La obtención de la Eurocopa por parte de la selección española de fútbol, un éxito más en una era marcada por un sinfín de éxitos deportivos que tienen como protagonistas a deportistas españoles, ha dejado como todo evento trascendente una serie de reflexiones y enseñanzas. Algunas lecciones pueden obtenerse del propio éxito deportivo, mientras que otras derivan de las celebraciones. Celebraciones que se convirtieron en verdaderas expresiones de la voluntad popular y del deseo de dejar a un lado las diferencias existentes, y celebrar de forma conjunta de un éxito que pertenece a todos los españoles.
Y no resulta una simple coincidencia que hayan sido varios los jugadores que, en este contexto de alegría, hayan coreado el célebre cántico aludiendo a la españolidad del peñón. Esta iniciativa tomada por parte del equipo y respaldada por el público presente, es una señal de un suave despertar de la conciencia nacional. Y esto es motivo de orgullo y no de repulsa como algunos nos quieren hacer creer. Que el pueblo español comience a recuperar su conciencia nacional es una gran noticia, y que este renacer sea impulsado por los jugadores de la selección utilizando la popularidad que el deporte rey otorga, también lo es.
Durante décadas se ha buscado enajenar a los jugadores de fútbol de su condición humana y vaciarlos de cualquier tipo de sentimiento político e ideológico para convertirlos en simples máquinas al servicio del gran negocio que el fútbol representa. Pero es hora de que los deportistas recuperen su compromiso político y lo exterioricen, porque el fútbol nació como una expresión popular y debe continuar siéndolo. Retomando la cuestión del cántico, a nadie debería ofender que un español exprese a viva voz sus sentimientos, exclamando a los cuatro vientos que el peñón fue, es y será español. Porque la defensa de lo nuestro debe ser un eje aglutinador para alcanzar la unidad necesaria, a la hora de hacer frente a quienes buscan el debilitamiento extremo de España.
Sin dudas la defensa de la integridad territorial de España es una de las mayores preocupaciones políticas de los españoles, y un pilar fundamental en el devenir de la continuidad histórica de la nación española, sobre la cual tenemos el profundo de orgullo de ser herederos, pero también la enorme responsabilidad de preservarla y hacerla indeleble le al paso de los nuevos tiempos, que se antojan difíciles. Y en esta magna tarea es imprescindible abordar no solo las problemáticas relacionadas con la conservación de lo que nos corresponde, sino también la recuperación de lo que nos fue arrebatado.
Y en este aspecto la situación del Peñón de Gibraltar es una herida profunda en el sentir nacional, porque constituye un trozo del patrimonio común de todos los españoles que nos fue arrebatado hace siglos, y que continúa hallándose bajo el control de un supuesto aliado que no hace más que imposibilitar el ejercicio de soberanía por parte de España, sobre la totalidad de su territorio. Además de perjudicar permanentemente los intereses españoles con especial implicancia en la cuestión del malogrado desarrollo económico del Campo de Gibraltar y zonas aledañas producto de la competencia desleal e ilegal por parte de las autoridades británicas con sede en el peñón. Esta herida clavada en el alma de los españoles fue descrita con gran exactitud y sentimentalidad por el filósofo Vázquez de Mella durante un discurso a comienzos del siglo pasado: «las olas mismas del Estrecho, chocando en el acantilado de la costa, nos están diciendo todos los días: aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, la llave; aquí está vuestra grandeza»
A la hora de establecer la hoja de ruta para lograr que la rojigualda vuelva a ondear sobre el irredento peñón, las lecciones de la historia nos han enseñado a cómo tratar temas de este calibre, con los británicos. El Reino Unido nunca ha entregado ningún territorio sin ser forzado a hacerlo, y el caso de Gibraltar no va a constituir una excepción. Las autoridades españolas deben forzar una situación insostenible, que obligue al gobierno británico a devolver el territorio a sus legítimos dueños. Este fortalecimiento de la postura española debe tener como objetivo primordial el alcanzar un diálogo bilateral serio y creíble con Londres, en el cual la cuestión de la soberanía se sitúe encima de la mesa de negociación. Hasta ahora lo único que han logrado las supuestas buenas intenciones españolas, es fortalecer la posición británica con el paso del tiempo y adormecer la cuestión en el pensamiento colectivo del pueblo español.
