La Universidad es un mucho más que un centro de enseñanza superior. Es un lugar donde además de formarte académicamente, ha de servir de espacio para el debate, el intercambio de ideas, y el análisis y la crítica de la realidad presente. Los jóvenes del hoy son los trabajadores del mañana, y algunos incluso llegan a constituir el presente. Por ello hay que prestar siempre atención a lo que sucede en las diversas facultades, observar, y entender las preocupaciones y las inquietudes de los estudiantes, sus pensamientos, y su comportamiento. Nelson Mandela decía que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Los conocimientos y la forma en que se transmiten, sumado a la educación en el hogar, la experiencia personal y familiar, la situación socioeconómica, o la realidad política del país en que se vive, determinan las creencias y las acciones de cualquier joven.
Toda nueva generación se ha caracterizado por romper con la anterior de distinta forma y con diferente grado de intensidad. Este fenómeno se conoce como división generacional. Forma a su vez parte del carácter juvenil, crítico, inconformista, y en ocasiones revolucionario, apagándose con el paso de los años, pero habiendo transformado de alguna forma la sociedad. En el pasado reciente puede uno recordar las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos a partir del año 1964, el mayo del 68 o mayo francés que tuvo su origen en la universidad parisina de Nanterre y se extendió rápidamente por Europa y América, y en el que la guerra entre EEUU y Vietnam actuó como catalizador, o las revueltas contra el apartheid en Sudáfrica a mediados de los 80, que desató también manifestaciones en Norteamérica.
En estos días podría estar surgiendo otro movimiento estudiantil en las principales universidades de Estados Unidos que defiende el cese de la guerra entre el Estado de Israel y la organización terrorista Hamás en la Franja de Gaza, debido a la muerte indiscriminada de civiles, que asciende a 34.000 personas. Entre las demandas de los estudiantes se encuentran la ruptura de las relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, el cese de la ayuda militar y financiera estadounidense, o la ruptura de los acuerdos de colaboración con las universidades israelíes. El fenómeno, surgido en la prestigiosa Universidad de Columbia, y acogido en Canadá, México, o Australia, ha cruzado ya al otro lado del Atlántico, provocando la aparición de protestas, aunque de momento muy reducidas, en Francia, Suiza, Reino Unido, Italia, y España.
El perfil del estudiante, al igual que en los tres grandes acontecimientos revolucionarios mencionados con anterioridad, es antibelicista, escéptico hacia el orden político y económico establecido, ecologista, y perteneciente al amplio espectro político izquierdista. En este caso se trata también de un movimiento de carácter antisionista, y defensor de los derechos humanos. La principal diferencia, más allá del tipo de reivindicaciones, radica en el carácter pacífico de las protestas o campamentos actuales, nada que ver con el sous les pavés, la plage, además de la infiltración de ciudadanos ajenos a la universidad (25% de los más de 2.000 detenidos en EEUU). Los enfrentamientos con la Policía derivan de la ocupación de determinados enclaves y edificios universitarios, lo que impide la celebración normal de las clases y hace peligrar los exámenes finales y las ceremonias de graduación, además de poner en peligro la seguridad de la comunidad universitaria judía.
El mantenimiento del orden público siempre ha sido un quebradero de cabeza para los presidentes y primeros ministros, ya que no existe la receta perfecta, y los efectos adversos de tal o cual decisión pueden resultar ser muy perjudiciales para el Gobierno, más aún cuando se encuentra sumido en pleno proceso electoral. En este sentido, Biden ha condenado cualquier tipo de manifestación violenta, que por ahora no ha tenido lugar, y ha decidido disuadir los campamentos tras varios días de protestas. Aún está por ver cómo evolucionan las manifestaciones, y qué respuesta decide dar el Partido Demócrata, cuyo ala progresista se muestra a favor de la causa palestina. En cualquier caso, sería muy extraño, teniendo en cuenta el perfil del manifestante, que se inclinase por votar a Trump, firme defensor de Israel. En caso de que las manifestaciones cobrasen un mayor protagonismo en Europa, podría ser también objeto de debate en la campaña de las elecciones europeas.
En definitiva, las protestas surgidas en EEUU no son a día de hoy comparables con las sucedidas entre los años 60 y 80, debido al número de manifestantes, la inexistencia de una opinión pública generalizada dada la complejidad del conflicto actual entre Israel y Hamás, y el no posicionamiento y el desalineamiento de la comunidad internacional.
