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De Ankara a Damasco y de Jerusalén a Riad: Una serie de acuerdos estratégicos para dotar de estabilidad a una región al borde de un conflicto de consecuencias impredecibles
El transcurso de los últimos acontecimientos geopolíticos en el Cercano Oriente, han sumergido a la región en una situación de extrema volatilidad e incertidumbre. Un conflicto regional, de consecuencias drásticas e impredecibles, podría estallar en cualquier momento, producto de una escalada intencionada perpetrada por alguno de los actores involucrados, o de algún error de cálculo. Un escenario que resulta factible en situaciones tan tensas como esta, donde los limites no están bien definidos
Hablar de inestabilidad y conflictos, no resulta una novedad, en una región que desde hace décadas ha sido el foco de todo tipo de guerras y conflictos de alta y baja intensidad. El complejo entramado étnico, tribal, religioso y político existente, la convierte en una de las áreas más inestables y conflictivas del mundo. Estas disputas sostenidas entre los distintos estados y actores no estales, derivan de la competencia por la hegemonía regional, que a su vez es propulsada por rivalidades históricas y religiosas de larga data.
La naturaleza tribal de muchos de los pueblos que habitan en esta zona geográfica, las divisiones existentes dentro del islam (Siendo el sunismo y el chiismo las dos corrientes mayoritarias), las diferencias culturales entre las naciones árabes y no árabes, la abundancia de hidrocarburos, la posición estratégica como puente entre Europa, África y Asia y la creación del estado de Israel, son tan solo algunas de las raices de las disputas existentes. Sin embargo, a la hora de analizar la coyuntura existente, reviste vital importancia evitar sobredimensionar el aspecto religioso en el plano geopolítico, como también evitar caer en el error de subestimar la importancia de las ansias de poder político en la arena internacional y la búsqueda de la consecución de la hegemonía en la zona, como motores de las disputas.
La tensión acumulada entre los distintos actores a lo largo de las décadas las rivalidades históricas y las cuestiones no resueltas, han derivado en un extremadamente frágil equilibrio regional , que puede desencadenar en un conflicto extendido, como consecuencia de una simple escalada descontrolada en cualquiera de los conflictos activos o congelados en esta parte del mundo.
Dentro de este grupo de disputas, el conflicto entre el Estado de Israel y las organizaciones palestinas siempre ha tenido un rol predominante, dada la histórica simpatía de los estados de la región para con la causa palestina. Lo que ha llevado a la internacionalización del conflicto (Aunque en las últimas décadas un número significativo de estados árabes han normalizado sus relaciones con Israel, y algunos hasta cooperan con las Fuerzas de Defensa de Israel en cuestiones de seguridad).
Con respecto al conflicto palestino-israelí, el infame ataque perpetrado por la organización terrorista Hamas el pasado 7 de octubre contra el Estado de Israel, que se saldó con más de un millar de víctimas mortales y el cautiverio en la Franja de Gazas más de doscientos israelíes, constituye un claro ejemplo de uno de esos eventos inesperados que incrementan la posibilidad de alcanzar un conflicto de carácter regional.
El cobarde acto terrorista, ha abierto un nuevo capítulo en el conflicto sostenido entre Israel y la organización terrorista que controla la Franja de Gaza desde hace más de quince años. Esta deplorable acción y la consecuente y acertada respuesta israelí han provocado un recrudecimiento de la inestabilidad y la aparición de nuevos focos de conflicto, en una región convulsa donde se están librando desde hace años disputas de todo tipo de intensidad, desde la guerra civil en Siria y Yemen hasta la lucha indirecta por la hegemonía regional entre las principales potencias chiitas y sunitas.
En un contexto regional tan fragmentado, el desarrollo del conflicto entre Israel y Hamas no responde solamente a la propia lógica de la disputa por el control del territorio en el enclave mediterráneo, y a la voluntad de Hamas de destruir el estado de Israel, sino que los movimientos de este grupo terrorista y sus milicias aliadas también responden al devenir de la política regional y a la membresía de Hamas como parte del autodenominado Eje de Resistencia. El autodenominado Eje de Resistencia está constituido por un grupo de bandas terroristas financiadas y dirigidas por Irán, que buscan imponer sus ideas autoritarias en toda la región (Desde Hizbolah en el Líbano, pasando por Hamas en la Franja de Gaza y Cisjordania, los Hutíes en Yemen y otras milicias afines en Irak y Siria).
La naturaleza internacional del ataque del 7 de octubre radica en el hecho de que uno de los objetivos del accionar criminal de Hamas, era dinamitar el proceso de acercamiento entre Jerusalén y Riad, que tiene objetivo la normalización de las relaciones entre ambos estados. Una normalización, que por cierto debilitaría el poder de influencia de la República Islámica de Irán y sus organizaciones afines en la región.
Desde hace años la diplomacia estadounidense ha estado trabajando para lograr la normalización de las relaciones entre saudíes e israelíes, dos de sus principales aliados en la región. Y estos esfuerzos deben continuar a pesar las dificultades, porque de lo contrario constituiría un acto de rendición frente a las tácticas terroristas utilizadas por quienes desean la destrucción del estado de Israel y consideran enemigos a todos aquellos que se enfrenten a su cosmovisión.
