Todas las denominaciones y edificaciones sobre las cuales se cimienta actualmente el sistema de gobierno y regulación social son construcciones artificiales diseñadas ad-hoc para dicho fin. Así, con abrumadora frecuencia se habla de unos valores, unos cimientos, unas promesas, acatamientos o confianzas colectivas que son totalmente abstractas, con un claro exceso de confianza así como un exagerada falta de pragmatismo.
En primera y última instancia, quienes rigen, deciden, gobiernan y conforman las instituciones son meramente personas, como tú y como yo, con sus virtudes y sus defectos, gustos ideológicos, inclinaciones políticas, derecho de voto y perspectivas sobre en qué dirección y hacia qué visión debe encaminarse la sociedad. Por ello, por más que algunos quieran suponer que las instituciones están cimentadas por unos principios y unos ideales, esto no es más que mera abstracción. Las instituciones son personas y la sociedad la suma de todos, esta es la primera premisa. Debe conocerse y aceptarse que pretender falsamente depender de las instituciones o cualquier otro concepto abstracto es un engaño y sinónimo de incapacidad e impotencia propia. Es debido apreciar que estos no son más que ciudadanos con y en unos cargos; por ello, posiblemente, con poder o por lo menos capacidades.
Apreciado esto y siendo conocedores de la manifiesta falsedad que algunos desean pregonar, se observa lo siguiente, para hacer prevalecer unas normas, una amplia mayoría deben desear aplicarlas y ponerlas en práctica. Dicho de otro modo, llevar esto mediante la democracia a las instituciones de una manera particular, adaptada y duradera. Primero vencer y después vencer. Añado un matiz, una vez vencido, llevar plenamente a cabo por los vencedores, a través de todas las herramientas disponibles lo que los convencidos han aceptado. Es decir, convencer de tal manera a una mayoría, por escasamente superior que sea, mediante un discurso unánime, aplastante, homogéneo y sencillo, y que estén tan plenamente convencidos que estén donde estén y ante quien estén que no acepten ni toleren, esto es esencial, lo contrario.
En consecuencia, no hace falta imponer nada a la fuerza, basta convencer de tal manera que no se considere lo contrario ni se dude de la línea establecida y pautada. Estos convencidos y, en ocasiones, allegados, ocuparán los cargos más determinantes, con capacidades para ejecutar; una cabeza pensante y unos brazos ejecutores que, de manera involuntaria, ejercen lo que la cabeza, sin decir nada, manda. Es así como lo que algunos denominan checks and balances, pesos y contrapesos, perdura, existiendo solo los checks y los pesos.
Porque, ¿quien va siquiera a plantear el balance o el contrapeso? Tal posibilidad se ha anulado previamente. No es que no se desee, no se contempla tal posibilidad. Se establece un admirable checks and balances en el que todos, o la inmensa mayoría, “piensa” igual, y por ello el balance cae siempre hacia el mismo lado con un posterior y automático check de la mayoría.
Este hito y su desenlace se traduce en cinco palabras: “o conmigo o contra mí”. Todo aquel que no esté conmigo tiene nombre “máquina del fango”. De modo que todo aquel que ataque, estorbe o incluso critique, es máquina del fango. “Señor presidente, es asombroso, no solo hemos conseguido una lealtad plena por parte de una mayoría, sino además hemos aglutinado a todo aquel que se oponga , sea quien sea, ocupe el cargo que ocupe y desempeñe la profesión que desempeñe, bajo una denominación que lleva explícita la negatividad. Porque máquina del fango es todo aquel que no favorezca el avance del cambio y adopción de nuestras medidas, intentando enfangar el terreno y, no critica, sino que intenta manchar el gran, favorecedor y cómplice ambiente que hemos construido. Para más inri, por todo esto, atenta contra la democracia”. Después de más de una década de proceso, fabricación y elaboración, cuya obra seguirá perfeccionándose, a la segunda legislatura, vio que era bueno.