Una vez más es necesario reiterar que los británicos deben ser forzados a negociar en igualdad de condiciones. El abanico de posibles medidas a adoptar no necesariamente debe incluir una amenaza o intervención militar (Sin olvidar que Deng Xiaoping amenazó a Thatcher con la utilización de la violencia si esta no devolvía Hong Kong a China), sino que también puede llevarse a cabo a través de presiones económicas y políticas. Y la primera de las medidas a adoptar debe ser una revisión de las relaciones bilaterales con el Reino Unido y la presencia española en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. El General Franco decía que Gibraltar no valía la vida de ni un solo soldado español, pero más interesante que esta reflexión de Franco, es la respuesta dada por Blas Piñar ante esta expresión. Piñar decía que en caso de dar por válida esta asunción, tampoco valdría la pena la pérdida de ningún soldado español en misiones que tienen como objetivo el sostenimiento de la hegemonía de los intereses anglosajones y que son ajenas a la defensa de los intereses españoles.
Acaso merece la pena que se sigan perdiendo vidas españolas en el Líbano, en Bosnia o en Irak, en conflictos que nada tienen que ver con los intereses de España y defendiendo los intereses de quienes se muestran como orgullosos usurpadores del peñón gaditano. España debe tener muy claro quiénes son sus aliados y quienes dicen ser sus aliados, pero la perjudican constantemente y conscientemente. La recuperación de Gibraltar es el punto de partida para la reconstrucción de una España fuerte y orgullosa de sí misma. Gibraltar es una bendición de Dios en términos de geopolítica, ya que permite el control del acceso al mar mediterráneo en su conjunción con el océano atlántico. Esta bendición que los británicos no han recibido, si han logrado remediarla a través del uso de la fuerza y la instalación de bases británicas. Las bases en el mediterráneo occidental (Gibraltar), mediterráneo central (Malta) y mediterráneo oriental (Chipre) dan a las fuerzas armadas británicas una superioridad evidente a lo que con el control de las aguas y el aire se refiere. Los estados ribereños difícilmente pueden contrarrestar el poderío anglosajón, mientras estas bases continúen existiendo.
Para enfrentar al poderío británico en el plano internacional de forma eficaz , es imprescindible buscar la unidad de acción con los pueblos hispánicos y también con otros pueblos que tienen sus disputas con el Reino Unido. La cuestión de Gibraltar no puede ser estudiada de forma individual, sin tener en cuenta la situación de Malvinas, de Belice, de Guantánamo, del Esequibo, de Guam y de tantos otros territorios arrebatados por los anglosajones. España tiene la necesidad de tejer un entramado de relaciones con estas naciones para presionar al Reino Unido y sus aliados de forma conjunta y coordinada. El contexto internacional actual caracterizado por una multipolaridad acentuada y por un declive en el dominio anglosajón, puede ser una oportunidad para que España revise sus alianzas con la defensa de sus intereses permanentes como único objetivo. Y en este aspecto no debemos de olvidar que los Estados Unidos de América, la principal potencia económica, militar y tecnológica del mundo, siempre será un estrecho e incondicional aliado de Londres.
