Hace unas cinco semanas, Christine Lagarde y Mario Draghi presentaron los resultados de un estudio encargado al dirigente italiano para evaluar la productividad en la Unión Europea (UE) y proponer mejoras.
Este análisis llega en un momento clave, en el que la competitividad europea está bajo el escrutinio global. Tras dos meses de intercambio en México, donde he experimentado de primera mano el dinamismo económico y cultural del país, me he preguntado: ¿Puede la UE reactivar su competitividad o está demasiado anclada en sus propias regulaciones?
La UE: una fábrica de regulaciones
En los últimos años, la UE ha producido una cantidad significativa de normativas, desde directivas medioambientales hasta el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR). Estas normativas, aunque necesarias en muchos casos, se perciben a menudo como un freno para la innovación empresarial.
Un ejemplo es la regulación sobre los tapones de las botellas, que exige que estén permanentemente unidos a los envases para facilitar su reciclaje desde julio de 2024. Aunque esta medida es parte de la estrategia de economía circular de la UE, muchos la critican como una muestra del exceso regulador que limita la flexibilidad de las empresas para innovar.
En contraste, mientras Europa regula los tapones de botellas, Elon Musk acaba de lograr aterrizar un cohete gigante reutilizable, un hito en la industria espacial. Esta diferencia ilustra la brecha entre la capacidad de innovación de Estados Unidos y el enfoque regulador de la UE.
La inteligencia artificial y los efectos de la regulación
Otro caso significativo es la regulación sobre inteligencia artificial (IA). Si bien la UE pretende liderar la regulación de esta tecnología emergente, las restricciones están limitando la funcionalidad de productos clave. Por ejemplo, los iPhones en Europa carecen de muchas características basadas en IA que están disponibles en Estados Unidos, debido a las normativas que impone la nueva legislación europea.
Este patrón se repite en otros sectores. La UE es, a menudo, un referente en la creación de conocimiento y patentes, pero tiene problemas para comercializar esos avances tecnológicos.
Innovación versus comercialización
En cuanto a las patentes, la UE se queda rezagada frente a competidores como Estados Unidos y China. A pesar de representar el 17% de las solicitudes globales de patentes en 2021, solo un tercio de las patentes europeas se explotan comercialmente. Esto contrasta con el ecosistema más dinámico de innovación en Estados Unidos, donde las ideas pasan más rápidamente del laboratorio al mercado.
El problema no solo radica en la falta de comercialización, sino también en la financiación. El mercado de venture capital (VC) en Europa está subdesarrollado, captando solo el 5% de los fondos globales. En comparación, Estados Unidos capta el 52% y China el 40%. La inversión de capital riesgo en la UE solo representa el 0,05% de su PIB, una cifra que palidece frente al 0,32% de Estados Unidos.
El mercado único europeo: una barrera para escalar startups
Otro gran obstáculo para la innovación en Europa es la fragmentación del mercado único. Aunque la UE busca operar como un bloque económico integrado, las diferencias regulatorias y fiscales entre sus Estados miembros dificultan el crecimiento de startups a nivel regional. Esto contrasta con el entorno estadounidense, donde las empresas acceden a un mercado amplio y homogéneo, facilitando su expansión y su atractivo para los inversores.
La transición energética y las decisiones controvertidas de España
El informe de Draghi también destaca el desafío energético. Europa sigue enfrentando precios de energía mucho más altos que sus competidores globales. En 2023, el gas y la electricidad en la UE eran hasta tres veces más caros que en Estados Unidos. Esta situación es especialmente grave para industrias intensivas en energía, como la manufactura, que se ven obligadas a competir en desventaja.
A pesar de estos retos, algunos países europeos como España están tomando decisiones difíciles en cuanto a la energía nuclear. España ha decidido cerrar todas sus centrales nucleares para 2035, una medida que ha sido criticada por muchos, dado que la energía nuclear es una fuente constante y baja en emisiones de carbono, clave para la transición energética.
Según José Elías, presidente de Audax Renovables, España tiene un enorme potencial en energías renovables. Elías afirma que con una superficie equivalente a la de Cuenca cubierta de paneles solares, España podría abastecer a toda Europa de energía solar. Esta visión subraya el desperdicio de oportunidades que representa no aprovechar plenamente el potencial renovable del país.