Como se podrá observar en los distintos apartados del artículo, el objetivo de este no radica en la explicación de los últimos acontecimientos derivados del conflicto palestino-israelí, sino en un análisis amplio e integral de la situación a nivel regional. Sin embargo, resulta de vital importancia mencionar la reacción de Israel frente al ataque sufrido y sus repercusiones en el tablero geopolítico.
Desde un primer momento el gobierno israelí presidido por el primer ministro Benjamin Netanyahu, ha establecido como objetivos prioritarios la destrucción total de Hamas, la vuelta de los rehenes y la construcción de un futuro para la Franja de Gaza donde Hamas no ejerza ningún tipo de poder o influencia. Esta serie de objetivos ambiciosos y poco específicos, han derivado en la entrada de las Fuerzas de Defensa de Israel en Gaza y en el recrudecimiento de los combates contra Hamas y las demás milicias palestinas. Los bombardeos y ataques aéreos israelíes en la franja se han saldado con miles de muertos, de los cuales es difícil obtener información con respecto a la condición de combatientes o de civiles de las víctimas. Sin dudas los gazaties están viviendo una catástrofe humanitaria y de toda índole, siendo las evacuaciones, la falta de atención sanitaria y la escasez de servicios básicos, una dinámica constante que impide el normal desarrollo de sus vidas.
Pero a la hora de denunciar esta catástrofe, es importante entender quiénes son los verdaderos culpables y responsable de la situación. Desde mi punto de vista, Hamas y su dirigencia han provocado este desastre con sus continuos ataques y provocación contra el Estado de Israel y su población. Durante sus largos años en el poder, los ahora dirigidos por Sinwar han priorizado su obsesión por destruir al estado judío por sobre el desarrollo de Gaza y el bienestar de su población.
Israel no solamente tiene el derecho a defenderse de la agresión sufrida, sino que también tiene derecho a desmantelar todas las estructuras de Hamas y a ocupar militarmente la Franja de Gaza, para garantizar la seguridad de su población. Pero el gobierno de Netanyahu no podra alcanzar sus objetivos, ni garantizar su seguridad nacional sin lograr una serie de acuerdos a nivel regional, para debilitar al autodenominado Eje de Resistencia liderado por la República Islámica de Irán. Las mismas medidas deben ser adoptadas contra Hizbolah en la frontera norte, si los continuos ataques diarios perpetrados por parte de la milicia libanesa persisten en el tiempo. Israel no puede sostener de forma indefinida la evacuación de más de ochenta mil de sus ciudadanos que habitan en el área adyacente a la frontera libanesa, ni tampoco puede reducir su actividad económica por culpa de los cohetes y misiles lanzados desde el otro lado de la frontera.
En cuanto a la política exterior, Washington y Jerusalén deben priorizar el desarrollo de una serie de acuerdos estratégicos entre los estados que comparten su enemistad con Irán y temen por el continuo avance de sus milicias afines. Los históricos acuerdos de Abraham han profundizado el acercamiento de Israel y los estados árabes, desarrollando los lazos comerciales, militares y de cooperación. Pero Israel debe ir aún más allá y liderar junto a otros estados, la construcción de un Cercano Oriente caracterizado por estados fuertes que garanticen la estabilidad, la prosperidad económica, la lucha contra el terrorismo y el debilitamiento de las ansias expansionistas de Teherán.
El ataque directo perpetrado por Irán contra ciudades israelíes el pasado 13 de abril, puso de manifiesto la importancia de la colaboración interestatal para hacer frente a estos desafíos. Los misiles y drones iranies fueron interceptados tanto por las propias defensas israelíes como por sus aliados estadounidenses, británicos y franceses a través de sus fuerzas desplegados en la región.
Pero lo más interesante de este episodio, fue el rol desempeñado por Jordania. Muchos de los drones y misiles fueron interceptados sobre el espacio aéreo jordano, constituyendo otro ejemplo de la estrecha colaboración entre Amman y Jerusalén. Las autoridades jordanas hicieron público que cualquier estado extranjero que utilice su espacio aéreo sin su consentimiento sufrirá represalia de sus fuerzas armadas, en clara referencia al régimen de los Ayatolas. El hecho de que un estado como Jordania que en el pasado ha atacado territorio israelí y se declaraba como enérgico enemigo del pueblo judío haya colaborado en la defensa de Israel, evidente el progreso realizado por la diplomacia israelí y la voluntad de muchos estados árabes de normalizar y profundizar sus lazos con Jerusalén.
A la hora de lograr la tan necesaria estabilidad regional, es imprescindible resolver una serie de cuestiones que son el foco de las tensiones y disputas. Sin dudas es necesario recomponer el orden en Siria, para combatir de forma eficaz a los grupos subestatales que se hicieron con el poder en algunas zonas durante el conflicto y permitir el regreso de millones de refugiados que huyeron producto de la cruenta guerra civil. El gobierno de Al Assad se ha mantenido en el poder gracias al apoyo brindado por Rusia e Irán, pero también por la fragmentación y divisiones existentes entre las diferentes facciones de la oposición (Apoyadas por estados extranjeros EE. UU, Turquía etc.)