Para que esta obra de arte perdure debe sostenerse un pilar fundamental, la unidad del grupo, bajo un estandarte común. Es de riguroso orden mantener siempre viva la llama de amor, ilusión, admiración y esperanza hacia el estandarte común, incluso dando en ocasiones la sensación de posible pérdida para que se aprecie. Incluso es bueno que en ocasiones el estandarte común transmita esa sensación de riesgo de pérdida del mismo y posible declive ante una posibilidad mejor inexistente, como si de una empresa de autor se tratase. Así podrá unificar y relanzar el partido. En un inicio esto se llevó a cabo mediante un discurso nuevo, innovador y esperanzador, sin precedentes pero con ilusión; o avanzas conmigo “España avanza” o te quedas atrás.
Tácita y explícitamente se genera una trinidad en un solo cuerpo de los poderes del Estado. Una minuciosa y detallada hegemonía que aboga por la sencillez de la unidad. Un flujo de avances cuyo único obstáculo es el propio promotor. Cuando un equipo puede matemáticamente ganar la liga, depende únicamente de sí mismo, esto es muy semejante a la situación que de lo previamente expuesto se concluye.
Porque la única recompensa es vencer, lo único que valida el proceso es vencer. El arte de vencer: ganar, ganar y volver a ganar. “Seguid dudando e insultando, yo seguiré ganando”. Matizando y adaptando la solemne cita: “Te voy a decir algo del juego presidencial, hay que saber jugar para poder ganar”. Quienes pretenden revalidar el asiento del lado izquierdo del hemiciclo ponen sus anhelos y confianzas en expectativas pasadas, ilusiones que nunca llegan ni probablemente llegarán, porque el tablero de juego es otro, las reglas del juego han cambiado, pero parece que solo unos pocos son capaces de apreciarlo. No obstante, “te voy a decir algo del lenguaje presidencial, hay que ser presidente para poder usarlo”. Aquel que establece las reglas del juego es quien las domina e incluso puede ir modificando a su antojo, con mayor facilidad si se encuentra en una posición apta para ello. Este nuevo tablero se ha ido perfilando con mesura, en ocasiones desde dentro, en ocasiones desde fuera, alineando las piezas. Ahora, sabiendo que la pieza más poderosa del oponente es la reina, que no hace falta acabar con el rey porque no supone una amenaza y que el resto de peones, barones, solo siguen la línea marcada, dominando las reglas del juego, procede gobernar con “ganas” de avanzar, sabiendo que se cuenta con una “España Viva” pero diferente a la tradicional y que las reglas del juego las pongo yo.
Adaptado el marco de juego, asumiéndolo y entendiendo que solo bajo estas premisas “España Avanza”, es el momento de hacer avanzar al alfil. Esta pieza es esencial, puede ser determinante en momentos poco esperados y usada o despreciada según la conveniencia. Se haya en las esquinas, en este caso, la esquina superior derecha del tablero. Dentro del nuevo mensaje que se ha ido presentando y enseñando de una adecuada manera, esta pieza ha sido y es esencial. Es el momento de verificar que sus labores y movimientos han sido eficaces y que todos los peones que han girado a su alrededor han valido la pena. Si el alfil gana, nadie podrá recriminar un ápice del proceso que se ha anulado y el nuevo camino que se ha iniciado, quién pondrá en duda fem-ho posible. No es necesario que el resto de piezas lo acate, solo que valide al alfil. Conviene no olvidar, lo importante que fue previamente el alfil para que el rey mantuviese su posición; viva el rey, viva nuestro rey, viva siempre nuestro rey. Porque vale la pena.
La experiencia enseña, que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Es él, el otro rey; sueña el rey que es rey y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando, y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en cenizas le convierte.
Presidente, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Para otros, ¿qué es gobernar? una ilusión, una sombra, una ficción; sus sueños, sueños son.