Propuestas de acción y crítica a las soluciones del informe
A pesar de estos desafíos, el informe sugiere áreas clave de acción para mejorar la competitividad de la UE: innovación, transición energética y reducción de dependencias estratégicas. Sin embargo, muchas de las soluciones propuestas siguen el mismo patrón de políticas regulatorias y financieras que no han generado los cambios esperados en el pasado.
Por ejemplo, para financiar las iniciativas de descarbonización y digitalización, el informe sugiere aumentar la inversión en un 5% del PIB, lo que implicaría niveles de gasto no vistos desde los años 60 y 70. Este enfoque, basado en una mayor emisión de deuda y un incremento de la recaudación fiscal, ya ha demostrado tener limitaciones.
La experiencia reciente con los fondos Next Generation EU, lanzados tras la pandemia de COVID-19, ha dejado en evidencia la ineficacia de la implementación de estas inversiones. En países como España, los fondos no han logrado generar el cambio estructural que se esperaba, y la falta de control sobre su destino ha sido un problema recurrente.
Un aumento de la carga fiscal, en un contexto de inflación y altos costes energéticos, podría ser contraproducente, afectando tanto a ciudadanos como a empresas. En lugar de mejorar la competitividad, un incremento en los impuestos podría sofocar el consumo y seguir castigando a las industrias que ya enfrentan elevados costes energéticos. Esto muestra que las soluciones presentadas en los informes, aunque ambiciosas, pueden no ser realistas en términos de su impacto y factibilidad.
Europa en una encrucijada
La Unión Europea se encuentra en una paradoja: es una de las mayores economías del mundo, pero su enfoque regulador y la falta de un ecosistema de innovación robusto la colocan en desventaja frente a potencias como Estados Unidos y China. Si Europa quiere seguir siendo relevante en el siglo XXI, debe dejar de regular lo pequeño y apostar por lo grande. El verdadero reto es si la UE está dispuesta a asumir los riesgos que exige la innovación, o si seguirá observando desde la barrera mientras otros avanzan.
Como bien dijo Albert Einstein: «No podemos resolver problemas con el mismo pensamiento con el que los creamos».
Ha llegado el momento de que Europa piense menos como regulador y más como innovador.
La paradoja de la innovación en la Unión Europea
Hace unas cinco semanas, Christine Lagarde y Mario Draghi presentaron los resultados de un estudio encargado al dirigente italiano para evaluar la productividad en la Unión Europea (UE) y proponer mejoras.
Este análisis llega en un momento clave, en el que la competitividad europea está bajo el escrutinio global. Tras dos meses de intercambio en México, donde he experimentado de primera mano el dinamismo económico y cultural del país, me he preguntado: ¿Puede la UE reactivar su competitividad o está demasiado anclada en sus propias regulaciones?
La UE: una fábrica de regulaciones
En los últimos años, la UE ha producido una cantidad significativa de normativas, desde directivas medioambientales hasta el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR). Estas normativas, aunque necesarias en muchos casos, se perciben a menudo como un freno para la innovación empresarial.
Un ejemplo es la regulación sobre los tapones de las botellas, que exige que estén permanentemente unidos a los envases para facilitar su reciclaje desde julio de 2024. Aunque esta medida es parte de la estrategia de economía circular de la UE, muchos la critican como una muestra del exceso regulador que limita la flexibilidad de las empresas para innovar.
En contraste, mientras Europa regula los tapones de botellas, Elon Musk acaba de lograr aterrizar un cohete gigante reutilizable, un hito en la industria espacial. Esta diferencia ilustra la brecha entre la capacidad de innovación de Estados Unidos y el enfoque regulador de la UE.
La inteligencia artificial y los efectos de la regulación
Otro caso significativo es la regulación sobre inteligencia artificial (IA). Si bien la UE pretende liderar la regulación de esta tecnología emergente, las restricciones están limitando la funcionalidad de productos clave. Por ejemplo, los iPhones en Europa carecen de muchas características basadas en IA que están disponibles en Estados Unidos, debido a las normativas que impone la nueva legislación europea.
Este patrón se repite en otros sectores. La UE es, a menudo, un referente en la creación de conocimiento y patentes, pero tiene problemas para comercializar esos avances tecnológicos.