En los últimos meses han existido diversos intentos de reconciliación con el régimen de Al Assad por parte de algunos actores de la región. Un estado fuerte en Siria ayudaría considerablemente a la lucha contra el Estado Islámico, Hizbolah y otras milicias que se han beneficiado del vacío de poder existente. En la estabilización de la situación en Siria, Turquía e Israel pueden jugar un papel muy importante. Turquía ha iniciado un tibio acercamiento, tras la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Ankara y Damasco con el inicio de la guerra civil siria en el año 2011 y el apoyo por parte del gobierno de Erdogan a las fuerzas de la oposición. Erdogan busca con este acercamiento aislar a las milicias kurdas presentes en el noreste sirio y que tienen estrecha relación con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) , al otro lado de la frontera que constituye una amenaza para la integridad territorial de Turquía y un foco de inestabilidad. Además, el gobierno turco buscara repatriar a los millones refugiados sirios residentes en Turquía y cuyos problemas a la hora de integrarse han generado un profundo descontento social.
Por su parte el gobierno sirio busca un compromiso de no intervención por parte de Ankara y el retiro de las fuerzas turcas de su territorio. La lucha contra las milicias kurdas es un punto en común que tienen ambos gobiernos, además de la necesidad que tiene Damasco mejorar su delicada situación económica a través del resurgimiento del comercio con una potencia económica regional, como lo es Turquía. Israel a pesar de no haber intervenido directamente en la guerra civil siria, también se beneficiaria de la estabilidad en Siria, ya que el caos de la guerra civil ha extendido el poder de Hizbolah y de la Guardia Revolucionaria de Irán como aliados del gobierno de Assad, que no solo extendieron su poder en Siria, sino también en el Líbano provocando el incremento de la tensión en la frontera norte de Israel.
El Líbano es otro estado que necesita de una estabilidad que le permitir salir de las graves crisis económica y social existente, y permite la consolidación de un estado fuerte que permita reducir el poder de Hizbolah en el país. Si el Líbano continua con este rumbo y el estado no puede ejercer un control eficaz sobre el territorio, Israel no tendrá otra opción que volver a invadir la parte sur del país, para garantizar la seguridad de su población en el norte del estado judío y establecer una zona de seguridad que permita la eliminación de la presencia amenazadora de Hizbolah.
A diferencia del Líbano y Siria, Jordania es un exitoso ejemplo de estabilidad y de convivencia. En los últimos años ha desarrollado estrechos lazos con Israel y sus aliados, con la lucha contra el Estado Islámico como protagonista. Amman debe desempeñar un rol crucial en el tejido de alianzas que permita la estabilidad, la paz y el crecimiento económico de la región.
Y si hablamos de estabilidad, Arabia Saudí como potencia sunní, segunda mayor productora de petróleo del mundo y custodio de los principales lugares sagrados del islam, desempeña un rol de liderazgo entre los países de la región. Su ostentosa situación económica y sus crecientes inversiones han incrementado la influencia saudi en el mundo y se ha erigido como un actor relevante. Su inminente incorporacion en los BRICS, evidencia una mayor integración de la monarquía de la península arábica en la arena internacional, pero también su voluntad de reconfigurar el actual balance de poder en el tablero geopolítico. El gobierno liderado por el Príncipe heredero Bin Salman ha buscado un acercamiento con Israel a sabiendas de las posibilidades de crecimiento económico y comercial, además de las intenciones de ambos estados de reducir la influencia de Irán y sus aliados. Es importante recordar que las milicias Hutíes de Yemen (aliadas de Irán) han atacado en reiteradas ocasiones las instalaciones petroleras saudíes y han provocado enormes pérdidas económicas. Riad busca a través de la normalización de relaciones con Israel obtener de partde de Washington un acuerdo de seguridad similar al que tiene la OTAN con países como Japón o Australia, para sentirse protegido de las amenazas existentes. Además, Riad también busca, obtener ayuda para desarrollar un programa civil de energía nuclear que permita al reino diversificar su producción energética.
Los estados del golfo también son esenciales a la hora de promover la estabilidad regional. A pesar de ser aliado de Estados Unidos y tener una vocación de apertura a occidente, Qatar apoya a diversos grupos insurgentes que buscan la destrucción del Estado de Israel y fomentan el caos en el Cercano Oriente. Un claro ejemplo del rol desempeñado por Doha es la financiación brindada a Hamas y otras milicias palestinas, además de albergar a la dirigencia de Hamas en Qatar. Hasta su reciente asesinato en Teherán, Ismail Haniyeh había vivido cómodamente en la capital catarí, desde donde organizaba la estrategia llevada a cabo por la organización terrorista
Si Qatar quiere desempeñar un rol constructivo, tiene las capacidades económicas, logísticas para hacerlo. De hecho, ha desempeñado un rol determinante junto con El Cairo y Washington, en el actual desarrollo de las negociaciones para alcanzar una tregua entre Israel y Hamas que permita la liberación de los rehenes y la mejora de la situación humanitaria en Gaza. Washington debe dar incentivos tanto a Qatar, como a los Emiratos Árabes Unidos y a los otros estados del golfo, para que contribuyan al desarrollo económico de la región, y a la lucha contra el extremismo islamista. Y también lograr que interrumpan la financiación de las organizaciones terroristas. A nivel económico los países del litoral del Mar Rojo también desempeñan un papel importantísimo en el control del tráfico marítimo y a la hora de proteger a los buques de los ataques que buscan bloquear rutas comerciales y perjudicar el comercio mundial.