La recuperación de Gibraltar se antoja muy difícil en caso de que no se obtenga la tan ansiada unidad de acción con los pueblos hispánicos y con los pueblos que se encuentran en situaciones similares (Como nuestros hermanos católicos en Irlanda que buscan la unidad de la isla y la retirada de las fuerzas británicas de ocupación o nuestros hermanos serbios que buscan la recuperación de la provincia de Kosovo y Metohija arrebatada del solar común con la ayuda de la OTAN). No se puede repetir una situación como la del otoño austral de 1982, cuando la Argentina realizó una heroica gesta católica e hispánica en el Atlántico Sur y solo recibió una tímida ayuda de un puñado de países, además de recibir una puñalada por la espalda de Washington y sus aliados en la región, que prefirieron los capitales anglosajones al calor fraternal de la unidad hispánica. Mientras los combatientes argentinos demostraban la hispanidad de su sangre atacando a la Royal Navy en medio del Atlántico Sur, resistiendo en cada elevación en la Isla Soledad, o hundiéndose para siempre en las frías aguas australes, el gobierno español negociaba la entrada en la OTAN y la apertura de la verja ( es justo y necesario recordar que Fuerza Nueva y Falange apoyaron desde un principio a la Argentina de forma incondicional y organizaron algunas manifestaciones de apoyo en ciudades españolas) , mientras que el gobierno anglófilo de Pinochet colaboraba con los fuerzas británicas y hacía crecer la hipótesis de una escalada del conflicto, haciendo que las mejores compañías de montaña del ejército argentino mantuvieran sus posiciones en la frontera andina y no pudieran ser trasladadas a las islas, lo que conllevo el envio de tropas de otras zonas que no estaban entrenadas para combatir en el frío austral.
Más allá de los planteamientos técnicos e ideológicos elaborados en los párrafos anteriores, lo más importante es tener claro porque Gibraltar es español y porque es imperioso reincorporarlo al solar común de la forma más rápida posible. Porque una postura sin doctrina es como un cuerpo sin alma. Gibraltar es español por motivos históricos, geográficos y relacionados con el desarrollo del derecho internacional. Desde su incorporación a la Corona de Castilla en 1462, el peñón formó parte de España hasta la ocupación del mismo por parte de una escuadra angloholandesa durante la Guerra de la Sucesión y la posterior firma del Tratado de Utrecht, en el cual España cedió parte del territorio de Gibraltar al Reino Unido (No su totalidad).
Mucho se ha escrito sobre las diferentes interpretaciones que se le dan a este tratado, y no es mi intención ahondar en el tema. Pero es necesario reivindicar que han sido los britanicos los primeros en violar lo establecido en el tratado y utilizarlo a su antojo y de forma parcial dependiendo de sus necesidades. En la actualidad el tratado continúa siendo violado por los británicos, que lo utilizan para impedir cualquier salida negociada de la cuestión. La construcción del aeropuerto sobre tierras ganadas al mar ( las aguas territoriales no fueron cedidas en el tratado), la contaminación de la bahía de algeciras, la conversión de Gibraltar en un paraíso fiscal y centro de compañías de apuestas en línea, son algunas de las cuestiones ocultadas por los británicos y que hacen un daño enorme a España. Gibraltar también es español porque la población autóctona era española y fue desplazada forzosamente en el siglo XVIII lo que se saldó en la refundación de la ciudad de San Roque para dar cobijo a quienes habían sido expulsados de Gibraltar. Este es uno de los motivos por el cual el supuesto derecho de autodeterminación del cual gozan los gibraltareños según los británicos no tiene validez ya que el derecho a la autodeterminación de los pueblos sólo rige para los pueblos con particularidades propias y las poblaciones autóctonas. Y los gibraltareños no constituyen un pueblo, ni tampoco son la población autóctona. Son simples ciudadanos británicos que habitan en la última colonia de Europa. Y la condición de última colonia de Europa, no es una invención mía sino fue la Asamblea General de las Naciones Unidas en sus respectivas resoluciones denomina a Gibraltar como un territorio no autónomo a descolonizar.
