los ciclos económicos y de crédito, sino también cómo las políticas fiscal y monetaria se entrelazan, exacerbando o mitigando estas fluctuaciones.
La Naturaleza de los Ciclos Económicos
Los ciclos económicos son períodos de expansión y contracción en la actividad económica, caracterizados por fluctuaciones en el crecimiento del PIB, el empleo y otros indicadores económicos. Estos ciclos son esenciales para entender cómo las economías se mueven a través de fases de crecimiento y recesión y en las que nos basamos para analizar la salud de un país.
Los ciclos económicos son cruciales en la economía y en el comportamiento de las personas. Estos se refieren a las fluctuaciones en la disponibilidad del crédito o liquidez, que puede amplificar o reducir las fases económicas según la disponibilidad de este, dando a entender que cuanta más liquidez exista en el mercado más probabilidades hay de encontrarnos en una fase expansionista.
La Política Fiscal en Acción
Las herramientas de política fiscal (como el gasto público, la imposición de impuestos y las transferencias) son manipuladas directamente por los gobiernos para influir en la economía. Por ejemplo, en respuesta a una recesión, un gobierno puede aumentar el gasto en infraestructura o reducir impuestos para estimular la demanda agregada.
No olvidemos que cuando un gobierno actúa de una manera deficitaria en el gasto público, significa el aumento de recaudación futura para hacer frente a la deuda. Estas herramientas no solo se utilizan en tiempos de crisis; también en periodos de crecimiento, los gobiernos pueden ajustar su enfoque para enfriar una economía sobrecalentada o para “redistribuir” recursos de manera más “equitativa”.
La pregunta que deberíamos hacernos aquí es quién es el estado para decidir qué dinero está mejor en manos de donde ellos deciden.
Tiene que ser el mercado quien en primera instancia el que se encarga de autogestionarse y auto redistribuirse sin necesidad de una entidad centralizada que llega a tomar decisiones políticas con el dinero del contribuyente.
El Rol de la Política Monetaria
Los bancos centrales usan políticas de emisión monetaria con el objetivo de alcanzar estabilidad en los precios y fomentar el crecimiento económico creando tasas de inflación anuales. Ajustan las tasas de interés (el precio al que se prestar el dinero) y manipulan la oferta monetaria según crean conveniente utilizando herramientas como las operaciones de mercado abierto y las tasas de reservas obligatorias, un claro ejemplo puede ser la emisión o compra de bonos o la extensión de líneas de crédito a los bancos.
Otro de los aspectos que deben tener los bancos centrales son los siguientes:
En muchos casos esta premisa se incumple debido a que muchas de las personas que trabajan para este monopolio son elegidas por políticos e incluso existen políticos dentro de estas entidades. Tanto la Fed, como el BCE o el banco de Inglaterra, los miembros más relevantes son elegidos por un organismo gubernamental.
En la realidad vemos como una vez más son incapaces de cumplir con sus premisas con un ejemplo tan claro que analizaremos más adelante con la pandemia de la COVID-19.
Realidad económica actual
¿De dónde obtienen los gobiernos el dinero necesario para su funcionamiento? Los estados se financian mediante impuestos, beneficios de empresas públicas (loterías y hacienda), venta de recursos naturales y, frecuentemente, emitiendo deuda pública. Este último método, aunque común, plantea serios riesgos económicos que son a menudo subestimados por quienes creen que endeudar a un país es una solución sin consecuencias.
Desde la crisis de 2008, hemos visto una tendencia alarmante en muchos países desarrollados: una acumulación excesiva de deuda pública para evitar reformas económicas impopulares. A lo largo de la década de 2010, tras la superación de la crisis financiera de 2008, cabría esperar una normalización de los tipos de interés. Sin embargo, estos permanecieron artificialmente bajos por miedo a una nueva crisis económica.
Esta tendencia se agravó con la crisis del COVID-19, donde los gobiernos, bajo la justificación de evitar una recesión profunda, mantuvieron y profundizaron políticas de tasas de interés extremadamente bajas, incluso negativas, impulsando una ola de gastos financiados por deuda y una impresión desenfrenada de dinero, ¡llegando incluso a pagar por pedir dinero prestado!
En España, por ejemplo, la deuda pública ha escalado dramáticamente, representando uno de los gastos más significativos del estado (un 7% del PIB), solo superado por las pensiones (11,5% del PIB). A nivel global, naciones como Grecia y Japón destacan por sus niveles desorbitados de endeudamiento, superando ampliamente el 100% y el 260% respectivamente.
Los riesgos de la deuda descontrolada
La solvencia de un país es crucial. Los países con finanzas sanas y economías fuertes pueden manejar sus deudas y obtienen mejores condiciones de financiamiento, de hecho, existen agencias de calificación como Moody’s, Standard & Poor’s o Fitch que darán una calificación de las deudas de los diferentes países.
Algo que debemos tener en cuenta es que tanto las empresas (cuya actividad reflejen cantidades significativas de dinero) como los estados, financian sus actividades utilizando apalancamiento, dicho de otro modo, con dinero prestado, ya que por lo general sale más barato a largo plazo y en el caso del mundo privado, para evitar tener que pagar más impuestos entre otros motivos.
Cuando la deuda alcanza niveles críticos y uno deja de ser solvente, en el mundo privado uno quiebra, pero en los estados es algo más complejo, los costos de intereses consumen recursos que podrían mejorar aquellos servicios públicos o a realizar inversiones estratégicas en el país, ocupando cada vez mayor parte del gasto presupuestario anual destinado al pago de intereses y reduciéndolo en todas las demás materias sociales de las que tanto les gusta hablar a los políticos.
La deuda elevada no solo limita la capacidad de inversión futura del gobierno en áreas clave, sino que también establece un ciclo vicioso donde se deben pagar intereses cada vez mayores, forzando a los gobiernos a endeudarse aún más o a aumentar impuestos, lo cual, a su vez, desincentiva la inversión y el consumo, estancando la economía y, en definitiva, creando una deuda que le tocará pagar al contribuyente.
Además, ni cortos ni perezosos, la impresión de dinero para financiar deudas, dado que la inflación beneficia a los deudores, conduce a inflación, erosionando el poder adquisitivo de los ciudadanos y perjudicando la economía en su conjunto, doble puñalada para el contribuyente que cada vez tiene menos y paga más.
Conclusión y posible solución
Una posible solución a la problemática de la deuda pública no es incrementar el endeudamiento ni imprimir dinero, sino promover una gestión fiscal responsable, limitar el tamaño y alcance del gobierno y acabar con los ciclos inflacionistas.
Reduciendo el gasto público exacerbado, pagando las deudas y fomentando un ambiente económico favorable para la inversión y el crecimiento empresarial (con políticas de bajos impuestos, facilitando tamitarciones, etc…), revirtiendo así los efectos causados por las políticas actuales.
La experiencia muestra que un gobierno que opera dentro de sus medios, que evita la acumulación de la deuda, que busca el superávit económico y que promueve un mercado libre robusto, es el que mejor puede garantizar la prosperidad y el bienestar a largo plazo para sus ciudadanos.
En definitiva, solo abrazando las ideas de la libertad además de acercarse a modelos más liberales, menos monopolistas, más diversificados y capitalistas, fomentando esa mano invisible podremos ver realmente unos efectos contrarios a los que estamos viviendo hoy día.