El otro gran protagonista a la hora de coordinar las negociaciones entre Hamas y las autoridades israelíes ha sido Egipto. El Cairo se ha erigido como un país dispuesto a cooperar con Israel en muchos aspectos, y lograr acuerdos pragmáticos en diversas aéreas. La voluntad del gobierno egipcio de solucionar el conflicto en Gaza deriva de sus propias preocupaciones de seguridad nacional relacionadas con la situación inestable en la península del Sinaí y el temor a que se produzca un multitudinario éxodo de palestinos a hacia la península provocando un nuevo foco de inestabilidad. El debilitamiento de Hamas pasa por una mayor cooperación entre Israel y Egipto a la hora de gestionar el control del paso de Rafah y lograr que la organización terrorista no puede ingresar armas y otros elementos a través de sus túneles.
Frente a todos estos intentos de incrementar la cooperación interestatal y mejorar las relaciones regionales, Teherán buscará fomentar la discordia y la división entre los estados árabes, Israel y otros países de la región. La elección Masoud Pezeshkian como presidente de la República Islámica no provocara grandes cambios en la política exterior del régimen, ya que este es dirigido por la Guardia Revolucionaria, su fuerza Quds , mientras que el ayatola Ali Jamenei ostenta la última palabra y la toma de las principales decisiones. A la hora de debilitar a Teherán y su programa nuclear, no es suficiente la aplicación de sanciones, sino que se debe proceder a la erradicación de las milicias respaldas por Irán como Hamas, Hizbolah, los Hutíes y otros. Mientras estas milicias continúen actuando, el cercano oriente continuara siendo un foco de violencia e inestabilidad.
Para hacer frente a la amenaza iraní, los estados de la región necesitan de la cooperación de otros estados extranjeros como los EE. UU, el Reino Unido y Francia cuyo importante despliegue de fuerzas permite la disuasión de Irán y sus aliados. En los últimos días los Estados Unidos de América, han desplegado un portaaviones y un submarino balístico de propulsión nuclear para disuadir a Irán de realizar un ataque contra Israel, en represalia por el asesinato de Haniyeh. Sin dudas los estados de la región necesitan del apoyo de estas potencias militares para desarrollar un esquema de seguridad que les permita defenderse de las amenazas existentes, pero estos también deben desarrollar una política conjunta de seguridad y defensa autónoma previendo un futuro en el que los mayores esfuerzos estadounidenses sean destinados a contrarrestar el poder chino el área del Indo-pacifico.
Con respecto a China, el gigante asiático se ha erigido en los últimos años como el mayor socio comercial de los países de la región del Cercano Oriente y ha desembolsado millonarias inversiones a través de la región. Además de organizar un encuentro entre Hamas y las restantes organizaciones palestinas en territorio chino. Estados Unidos e Israel deben convencer a Xi Jinping, de que el aumento de la estabilidad tendrá importantes repercusiones en la seguridad del transporte marítimo, en el abaratamiento de la energía y el crecimiento de las relaciones comerciales con la región, favoreciendo el crecimiento de la economía china y su sector exterior.
Rusia por su parte, a pesar de estar concentrado la mayoría de sus esfuerzos en el conflicto en Ucrania, continuara desempeñando un rol importante en el Cercano Oriente dado el apoyo brindado al régimen de Al Assad y a la relación estratégica sostenida con Irán. Las sanciones impuestas por Occidente a Moscú han provocado un mayor acercamiento del gobierno de Putin con el gobierno iraní para de esta forma sortear el aislamiento internacional. Pese a que a día de hoy dada la situación no resultara una tarea fácil, es necesario alcanzar un acuerdo entre los Estados Unidos y Rusia en Siria, para dar una salida a la situación y centrar los esfuerzos en el combate contra el terrorismo del Estado Islámico y otros grupos.
Como conclusión me gustaría reivindicar la necesidad de un mayor acercamiento entre los estados de la región que tienen un enemigo común (Irán y sus milicias aliadas), y que buscan la estabilidad y el crecimiento económico a largo plazo. Turquía debe normalizar su relación con Siria. Siria debe volver a constituirse como un estado fuerte para poder hacer frente a las amenazas del Estado Islámico y demás grupos insurgentes. Arabia Saudí debe buscar la normalización de las relaciones con Israel. Israel debe buscar fortalecer su integración en la región y proveer de incentivos a sus contrapartes, además de incrementar la cooperación con Jordania y Egipto. Los países del Golfo deben dejar de financiar a organizaciones terroristas que en el futuro se pueden volver en su contra, y por último Estados Unidos y sus aliados deben desarrollar su política exterior en la región en estrecha colaboración con sus aliados regionales y sus respectivos intereses.
Por sobre todas las cosas Israel debe permitir una participación inteligente de los estados árabes y Turquía en la futura reconstrucción de Gaza, con la condición de que Hamas y la Autoridad Palestina sean excluidas del poder . El gobierno de Netanyahu no debe pensar únicamente en obtener una victoria total, sino que deber ir más allá y buscar la consecución de una victoria inteligente, teniendo presente la planificación del día después y la sostenibilidad en el tiempo de los logros alcanzados.