Innovación versus comercialización
En cuanto a las patentes, la UE se queda rezagada frente a competidores como Estados Unidos y China. A pesar de representar el 17% de las solicitudes globales de patentes en 2021, solo un tercio de las patentes europeas se explotan comercialmente. Esto contrasta con el ecosistema más dinámico de innovación en Estados Unidos, donde las ideas pasan más rápidamente del laboratorio al mercado.
El problema no solo radica en la falta de comercialización, sino también en la financiación. El mercado de venture capital (VC) en Europa está subdesarrollado, captando solo el 5% de los fondos globales. En comparación, Estados Unidos capta el 52% y China el 40%. La inversión de capital riesgo en la UE solo representa el 0,05% de su PIB, una cifra que palidece frente al 0,32% de Estados Unidos.
El mercado único europeo: una barrera para escalar startups
Otro gran obstáculo para la innovación en Europa es la fragmentación del mercado único. Aunque la UE busca operar como un bloque económico integrado, las diferencias regulatorias y fiscales entre sus Estados miembros dificultan el crecimiento de startups a nivel regional. Esto contrasta con el entorno estadounidense, donde las empresas acceden a un mercado amplio y homogéneo, facilitando su expansión y su atractivo para los inversores.
La transición energética y las decisiones controvertidas de España
El informe de Draghi también destaca el desafío energético. Europa sigue enfrentando precios de energía mucho más altos que sus competidores globales. En 2023, el gas y la electricidad en la UE eran hasta tres veces más caros que en Estados Unidos. Esta situación es especialmente grave para industrias intensivas en energía, como la manufactura, que se ven obligadas a competir en desventaja.
A pesar de estos retos, algunos países europeos como España están tomando decisiones difíciles en cuanto a la energía nuclear. España ha decidido cerrar todas sus centrales nucleares para 2035, una medida que ha sido criticada por muchos, dado que la energía nuclear es una fuente constante y baja en emisiones de carbono, clave para la transición energética.
Según José Elías, presidente de Audax Renovables, España tiene un enorme potencial en energías renovables. Elías afirma que con una superficie equivalente a la de Cuenca cubierta de paneles solares, España podría abastecer a toda Europa de energía solar. Esta visión subraya el desperdicio de oportunidades que representa no aprovechar plenamente el potencial renovable del país.
Propuestas de acción y crítica a las soluciones del informe
A pesar de estos desafíos, el informe sugiere áreas clave de acción para mejorar la competitividad de la UE: innovación, transición energética y reducción de dependencias estratégicas. Sin embargo, muchas de las soluciones propuestas siguen el mismo patrón de políticas regulatorias y financieras que no han generado los cambios esperados en el pasado.
Por ejemplo, para financiar las iniciativas de descarbonización y digitalización, el informe sugiere aumentar la inversión en un 5% del PIB, lo que implicaría niveles de gasto no vistos desde los años 60 y 70. Este enfoque, basado en una mayor emisión de deuda y un incremento de la recaudación fiscal, ya ha demostrado tener limitaciones.
La experiencia reciente con los fondos Next Generation EU, lanzados tras la pandemia de COVID-19, ha dejado en evidencia la ineficacia de la implementación de estas inversiones. En países como España, los fondos no han logrado generar el cambio estructural que se esperaba, y la falta de control sobre su destino ha sido un problema recurrente.
Un aumento de la carga fiscal, en un contexto de inflación y altos costes energéticos, podría ser contraproducente, afectando tanto a ciudadanos como a empresas. En lugar de mejorar la competitividad, un incremento en los impuestos podría sofocar el consumo y seguir castigando a las industrias que ya enfrentan elevados costes energéticos. Esto muestra que las soluciones presentadas en los informes, aunque ambiciosas, pueden no ser realistas en términos de su impacto y factibilidad.
Europa en una encrucijada
La Unión Europea se encuentra en una paradoja: es una de las mayores economías del mundo, pero su enfoque regulador y la falta de un ecosistema de innovación robusto la colocan en desventaja frente a potencias como Estados Unidos y China. Si Europa quiere seguir siendo relevante en el siglo XXI, debe dejar de regular lo pequeño y apostar por lo grande. El verdadero reto es si la UE está dispuesta a asumir los riesgos que exige la innovación, o si seguirá observando desde la barrera mientras otros avanzan.
Como bien dijo Albert Einstein: «No podemos resolver problemas con el mismo pensamiento con el que los creamos».
Ha llegado el momento de que Europa piense menos como regulador y más como innovador.