Las autoridades británicas han fomentado el diálogo tripartito en las últimas décadas con la intención de desviar el foco de atención de la cuestión principal de la soberanía, y pasar a discutir acerca de lo apropiado o no de la inclusión de las autoridades locales sabiendo de la negativa a permitirlo por parte de los españoles. España no debe seguir perdiendo el tiempo en este formato de negociaciones que nada bueno traerán. Debe exigir que cualquier decisión sobre la cuestión de Gibraltar sea producto del marco bilateral y siempre estando la cuestión de la soberanía como eje principal.
La estrategia utilizada por España debe también perseguir una mejora de la relación con los habitantes del peñón, un acercamiento con España, que los aleje de las posturas más radicales que los británicos buscan imponer entre ellos. Las autoridades españolas deben expresar sin reservas, el hecho de que los ciudadanos de Gibraltar en la actualidad son ciudadanos británicos de segunda y siempre lo han sido. No es casualidad, que la obtención de la plena ciudadanía británica para los residentes en Gibraltar y su designación como territorio de ultramar haya llegado luego de la gesta argentina en Malvinas, y ante el temor de Londres por perder sus últimas colonias. La diplomacia española también debe expresar de forma constante que los ciudadanos de Gibraltar votaron mayoritariamente para permanecer en la unión europea y su voz no fue escuchada por Londres.
Como he mencionado anteriormente la situación actual no puede sostenerse en el tiempo por los graves perjuicios que conlleva la situación del peñón para España en su conjunto y para el Campo de Gibraltar y las zonas aledañas en particular. La naturaleza del peñón como centro logístico, financiero y turístico trae grandes problemas para los intereses españoles. Gibraltar se ha convertido en un nido protegido desde donde se defrauda al tesoro nacional a través de las denominadas sociedades off shore y de un régimen tributario especial, se fomenta el contrabando en detrimento de la producción industrial española, se han perjudica los intereses del sector pesquero haciendo la vida imposible a los pescadores gaditanos, se fomenta el avance de la ludopatía a través de las empresas de juego en línea allí radicadas y se compite de forma desleal con otros destinos turísticos desde el aeropuerto y hoteles construidos sobre terrenos no cedidos en el tratado de Utrecht.
Es necesario tomar medidas de forma inmediata para solventar este agravio a la patria común de todos los españoles. No puede existir una buena sintonía con Londres mientras el tema de la soberanía no sea considerado de forma seria. De nada sirve llenarse la boca hablando del uso conjunto del aeropuerto si esto sirve para perpetuar el control británico del peñón. Las relaciones bilaterales política y comerciales deben ser enfriadas para obligar a las autoridades británicas a negociar. La verja debe ser cerrada de forma indefinida y las comunicaciones deben ser cortadas. A los miles de ciudadanos españoles que cruzan todos los días a trabajar se los compensará, con los millones de euros que serán recuperados por las arcas españolas una vez que los británicos asentados en Gibraltar dejen de beneficiarse a costa de los españoles. España debe plantearse la negativa a participar en maniobras conjuntas con sus aliados de la OTAN, si estos continúan siendo cómplices de la usurpación del peñón. Lo mismo debería plantearse ante la UE y obligarles a posicionarse con sus aliados españoles o con quienes han abandonado el proyecto europeo en detrimento de los intereses comunes.
La recuperación de Gibraltar necesita de un gran compromiso político y una voluntad por parte de todo el pueblo español para defender lo que nos pertenece. Mi enhorabuena a quienes utilizando la popularidad que el fútbol otorga han vuelto a gritar bien alto que GIBRALTAR ES ESPAÑOL. Espero que el futuro nos encuentre unidos sin miedo a nada y nadie, y exigiendo recuperar lo que por justicia nos pertenece. Para que la recuperación del peñón deje de representar una utopía o un sueño trasnochado y se convierta en una realidad tangible.