« Israel debe ir aún más allá y liderar junto a otros estados, la construcción de un Cercano Oriente caracterizado por estados fuertes que garanticen la estabilidad, la prosperidad económica, la lucha contra el terrorismo y el debilitamiento de las ansias expansionistas de Teherán »
El transcurso de los últimos acontecimientos geopolíticos en el Cercano Oriente, han sumergido a la región en una situación de extrema volatilidad e incertidumbre. Un conflicto regional, de consecuencias drásticas e impredecibles, podría estallar en cualquier momento, producto de una escalada intencionada perpetrada por alguno de los actores involucrados, o de algún error de cálculo. Un escenario que resulta factible en situaciones tan tensas como esta, donde los limites no están bien definidos
Hablar de inestabilidad y conflictos, no resulta una novedad, en una región que desde hace décadas ha sido el foco de todo tipo de guerras y conflictos de alta y baja intensidad. El complejo entramado étnico, tribal, religioso y político existente, la convierte en una de las áreas más inestables y conflictivas del mundo. Estas disputas sostenidas entre los distintos estados y actores no estales, derivan de la competencia por la hegemonía regional, que a su vez es propulsada por rivalidades históricas y religiosas de larga data.
La naturaleza tribal de muchos de los pueblos que habitan en esta zona geográfica, las divisiones existentes dentro del islam (Siendo el sunismo y el chiismo las dos corrientes mayoritarias), las diferencias culturales entre las naciones árabes y no árabes, la abundancia de hidrocarburos, la posición estratégica como puente entre Europa, África y Asia y la creación del estado de Israel, son tan solo algunas de las raices de las disputas existentes. Sin embargo, a la hora de analizar la coyuntura existente, reviste vital importancia evitar sobredimensionar el aspecto religioso en el plano geopolítico, como también evitar caer en el error de subestimar la importancia de las ansias de poder político en la arena internacional y la búsqueda de la consecución de la hegemonía en la zona, como motores de las disputas.
La tensión acumulada entre los distintos actores a lo largo de las décadas las rivalidades históricas y las cuestiones no resueltas, han derivado en un extremadamente frágil equilibrio regional , que puede desencadenar en un conflicto extendido, como consecuencia de una simple escalada descontrolada en cualquiera de los conflictos activos o congelados en esta parte del mundo.
Dentro de este grupo de disputas, el conflicto entre el Estado de Israel y las organizaciones palestinas siempre ha tenido un rol predominante, dada la histórica simpatía de los estados de la región para con la causa palestina. Lo que ha llevado a la internacionalización del conflicto (Aunque en las últimas décadas un número significativo de estados árabes han normalizado sus relaciones con Israel, y algunos hasta cooperan con las Fuerzas de Defensa de Israel en cuestiones de seguridad).
Con respecto al conflicto palestino-israelí, el infame ataque perpetrado por la organización terrorista Hamas el pasado 7 de octubre contra el Estado de Israel, que se saldó con más de un millar de víctimas mortales y el cautiverio en la Franja de Gazas más de doscientos israelíes, constituye un claro ejemplo de uno de esos eventos inesperados que incrementan la posibilidad de alcanzar un conflicto de carácter regional.
El cobarde acto terrorista, ha abierto un nuevo capítulo en el conflicto sostenido entre Israel y la organización terrorista que controla la Franja de Gaza desde hace más de quince años. Esta deplorable acción y la consecuente y acertada respuesta israelí han provocado un recrudecimiento de la inestabilidad y la aparición de nuevos focos de conflicto, en una región convulsa donde se están librando desde hace años disputas de todo tipo de intensidad, desde la guerra civil en Siria y Yemen hasta la lucha indirecta por la hegemonía regional entre las principales potencias chiitas y sunitas.
En un contexto regional tan fragmentado, el desarrollo del conflicto entre Israel y Hamas no responde solamente a la propia lógica de la disputa por el control del territorio en el enclave mediterráneo, y a la voluntad de Hamas de destruir el estado de Israel, sino que los movimientos de este grupo terrorista y sus milicias aliadas también responden al devenir de la política regional y a la membresía de Hamas como parte del autodenominado Eje de Resistencia. El autodenominado Eje de Resistencia está constituido por un grupo de bandas terroristas financiadas y dirigidas por Irán, que buscan imponer sus ideas autoritarias en toda la región (Desde Hizbolah en el Líbano, pasando por Hamas en la Franja de Gaza y Cisjordania, los Hutíes en Yemen y otras milicias afines en Irak y Siria).
La naturaleza internacional del ataque del 7 de octubre radica en el hecho de que uno de los objetivos del accionar criminal de Hamas, era dinamitar el proceso de acercamiento entre Jerusalén y Riad, que tiene objetivo la normalización de las relaciones entre ambos estados. Una normalización, que por cierto debilitaría el poder de influencia de la República Islámica de Irán y sus organizaciones afines en la región.
Desde hace años la diplomacia estadounidense ha estado trabajando para lograr la normalización de las relaciones entre saudíes e israelíes, dos de sus principales aliados en la región. Y estos esfuerzos deben continuar a pesar las dificultades, porque de lo contrario constituiría un acto de rendición frente a las tácticas terroristas utilizadas por quienes desean la destrucción del estado de Israel y consideran enemigos a todos aquellos que se enfrenten a su cosmovisión.