AGA – Adelante, presidente – 11 de mayo de 2024
Todas las denominaciones y edificaciones sobre las cuales se cimienta actualmente el sistema de gobierno y regulación social son construcciones artificiales diseñadas ad-hoc para dicho fin. Así, con abrumadora frecuencia se habla de unos valores, unos cimientos, unas promesas, acatamientos o confianzas colectivas que son totalmente abstractas, con un claro exceso de confianza así como un exagerada falta de pragmatismo.
En primera y última instancia, quienes rigen, deciden, gobiernan y conforman las instituciones son meramente personas, como tú y como yo, con sus virtudes y sus defectos, gustos ideológicos, inclinaciones políticas, derecho de voto y perspectivas sobre en qué dirección y hacia qué visión debe encaminarse la sociedad. Por ello, por más que algunos quieran suponer que las instituciones están cimentadas por unos principios y unos ideales, esto no es más que mera abstracción. Las instituciones son personas y la sociedad la suma de todos, esta es la primera premisa. Debe conocerse y aceptarse que pretender falsamente depender de las instituciones o cualquier otro concepto abstracto es un engaño y sinónimo de incapacidad e impotencia propia. Es debido apreciar que estos no son más que ciudadanos con y en unos cargos; por ello, posiblemente, con poder o por lo menos capacidades.
Apreciado esto y siendo conocedores de la manifiesta falsedad que algunos desean pregonar, se observa lo siguiente, para hacer prevalecer unas normas, una amplia mayoría deben desear aplicarlas y ponerlas en práctica. Dicho de otro modo, llevar esto mediante la democracia a las instituciones de una manera particular, adaptada y duradera. Primero vencer y después vencer. Añado un matiz, una vez vencido, llevar plenamente a cabo por los vencedores, a través de todas las herramientas disponibles lo que los convencidos han aceptado. Es decir, convencer de tal manera a una mayoría, por escasamente superior que sea, mediante un discurso unánime, aplastante, homogéneo y sencillo, y que estén tan plenamente convencidos que estén donde estén y ante quien estén que no acepten ni toleren, esto es esencial, lo contrario.
En consecuencia, no hace falta imponer nada a la fuerza, basta convencer de tal manera que no se considere lo contrario ni se dude de la línea establecida y pautada. Estos convencidos y, en ocasiones, allegados, ocuparán los cargos más determinantes, con capacidades para ejecutar; una cabeza pensante y unos brazos ejecutores que, de manera involuntaria, ejercen lo que la cabeza, sin decir nada, manda. Es así como lo que algunos denominan checks and balances, pesos y contrapesos, perdura, existiendo solo los checks y los pesos.
Porque, ¿quien va siquiera a plantear el balance o el contrapeso? Tal posibilidad se ha anulado previamente. No es que no se desee, no se contempla tal posibilidad. Se establece un admirable checks and balances en el que todos, o la inmensa mayoría, “piensa” igual, y por ello el balance cae siempre hacia el mismo lado con un posterior y automático check de la mayoría.
Este hito y su desenlace se traduce en cinco palabras: “o conmigo o contra mí”. Todo aquel que no esté conmigo tiene nombre “máquina del fango”. De modo que todo aquel que ataque, estorbe o incluso critique, es máquina del fango. “Señor presidente, es asombroso, no solo hemos conseguido una lealtad plena por parte de una mayoría, sino además hemos aglutinado a todo aquel que se oponga , sea quien sea, ocupe el cargo que ocupe y desempeñe la profesión que desempeñe, bajo una denominación que lleva explícita la negatividad. Porque máquina del fango es todo aquel que no favorezca el avance del cambio y adopción de nuestras medidas, intentando enfangar el terreno y, no critica, sino que intenta manchar el gran, favorecedor y cómplice ambiente que hemos construido. Para más inri, por todo esto, atenta contra la democracia”. Después de más de una década de proceso, fabricación y elaboración, cuya obra seguirá perfeccionándose, a la segunda legislatura, vio que era bueno.