« la situación del Peñón de Gibraltar es una herida profunda en el sentir nacional, porque constituye un trozo del patrimonio común de todos los españoles que nos fue arrebatado hace siglos, y que continúa hallándose bajo el control de un supuesto aliado que no hace más que imposibilitar el ejercicio de soberanía por parte de España, sobre la totalidad de su territorio »
La obtención de la Eurocopa por parte de la selección española de fútbol, un éxito más en una era marcada por un sinfín de éxitos deportivos que tienen como protagonistas a deportistas españoles, ha dejado como todo evento trascendente una serie de reflexiones y enseñanzas. Algunas lecciones pueden obtenerse del propio éxito deportivo, mientras que otras derivan de las celebraciones. Celebraciones que se convirtieron en verdaderas expresiones de la voluntad popular y del deseo de dejar a un lado las diferencias existentes, y celebrar de forma conjunta de un éxito que pertenece a todos los españoles.
Y no resulta una simple coincidencia que hayan sido varios los jugadores que, en este contexto de alegría, hayan coreado el célebre cántico aludiendo a la españolidad del peñón. Esta iniciativa tomada por parte del equipo y respaldada por el público presente, es una señal de un suave despertar de la conciencia nacional. Y esto es motivo de orgullo y no de repulsa como algunos nos quieren hacer creer. Que el pueblo español comience a recuperar su conciencia nacional es una gran noticia, y que este renacer sea impulsado por los jugadores de la selección utilizando la popularidad que el deporte rey otorga, también lo es.
Durante décadas se ha buscado enajenar a los jugadores de fútbol de su condición humana y vaciarlos de cualquier tipo de sentimiento político e ideológico para convertirlos en simples máquinas al servicio del gran negocio que el fútbol representa. Pero es hora de que los deportistas recuperen su compromiso político y lo exterioricen, porque el fútbol nació como una expresión popular y debe continuar siéndolo. Retomando la cuestión del cántico, a nadie debería ofender que un español exprese a viva voz sus sentimientos, exclamando a los cuatro vientos que el peñón fue, es y será español. Porque la defensa de lo nuestro debe ser un eje aglutinador para alcanzar la unidad necesaria, a la hora de hacer frente a quienes buscan el debilitamiento extremo de España.
Sin dudas la defensa de la integridad territorial de España es una de las mayores preocupaciones políticas de los españoles, y un pilar fundamental en el devenir de la continuidad histórica de la nación española, sobre la cual tenemos el profundo de orgullo de ser herederos, pero también la enorme responsabilidad de preservarla y hacerla indeleble le al paso de los nuevos tiempos, que se antojan difíciles. Y en esta magna tarea es imprescindible abordar no solo las problemáticas relacionadas con la conservación de lo que nos corresponde, sino también la recuperación de lo que nos fue arrebatado.
Y en este aspecto la situación del Peñón de Gibraltar es una herida profunda en el sentir nacional, porque constituye un trozo del patrimonio común de todos los españoles que nos fue arrebatado hace siglos, y que continúa hallándose bajo el control de un supuesto aliado que no hace más que imposibilitar el ejercicio de soberanía por parte de España, sobre la totalidad de su territorio. Además de perjudicar permanentemente los intereses españoles con especial implicancia en la cuestión del malogrado desarrollo económico del Campo de Gibraltar y zonas aledañas producto de la competencia desleal e ilegal por parte de las autoridades británicas con sede en el peñón. Esta herida clavada en el alma de los españoles fue descrita con gran exactitud y sentimentalidad por el filósofo Vázquez de Mella durante un discurso a comienzos del siglo pasado: «las olas mismas del Estrecho, chocando en el acantilado de la costa, nos están diciendo todos los días: aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, la llave; aquí está vuestra grandeza»
A la hora de establecer la hoja de ruta para lograr que la rojigualda vuelva a ondear sobre el irredento peñón, las lecciones de la historia nos han enseñado a cómo tratar temas de este calibre, con los británicos. El Reino Unido nunca ha entregado ningún territorio sin ser forzado a hacerlo, y el caso de Gibraltar no va a constituir una excepción. Las autoridades españolas deben forzar una situación insostenible, que obligue al gobierno británico a devolver el territorio a sus legítimos dueños. Este fortalecimiento de la postura española debe tener como objetivo primordial el alcanzar un diálogo bilateral serio y creíble con Londres, en el cual la cuestión de la soberanía se sitúe encima de la mesa de negociación. Hasta ahora lo único que han logrado las supuestas buenas intenciones españolas, es fortalecer la posición británica con el paso del tiempo y adormecer la cuestión en el pensamiento colectivo del pueblo español.