Como se podrá observar en los distintos apartados del artículo, el objetivo de este no radica en la explicación de los últimos acontecimientos derivados del conflicto palestino-israelí, sino en un análisis amplio e integral de la situación a nivel regional. Sin embargo, resulta de vital importancia mencionar la reacción de Israel frente al ataque sufrido y sus repercusiones en el tablero geopolítico.
Desde un primer momento el gobierno israelí presidido por el primer ministro Benjamin Netanyahu, ha establecido como objetivos prioritarios la destrucción total de Hamas, la vuelta de los rehenes y la construcción de un futuro para la Franja de Gaza donde Hamas no ejerza ningún tipo de poder o influencia. Esta serie de objetivos ambiciosos y poco específicos, han derivado en la entrada de las Fuerzas de Defensa de Israel en Gaza y en el recrudecimiento de los combates contra Hamas y las demás milicias palestinas. Los bombardeos y ataques aéreos israelíes en la franja se han saldado con miles de muertos, de los cuales es difícil obtener información con respecto a la condición de combatientes o de civiles de las víctimas. Sin dudas los gazaties están viviendo una catástrofe humanitaria y de toda índole, siendo las evacuaciones, la falta de atención sanitaria y la escasez de servicios básicos, una dinámica constante que impide el normal desarrollo de sus vidas.
Pero a la hora de denunciar esta catástrofe, es importante entender quiénes son los verdaderos culpables y responsable de la situación. Desde mi punto de vista, Hamas y su dirigencia han provocado este desastre con sus continuos ataques y provocación contra el Estado de Israel y su población. Durante sus largos años en el poder, los ahora dirigidos por Sinwar han priorizado su obsesión por destruir al estado judío por sobre el desarrollo de Gaza y el bienestar de su población.
Israel no solamente tiene el derecho a defenderse de la agresión sufrida, sino que también tiene derecho a desmantelar todas las estructuras de Hamas y a ocupar militarmente la Franja de Gaza, para garantizar la seguridad de su población. Pero el gobierno de Netanyahu no podra alcanzar sus objetivos, ni garantizar su seguridad nacional sin lograr una serie de acuerdos a nivel regional, para debilitar al autodenominado Eje de Resistencia liderado por la República Islámica de Irán. Las mismas medidas deben ser adoptadas contra Hizbolah en la frontera norte, si los continuos ataques diarios perpetrados por parte de la milicia libanesa persisten en el tiempo. Israel no puede sostener de forma indefinida la evacuación de más de ochenta mil de sus ciudadanos que habitan en el área adyacente a la frontera libanesa, ni tampoco puede reducir su actividad económica por culpa de los cohetes y misiles lanzados desde el otro lado de la frontera.
En cuanto a la política exterior, Washington y Jerusalén deben priorizar el desarrollo de una serie de acuerdos estratégicos entre los estados que comparten su enemistad con Irán y temen por el continuo avance de sus milicias afines. Los históricos acuerdos de Abraham han profundizado el acercamiento de Israel y los estados árabes, desarrollando los lazos comerciales, militares y de cooperación. Pero Israel debe ir aún más allá y liderar junto a otros estados, la construcción de un Cercano Oriente caracterizado por estados fuertes que garanticen la estabilidad, la prosperidad económica, la lucha contra el terrorismo y el debilitamiento de las ansias expansionistas de Teherán.
El ataque directo perpetrado por Irán contra ciudades israelíes el pasado 13 de abril, puso de manifiesto la importancia de la colaboración interestatal para hacer frente a estos desafíos. Los misiles y drones iranies fueron interceptados tanto por las propias defensas israelíes como por sus aliados estadounidenses, británicos y franceses a través de sus fuerzas desplegados en la región.
Pero lo más interesante de este episodio, fue el rol desempeñado por Jordania. Muchos de los drones y misiles fueron interceptados sobre el espacio aéreo jordano, constituyendo otro ejemplo de la estrecha colaboración entre Amman y Jerusalén. Las autoridades jordanas hicieron público que cualquier estado extranjero que utilice su espacio aéreo sin su consentimiento sufrirá represalia de sus fuerzas armadas, en clara referencia al régimen de los Ayatolas. El hecho de que un estado como Jordania que en el pasado ha atacado territorio israelí y se declaraba como enérgico enemigo del pueblo judío haya colaborado en la defensa de Israel, evidente el progreso realizado por la diplomacia israelí y la voluntad de muchos estados árabes de normalizar y profundizar sus lazos con Jerusalén.
A la hora de lograr la tan necesaria estabilidad regional, es imprescindible resolver una serie de cuestiones que son el foco de las tensiones y disputas. Sin dudas es necesario recomponer el orden en Siria, para combatir de forma eficaz a los grupos subestatales que se hicieron con el poder en algunas zonas durante el conflicto y permitir el regreso de millones de refugiados que huyeron producto de la cruenta guerra civil. El gobierno de Al Assad se ha mantenido en el poder gracias al apoyo brindado por Rusia e Irán, pero también por la fragmentación y divisiones existentes entre las diferentes facciones de la oposición (Apoyadas por estados extranjeros EE. UU, Turquía etc.)