Mario Sanz Galacho
Biden se enfrentra al gran dilema del orden público a seis meses de las elecciones presidenciales
La Universidad es un mucho más que un centro de enseñanza superior. Es un lugar donde además de formarte académicamente, ha de servir de espacio para el debate, el intercambio de ideas, y el análisis y la crítica de la realidad presente. Los jóvenes del hoy son los trabajadores del mañana, y algunos incluso llegan a constituir el presente. Por ello hay que prestar siempre atención a lo que sucede en las diversas facultades, observar, y entender las preocupaciones y las inquietudes de los estudiantes, sus pensamientos, y su comportamiento. Nelson Mandela decía que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Los conocimientos y la forma en que se transmiten, sumado a la educación en el hogar, la experiencia personal y familiar, la situación socioeconómica, o la realidad política del país en que se vive, determinan las creencias y las acciones de cualquier joven.
Toda nueva generación se ha caracterizado por romper con la anterior de distinta forma y con diferente grado de intensidad. Este fenómeno se conoce como división generacional. Forma a su vez parte del carácter juvenil, crítico, inconformista, y en ocasiones revolucionario, apagándose con el paso de los años, pero habiendo transformado de alguna forma la sociedad. En el pasado reciente puede uno recordar las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos a partir del año 1964, el mayo del 68 o mayo francés que tuvo su origen en la universidad parisina de Nanterre y se extendió rápidamente por Europa y América, y en el que la guerra entre EEUU y Vietnam actuó como catalizador, o las revueltas contra el apartheid en Sudáfrica a mediados de los 80, que desató también manifestaciones en Norteamérica.
En estos días podría estar surgiendo otro movimiento estudiantil en las principales universidades de Estados Unidos que defiende el cese de la guerra entre el Estado de Israel y la organización terrorista Hamás en la Franja de Gaza, debido a la muerte indiscriminada de civiles, que asciende a 34.000 personas. Entre las demandas de los estudiantes se encuentran la ruptura de las relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, el cese de la ayuda militar y financiera estadounidense, o la ruptura de los acuerdos de colaboración con las universidades israelíes. El fenómeno, surgido en la prestigiosa Universidad de Columbia, y acogido en Canadá, México, o Australia, ha cruzado ya al otro lado del Atlántico, provocando la aparición de protestas, aunque de momento muy reducidas, en Francia, Suiza, Reino Unido, Italia, y España.
El perfil del estudiante, al igual que en los tres grandes acontecimientos revolucionarios mencionados con anterioridad, es antibelicista, escéptico hacia el orden político y económico establecido, ecologista, y perteneciente al amplio espectro político izquierdista. En este caso se trata también de un movimiento de carácter antisionista, y defensor de los derechos humanos. La principal diferencia, más allá del tipo de reivindicaciones, radica en el carácter pacífico de las protestas o campamentos actuales, nada que ver con el sous les pavés, la plage, además de la infiltración de ciudadanos ajenos a la universidad (25% de los más de 2.000 detenidos en EEUU). Los enfrentamientos con la Policía derivan de la ocupación de determinados enclaves y edificios universitarios, lo que impide la celebración normal de las clases y hace peligrar los exámenes finales y las ceremonias de graduación, además de poner en peligro la seguridad de la comunidad universitaria judía.
El mantenimiento del orden público siempre ha sido un quebradero de cabeza para los presidentes y primeros ministros, ya que no existe la receta perfecta, y los efectos adversos de tal o cual decisión pueden resultar ser muy perjudiciales para el Gobierno, más aún cuando se encuentra sumido en pleno proceso electoral. En este sentido, Biden ha condenado cualquier tipo de manifestación violenta, que por ahora no ha tenido lugar, y ha decidido disuadir los campamentos tras varios días de protestas. Aún está por ver cómo evolucionan las manifestaciones, y qué respuesta decide dar el Partido Demócrata, cuyo ala progresista se muestra a favor de la causa palestina. En cualquier caso, sería muy extraño, teniendo en cuenta el perfil del manifestante, que se inclinase por votar a Trump, firme defensor de Israel. En caso de que las manifestaciones cobrasen un mayor protagonismo en Europa, podría ser también objeto de debate en la campaña de las elecciones europeas.
En definitiva, las protestas surgidas en EEUU no son a día de hoy comparables con las sucedidas entre los años 60 y 80, debido al número de manifestantes, la inexistencia de una opinión pública generalizada dada la complejidad del conflicto actual entre Israel y Hamás, y el no posicionamiento y el desalineamiento de la comunidad internacional.
Mario Sanz Galacho