Una vez más es necesario reiterar que los británicos deben ser forzados a negociar en igualdad de condiciones. El abanico de posibles medidas a adoptar no necesariamente debe incluir una amenaza o intervención militar (Sin olvidar que Deng Xiaoping amenazó a Thatcher con la utilización de la violencia si esta no devolvía Hong Kong a China), sino que también puede llevarse a cabo a través de presiones económicas y políticas. Y la primera de las medidas a adoptar debe ser una revisión de las relaciones bilaterales con el Reino Unido y la presencia española en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. El General Franco decía que Gibraltar no valía la vida de ni un solo soldado español, pero más interesante que esta reflexión de Franco, es la respuesta dada por Blas Piñar ante esta expresión. Piñar decía que en caso de dar por válida esta asunción, tampoco valdría la pena la pérdida de ningún soldado español en misiones que tienen como objetivo el sostenimiento de la hegemonía de los intereses anglosajones y que son ajenas a la defensa de los intereses españoles.
Acaso merece la pena que se sigan perdiendo vidas españolas en el Líbano, en Bosnia o en Irak, en conflictos que nada tienen que ver con los intereses de España y defendiendo los intereses de quienes se muestran como orgullosos usurpadores del peñón gaditano. España debe tener muy claro quiénes son sus aliados y quienes dicen ser sus aliados, pero la perjudican constantemente y conscientemente. La recuperación de Gibraltar es el punto de partida para la reconstrucción de una España fuerte y orgullosa de sí misma. Gibraltar es una bendición de Dios en términos de geopolítica, ya que permite el control del acceso al mar mediterráneo en su conjunción con el océano atlántico. Esta bendición que los británicos no han recibido, si han logrado remediarla a través del uso de la fuerza y la instalación de bases británicas. Las bases en el mediterráneo occidental (Gibraltar), mediterráneo central (Malta) y mediterráneo oriental (Chipre) dan a las fuerzas armadas británicas una superioridad evidente a lo que con el control de las aguas y el aire se refiere. Los estados ribereños difícilmente pueden contrarrestar el poderío anglosajón, mientras estas bases continúen existiendo.
Para enfrentar al poderío británico en el plano internacional de forma eficaz , es imprescindible buscar la unidad de acción con los pueblos hispánicos y también con otros pueblos que tienen sus disputas con el Reino Unido. La cuestión de Gibraltar no puede ser estudiada de forma individual, sin tener en cuenta la situación de Malvinas, de Belice, de Guantánamo, del Esequibo, de Guam y de tantos otros territorios arrebatados por los anglosajones. España tiene la necesidad de tejer un entramado de relaciones con estas naciones para presionar al Reino Unido y sus aliados de forma conjunta y coordinada. El contexto internacional actual caracterizado por una multipolaridad acentuada y por un declive en el dominio anglosajón, puede ser una oportunidad para que España revise sus alianzas con la defensa de sus intereses permanentes como único objetivo. Y en este aspecto no debemos de olvidar que los Estados Unidos de América, la principal potencia económica, militar y tecnológica del mundo, siempre será un estrecho e incondicional aliado de Londres.