En los últimos meses han existido diversos intentos de reconciliación con el régimen de Al Assad por parte de algunos actores de la región. Un estado fuerte en Siria ayudaría considerablemente a la lucha contra el Estado Islámico, Hizbolah y otras milicias que se han beneficiado del vacío de poder existente. En la estabilización de la situación en Siria, Turquía e Israel pueden jugar un papel muy importante. Turquía ha iniciado un tibio acercamiento, tras la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Ankara y Damasco con el inicio de la guerra civil siria en el año 2011 y el apoyo por parte del gobierno de Erdogan a las fuerzas de la oposición. Erdogan busca con este acercamiento aislar a las milicias kurdas presentes en el noreste sirio y que tienen estrecha relación con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) , al otro lado de la frontera que constituye una amenaza para la integridad territorial de Turquía y un foco de inestabilidad. Además, el gobierno turco buscara repatriar a los millones refugiados sirios residentes en Turquía y cuyos problemas a la hora de integrarse han generado un profundo descontento social.
Por su parte el gobierno sirio busca un compromiso de no intervención por parte de Ankara y el retiro de las fuerzas turcas de su territorio. La lucha contra las milicias kurdas es un punto en común que tienen ambos gobiernos, además de la necesidad que tiene Damasco mejorar su delicada situación económica a través del resurgimiento del comercio con una potencia económica regional, como lo es Turquía. Israel a pesar de no haber intervenido directamente en la guerra civil siria, también se beneficiaria de la estabilidad en Siria, ya que el caos de la guerra civil ha extendido el poder de Hizbolah y de la Guardia Revolucionaria de Irán como aliados del gobierno de Assad, que no solo extendieron su poder en Siria, sino también en el Líbano provocando el incremento de la tensión en la frontera norte de Israel.
El Líbano es otro estado que necesita de una estabilidad que le permitir salir de las graves crisis económica y social existente, y permite la consolidación de un estado fuerte que permita reducir el poder de Hizbolah en el país. Si el Líbano continua con este rumbo y el estado no puede ejercer un control eficaz sobre el territorio, Israel no tendrá otra opción que volver a invadir la parte sur del país, para garantizar la seguridad de su población en el norte del estado judío y establecer una zona de seguridad que permita la eliminación de la presencia amenazadora de Hizbolah.
A diferencia del Líbano y Siria, Jordania es un exitoso ejemplo de estabilidad y de convivencia. En los últimos años ha desarrollado estrechos lazos con Israel y sus aliados, con la lucha contra el Estado Islámico como protagonista. Amman debe desempeñar un rol crucial en el tejido de alianzas que permita la estabilidad, la paz y el crecimiento económico de la región.
Y si hablamos de estabilidad, Arabia Saudí como potencia sunní, segunda mayor productora de petróleo del mundo y custodio de los principales lugares sagrados del islam, desempeña un rol de liderazgo entre los países de la región. Su ostentosa situación económica y sus crecientes inversiones han incrementado la influencia saudi en el mundo y se ha erigido como un actor relevante. Su inminente incorporacion en los BRICS, evidencia una mayor integración de la monarquía de la península arábica en la arena internacional, pero también su voluntad de reconfigurar el actual balance de poder en el tablero geopolítico. El gobierno liderado por el Príncipe heredero Bin Salman ha buscado un acercamiento con Israel a sabiendas de las posibilidades de crecimiento económico y comercial, además de las intenciones de ambos estados de reducir la influencia de Irán y sus aliados. Es importante recordar que las milicias Hutíes de Yemen (aliadas de Irán) han atacado en reiteradas ocasiones las instalaciones petroleras saudíes y han provocado enormes pérdidas económicas. Riad busca a través de la normalización de relaciones con Israel obtener de partde de Washington un acuerdo de seguridad similar al que tiene la OTAN con países como Japón o Australia, para sentirse protegido de las amenazas existentes. Además, Riad también busca, obtener ayuda para desarrollar un programa civil de energía nuclear que permita al reino diversificar su producción energética.
Los estados del golfo también son esenciales a la hora de promover la estabilidad regional. A pesar de ser aliado de Estados Unidos y tener una vocación de apertura a occidente, Qatar apoya a diversos grupos insurgentes que buscan la destrucción del Estado de Israel y fomentan el caos en el Cercano Oriente. Un claro ejemplo del rol desempeñado por Doha es la financiación brindada a Hamas y otras milicias palestinas, además de albergar a la dirigencia de Hamas en Qatar. Hasta su reciente asesinato en Teherán, Ismail Haniyeh había vivido cómodamente en la capital catarí, desde donde organizaba la estrategia llevada a cabo por la organización terrorista
Si Qatar quiere desempeñar un rol constructivo, tiene las capacidades económicas, logísticas para hacerlo. De hecho, ha desempeñado un rol determinante junto con El Cairo y Washington, en el actual desarrollo de las negociaciones para alcanzar una tregua entre Israel y Hamas que permita la liberación de los rehenes y la mejora de la situación humanitaria en Gaza. Washington debe dar incentivos tanto a Qatar, como a los Emiratos Árabes Unidos y a los otros estados del golfo, para que contribuyan al desarrollo económico de la región, y a la lucha contra el extremismo islamista. Y también lograr que interrumpan la financiación de las organizaciones terroristas. A nivel económico los países del litoral del Mar Rojo también desempeñan un papel importantísimo en el control del tráfico marítimo y a la hora de proteger a los buques de los ataques que buscan bloquear rutas comerciales y perjudicar el comercio mundial.