Para que esta obra de arte perdure debe sostenerse un pilar fundamental, la unidad del grupo, bajo un estandarte común. Es de riguroso orden mantener siempre viva la llama de amor, ilusión, admiración y esperanza hacia el estandarte común, incluso dando en ocasiones la sensación de posible pérdida para que se aprecie. Incluso es bueno que en ocasiones el estandarte común transmita esa sensación de riesgo de pérdida del mismo y posible declive ante una posibilidad mejor inexistente, como si de una empresa de autor se tratase. Así podrá unificar y relanzar el partido. En un inicio esto se llevó a cabo mediante un discurso nuevo, innovador y esperanzador, sin precedentes pero con ilusión; o avanzas conmigo “España avanza” o te quedas atrás.
Tácita y explícitamente se genera una trinidad en un solo cuerpo de los poderes del Estado. Una minuciosa y detallada hegemonía que aboga por la sencillez de la unidad. Un flujo de avances cuyo único obstáculo es el propio promotor. Cuando un equipo puede matemáticamente ganar la liga, depende únicamente de sí mismo, esto es muy semejante a la situación que de lo previamente expuesto se concluye.
Porque la única recompensa es vencer, lo único que valida el proceso es vencer. El arte de vencer: ganar, ganar y volver a ganar. “Seguid dudando e insultando, yo seguiré ganando”. Matizando y adaptando la solemne cita: “Te voy a decir algo del juego presidencial, hay que saber jugar para poder ganar”. Quienes pretenden revalidar el asiento del lado izquierdo del hemiciclo ponen sus anhelos y confianzas en expectativas pasadas, ilusiones que nunca llegan ni probablemente llegarán, porque el tablero de juego es otro, las reglas del juego han cambiado, pero parece que solo unos pocos son capaces de apreciarlo. No obstante, “te voy a decir algo del lenguaje presidencial, hay que ser presidente para poder usarlo”. Aquel que establece las reglas del juego es quien las domina e incluso puede ir modificando a su antojo, con mayor facilidad si se encuentra en una posición apta para ello. Este nuevo tablero se ha ido perfilando con mesura, en ocasiones desde dentro, en ocasiones desde fuera, alineando las piezas. Ahora, sabiendo que la pieza más poderosa del oponente es la reina, que no hace falta acabar con el rey porque no supone una amenaza y que el resto de peones, barones, solo siguen la línea marcada, dominando las reglas del juego, procede gobernar con “ganas” de avanzar, sabiendo que se cuenta con una “España Viva” pero diferente a la tradicional y que las reglas del juego las pongo yo.
Adaptado el marco de juego, asumiéndolo y entendiendo que solo bajo estas premisas “España Avanza”, es el momento de hacer avanzar al alfil. Esta pieza es esencial, puede ser determinante en momentos poco esperados y usada o despreciada según la conveniencia. Se haya en las esquinas, en este caso, la esquina superior derecha del tablero. Dentro del nuevo mensaje que se ha ido presentando y enseñando de una adecuada manera, esta pieza ha sido y es esencial. Es el momento de verificar que sus labores y movimientos han sido eficaces y que todos los peones que han girado a su alrededor han valido la pena. Si el alfil gana, nadie podrá recriminar un ápice del proceso que se ha anulado y el nuevo camino que se ha iniciado, quién pondrá en duda fem-ho posible. No es necesario que el resto de piezas lo acate, solo que valide al alfil. Conviene no olvidar, lo importante que fue previamente el alfil para que el rey mantuviese su posición; viva el rey, viva nuestro rey, viva siempre nuestro rey. Porque vale la pena.
La experiencia enseña, que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Es él, el otro rey; sueña el rey que es rey y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando, y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en cenizas le convierte.
Presidente, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Para otros, ¿qué es gobernar? una ilusión, una sombra, una ficción; sus sueños, sueños son.
Adelante, presidente