La recuperación de Gibraltar se antoja muy difícil en caso de que no se obtenga la tan ansiada unidad de acción con los pueblos hispánicos y con los pueblos que se encuentran en situaciones similares (Como nuestros hermanos católicos en Irlanda que buscan la unidad de la isla y la retirada de las fuerzas británicas de ocupación o nuestros hermanos serbios que buscan la recuperación de la provincia de Kosovo y Metohija arrebatada del solar común con la ayuda de la OTAN). No se puede repetir una situación como la del otoño austral de 1982, cuando la Argentina realizó una heroica gesta católica e hispánica en el Atlántico Sur y solo recibió una tímida ayuda de un puñado de países, además de recibir una puñalada por la espalda de Washington y sus aliados en la región, que prefirieron los capitales anglosajones al calor fraternal de la unidad hispánica. Mientras los combatientes argentinos demostraban la hispanidad de su sangre atacando a la Royal Navy en medio del Atlántico Sur, resistiendo en cada elevación en la Isla Soledad, o hundiéndose para siempre en las frías aguas australes, el gobierno español negociaba la entrada en la OTAN y la apertura de la verja ( es justo y necesario recordar que Fuerza Nueva y Falange apoyaron desde un principio a la Argentina de forma incondicional y organizaron algunas manifestaciones de apoyo en ciudades españolas) , mientras que el gobierno anglófilo de Pinochet colaboraba con los fuerzas británicas y hacía crecer la hipótesis de una escalada del conflicto, haciendo que las mejores compañías de montaña del ejército argentino mantuvieran sus posiciones en la frontera andina y no pudieran ser trasladadas a las islas, lo que conllevo el envio de tropas de otras zonas que no estaban entrenadas para combatir en el frío austral.
Más allá de los planteamientos técnicos e ideológicos elaborados en los párrafos anteriores, lo más importante es tener claro porque Gibraltar es español y porque es imperioso reincorporarlo al solar común de la forma más rápida posible. Porque una postura sin doctrina es como un cuerpo sin alma. Gibraltar es español por motivos históricos, geográficos y relacionados con el desarrollo del derecho internacional. Desde su incorporación a la Corona de Castilla en 1462, el peñón formó parte de España hasta la ocupación del mismo por parte de una escuadra angloholandesa durante la Guerra de la Sucesión y la posterior firma del Tratado de Utrecht, en el cual España cedió parte del territorio de Gibraltar al Reino Unido (No su totalidad).
Mucho se ha escrito sobre las diferentes interpretaciones que se le dan a este tratado, y no es mi intención ahondar en el tema. Pero es necesario reivindicar que han sido los britanicos los primeros en violar lo establecido en el tratado y utilizarlo a su antojo y de forma parcial dependiendo de sus necesidades. En la actualidad el tratado continúa siendo violado por los británicos, que lo utilizan para impedir cualquier salida negociada de la cuestión. La construcción del aeropuerto sobre tierras ganadas al mar ( las aguas territoriales no fueron cedidas en el tratado), la contaminación de la bahía de algeciras, la conversión de Gibraltar en un paraíso fiscal y centro de compañías de apuestas en línea, son algunas de las cuestiones ocultadas por los británicos y que hacen un daño enorme a España. Gibraltar también es español porque la población autóctona era española y fue desplazada forzosamente en el siglo XVIII lo que se saldó en la refundación de la ciudad de San Roque para dar cobijo a quienes habían sido expulsados de Gibraltar. Este es uno de los motivos por el cual el supuesto derecho de autodeterminación del cual gozan los gibraltareños según los británicos no tiene validez ya que el derecho a la autodeterminación de los pueblos sólo rige para los pueblos con particularidades propias y las poblaciones autóctonas. Y los gibraltareños no constituyen un pueblo, ni tampoco son la población autóctona. Son simples ciudadanos británicos que habitan en la última colonia de Europa. Y la condición de última colonia de Europa, no es una invención mía sino fue la Asamblea General de las Naciones Unidas en sus respectivas resoluciones denomina a Gibraltar como un territorio no autónomo a descolonizar.