El otro gran protagonista a la hora de coordinar las negociaciones entre Hamas y las autoridades israelíes ha sido Egipto. El Cairo se ha erigido como un país dispuesto a cooperar con Israel en muchos aspectos, y lograr acuerdos pragmáticos en diversas aéreas. La voluntad del gobierno egipcio de solucionar el conflicto en Gaza deriva de sus propias preocupaciones de seguridad nacional relacionadas con la situación inestable en la península del Sinaí y el temor a que se produzca un multitudinario éxodo de palestinos a hacia la península provocando un nuevo foco de inestabilidad. El debilitamiento de Hamas pasa por una mayor cooperación entre Israel y Egipto a la hora de gestionar el control del paso de Rafah y lograr que la organización terrorista no puede ingresar armas y otros elementos a través de sus túneles.
Frente a todos estos intentos de incrementar la cooperación interestatal y mejorar las relaciones regionales, Teherán buscará fomentar la discordia y la división entre los estados árabes, Israel y otros países de la región. La elección Masoud Pezeshkian como presidente de la República Islámica no provocara grandes cambios en la política exterior del régimen, ya que este es dirigido por la Guardia Revolucionaria, su fuerza Quds , mientras que el ayatola Ali Jamenei ostenta la última palabra y la toma de las principales decisiones. A la hora de debilitar a Teherán y su programa nuclear, no es suficiente la aplicación de sanciones, sino que se debe proceder a la erradicación de las milicias respaldas por Irán como Hamas, Hizbolah, los Hutíes y otros. Mientras estas milicias continúen actuando, el cercano oriente continuara siendo un foco de violencia e inestabilidad.
Para hacer frente a la amenaza iraní, los estados de la región necesitan de la cooperación de otros estados extranjeros como los EE. UU, el Reino Unido y Francia cuyo importante despliegue de fuerzas permite la disuasión de Irán y sus aliados. En los últimos días los Estados Unidos de América, han desplegado un portaaviones y un submarino balístico de propulsión nuclear para disuadir a Irán de realizar un ataque contra Israel, en represalia por el asesinato de Haniyeh. Sin dudas los estados de la región necesitan del apoyo de estas potencias militares para desarrollar un esquema de seguridad que les permita defenderse de las amenazas existentes, pero estos también deben desarrollar una política conjunta de seguridad y defensa autónoma previendo un futuro en el que los mayores esfuerzos estadounidenses sean destinados a contrarrestar el poder chino el área del Indo-pacifico.
Con respecto a China, el gigante asiático se ha erigido en los últimos años como el mayor socio comercial de los países de la región del Cercano Oriente y ha desembolsado millonarias inversiones a través de la región. Además de organizar un encuentro entre Hamas y las restantes organizaciones palestinas en territorio chino. Estados Unidos e Israel deben convencer a Xi Jinping, de que el aumento de la estabilidad tendrá importantes repercusiones en la seguridad del transporte marítimo, en el abaratamiento de la energía y el crecimiento de las relaciones comerciales con la región, favoreciendo el crecimiento de la economía china y su sector exterior.
Rusia por su parte, a pesar de estar concentrado la mayoría de sus esfuerzos en el conflicto en Ucrania, continuara desempeñando un rol importante en el Cercano Oriente dado el apoyo brindado al régimen de Al Assad y a la relación estratégica sostenida con Irán. Las sanciones impuestas por Occidente a Moscú han provocado un mayor acercamiento del gobierno de Putin con el gobierno iraní para de esta forma sortear el aislamiento internacional. Pese a que a día de hoy dada la situación no resultara una tarea fácil, es necesario alcanzar un acuerdo entre los Estados Unidos y Rusia en Siria, para dar una salida a la situación y centrar los esfuerzos en el combate contra el terrorismo del Estado Islámico y otros grupos.
Como conclusión me gustaría reivindicar la necesidad de un mayor acercamiento entre los estados de la región que tienen un enemigo común (Irán y sus milicias aliadas), y que buscan la estabilidad y el crecimiento económico a largo plazo. Turquía debe normalizar su relación con Siria. Siria debe volver a constituirse como un estado fuerte para poder hacer frente a las amenazas del Estado Islámico y demás grupos insurgentes. Arabia Saudí debe buscar la normalización de las relaciones con Israel. Israel debe buscar fortalecer su integración en la región y proveer de incentivos a sus contrapartes, además de incrementar la cooperación con Jordania y Egipto. Los países del Golfo deben dejar de financiar a organizaciones terroristas que en el futuro se pueden volver en su contra, y por último Estados Unidos y sus aliados deben desarrollar su política exterior en la región en estrecha colaboración con sus aliados regionales y sus respectivos intereses.
Por sobre todas las cosas Israel debe permitir una participación inteligente de los estados árabes y Turquía en la futura reconstrucción de Gaza, con la condición de que Hamas y la Autoridad Palestina sean excluidas del poder . El gobierno de Netanyahu no debe pensar únicamente en obtener una victoria total, sino que deber ir más allá y buscar la consecución de una victoria inteligente, teniendo presente la planificación del día después y la sostenibilidad en el tiempo de los logros alcanzados.