Las autoridades británicas han fomentado el diálogo tripartito en las últimas décadas con la intención de desviar el foco de atención de la cuestión principal de la soberanía, y pasar a discutir acerca de lo apropiado o no de la inclusión de las autoridades locales sabiendo de la negativa a permitirlo por parte de los españoles. España no debe seguir perdiendo el tiempo en este formato de negociaciones que nada bueno traerán. Debe exigir que cualquier decisión sobre la cuestión de Gibraltar sea producto del marco bilateral y siempre estando la cuestión de la soberanía como eje principal.
La estrategia utilizada por España debe también perseguir una mejora de la relación con los habitantes del peñón, un acercamiento con España, que los aleje de las posturas más radicales que los británicos buscan imponer entre ellos. Las autoridades españolas deben expresar sin reservas, el hecho de que los ciudadanos de Gibraltar en la actualidad son ciudadanos británicos de segunda y siempre lo han sido. No es casualidad, que la obtención de la plena ciudadanía británica para los residentes en Gibraltar y su designación como territorio de ultramar haya llegado luego de la gesta argentina en Malvinas, y ante el temor de Londres por perder sus últimas colonias. La diplomacia española también debe expresar de forma constante que los ciudadanos de Gibraltar votaron mayoritariamente para permanecer en la unión europea y su voz no fue escuchada por Londres.
Como he mencionado anteriormente la situación actual no puede sostenerse en el tiempo por los graves perjuicios que conlleva la situación del peñón para España en su conjunto y para el Campo de Gibraltar y las zonas aledañas en particular. La naturaleza del peñón como centro logístico, financiero y turístico trae grandes problemas para los intereses españoles. Gibraltar se ha convertido en un nido protegido desde donde se defrauda al tesoro nacional a través de las denominadas sociedades off shore y de un régimen tributario especial, se fomenta el contrabando en detrimento de la producción industrial española, se han perjudica los intereses del sector pesquero haciendo la vida imposible a los pescadores gaditanos, se fomenta el avance de la ludopatía a través de las empresas de juego en línea allí radicadas y se compite de forma desleal con otros destinos turísticos desde el aeropuerto y hoteles construidos sobre terrenos no cedidos en el tratado de Utrecht.
Es necesario tomar medidas de forma inmediata para solventar este agravio a la patria común de todos los españoles. No puede existir una buena sintonía con Londres mientras el tema de la soberanía no sea considerado de forma seria. De nada sirve llenarse la boca hablando del uso conjunto del aeropuerto si esto sirve para perpetuar el control británico del peñón. Las relaciones bilaterales política y comerciales deben ser enfriadas para obligar a las autoridades británicas a negociar. La verja debe ser cerrada de forma indefinida y las comunicaciones deben ser cortadas. A los miles de ciudadanos españoles que cruzan todos los días a trabajar se los compensará, con los millones de euros que serán recuperados por las arcas españolas una vez que los británicos asentados en Gibraltar dejen de beneficiarse a costa de los españoles. España debe plantearse la negativa a participar en maniobras conjuntas con sus aliados de la OTAN, si estos continúan siendo cómplices de la usurpación del peñón. Lo mismo debería plantearse ante la UE y obligarles a posicionarse con sus aliados españoles o con quienes han abandonado el proyecto europeo en detrimento de los intereses comunes.
La recuperación de Gibraltar necesita de un gran compromiso político y una voluntad por parte de todo el pueblo español para defender lo que nos pertenece. Mi enhorabuena a quienes utilizando la popularidad que el fútbol otorga han vuelto a gritar bien alto que GIBRALTAR ES ESPAÑOL. Espero que el futuro nos encuentre unidos sin miedo a nada y nadie, y exigiendo recuperar lo que por justicia nos pertenece. Para que la recuperación del peñón deje de representar una utopía o un sueño trasnochado y se convierta en una realidad tangible.